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ORCAS Supremacía en el mar. Orcaman
Читать онлайн.Название ORCAS Supremacía en el mar
Год выпуска 0
isbn 9789878712345
Автор произведения Orcaman
Жанр Математика
Издательство Bookwire
El 11 de octubre de 1974 firmé mi contrato como auxiliar de guardafauna de Punta Norte, feliz de trabajar en una reserva de exclusiva jerarquía dentro del área de conservación. Me quedé allí trece años, once de ellos como guardafauna titular.
Desde muy pequeño la Península Valdés atrajo mi atención de una forma casi mágica. Con mis cinco años de edad, su sobresaliente contorno me parecía la panza de una mujer embarazada. Y tenía razón: hoy sé que en ella se está gestando el necesario concepto del respeto a la vida en todas sus formas y manifestaciones. Por eso mi trabajo en Punta Norte significó tanto para mí; por eso, también, dejé tanto de mí en esa reserva.
La Península Valdés tiene 97 kilómetros de largo por 63 de ancho y se ubica hacia el ángulo nororiental de la Provincia de Chubut y está comprendida entre los 42º y 43º de latitud Sur. Se extiende de Norte a Sur desde el paralelo 42º 04’ 56’’ hasta el paralelo 42º 53’ 55’’, y de Este a Oeste desde el meridiano 63º 33’ Oeste de Greenwich hasta el meridiano 64º 23’ del mismo origen. Por el Norte linda con el Golfo San Matías; por el Sur y Este, con el Océano Atlántico; por el Oeste, con los Golfos Nuevo y San José y el istmo que la une al continente. Su punto más saliente es Punta Norte (latitud 42º 05’ S, longitud 63º 47’ O); allí, un faro de 21,1 millas de alcance determina la entrada al Golfo San Matías.
La forma del territorio justifica su denominación: península proviene del latín paene (casi) e insula (isla). El istmo (de 35 kilómetros de largo por veintinuo en su parte más ancha y sólo cinco en la más angosta) permite el ingreso a esta casi isla y a los 3.625 kilómetros cuadrados de territorio que conforman su interior. Su superficie semiplana, que se inclina suavemente hacia el nordeste, forma parte del típico terreno mesetiforme que caracteriza a la plataforma extrandina. Su litoral presenta contornos irregulares de singular belleza, constituidos en gran parte por abruptos relieves que se originan en barrancas cuyas alturas oscilan entre veinticinco y 110 metros. Las bases de estos terrenos ingresan al mar a modo de extensas plataformas horizontales, las restingas; el oleaje las tallas y les da el aspecto de canales y piletones irregulares.
Estas barrancas que forman los acantilados de la Península están constituidas principalmente por la intercalación de rocas sedimentarias y piroclásticas. Las primeras resultan del endurecimiento por compactación y cementación (debido a reacciones químicas) de arena con granos de diversos tamaños depositadas por el mar. Las piroclásticas, si bien se formaron también por el endurecimiento de sedimento, tienen otra materia por base: las cenizas volcánicas depositadas directamente o transportadas hacia el mar.
En las rocas sedimentarias son muy comunes las grandes concentraciones de conchillas petrificadas. Estos fósiles, pertenecientes a organismos que vivieron en el mar, atrajeron la atención de Charles Darwin, el primer científico que llegó a esta parte de la costa patagónica. En 1833, al recorrer las barrancas de la Península Valdés (en ese entonces conocida como San José), Darwin descubrió fósiles de organismos invertebrados que habían habitado regiones marinas durante el Terciario y estableció que esas rocas debían haberse formado en ese período. Darwin fue el primero en postular que la Península se habría originado en ese momento geológico y que antes sólo habría formado parte de un fondo marino.
Estudios posteriores indicaron que los niveles sedimentarios se formaron bajo las aguas hace unos quince millones de años, durante la última parte del Terciario, conocida como Mioceno. Entonces el mar cubría extensas regiones y la Península Valdés integraba el fondo a no más de cincuenta metros de profundidad. Las regresiones marinas que siguieron dieron origen a la actual posición: los sedimentos depositados se hicieron cada vez más consistentes y los lentos movimientos ascendentes que afectaron a la Patagonia los elevaron y expusieron. La acción de las aguas continuó, una vez emergido el continente, en la embestida constante que erosionó las barrancas hasta sus niveles rocosos más firmes, que resistieron el desgaste y se ven hoy en restingas que cubren las altas mareas.
Se estima que el mar que cubría la Península Valdés era cálido, a juzgar por las características y variedad de los fósiles presentes: bivalvos (entre los que se destacan las ostreas de más de treinta centímetros de longitud y quince de alto), esqueletos de ballenas, dientes de tiburones, paladares de rayas y cangrejos. Los restos de madera silicificada que se encuentran en los acantilados y bajo el agua son una muestra de la flora que se habría desarrollado cerca de la orilla de ese antiguo mar.
La Península Valdés es un muestrario geológico de gran importancia que no ha sido estudiado profundamente. Peor aún, parte de ese Patrimonio Natural de la Humanidad se pierde. A veces el motivo es la ignorancia; en otras ocasiones, en cambio, hay un completo conocimiento de causa y de beneficios. Demasiadas veces tuve que ver ostreas de millones de años de antigüedad convertidas en lustrosos ceniceros barnizados.
5
LA LEYENDA VINO A MÍ
“La alegría de ver y entender es
el más perfecto don de la naturaleza”
Albert Einstein
Durante el primer mes, aprovechando que mi familia se encontraba en Buenos Aires, me instalé junto a Jorge en su casa de Punta Norte y aprendí mis flamantes obligaciones. En treinta días de excelente convivencia caminamos infinidad de kilómetros: mientras manifestaba su admiración por lo que veía, Jorge me transmitía conocimientos y experiencias que me resultaron de enorme utilidad.
La mezcla de sorpresa, admiración y respeto de sus relatos me permitió entender de una manera diferente a esos indolentes elefantes marinos que dormitaban a poca distancia de mi casa, ubicada a unos veinte metros de la playa. Jorge comprendía a los animales que debía cuidar; para él, su trabajo era mucho más que un conjunto de deberes: era una forma de vida por la que optó el día que llegó de visita y decidió no regresar a Buenos Aires.
Jorge supo sobrellevar la distancia que lo separaba de los suyos y la falta de generosidad de la suerte: amaba lo que hacía. Por eso su despedida de Punta Norte fue un momento inolvidable. Mientras recorría el paisaje con la vista, su sonrisa revelaba que en su mente se agitaban vivencias que en ese momento se convertían en recuerdos. Pensé que algún día me tocaría a mí repetir esa ceremonia.
Quise renovar la casa y comencé por pintarla. La ayuda de Quique Dames –hijo de un amigo buceador– y de Evelyn y Bruno Schlüchter –un matrimonio suizo que recorría el mundo en su casa rodante– me permitió ordenar la casa a mi gusto sin desatender la reserva. También Carlos Medina –el nuevo guardafauna titular– y su familia facilitaron mi primera etapa de adaptación en Punta Norte.
En el aislamiento de una reserva, las reglas básicas de convivencia pueden ser insuficientes. Se comparten las veinticuatro horas con personas que no siempre tienen los mismos gustos, hábitos o expectativas; no hay un lugar donde distraerse de las tensiones diarias; un único vehículo compartido limita los desplazamientos a sólo lo necesario. Los Medina fueron una buena compañía en esas condiciones.
Como en un campo, en una reserva las tareas comienzan al amanecer y terminan cuando anochece. Hay que controlar y reparar los alambrados perimetrales que marcan los límites de las reservas; hay que preservar la limpieza general del área (tarea nada sencilla en un lugar visitado por turistas); hay que mantener los motores y vehículos en buen funcionamiento; hay que atender a cada persona que ingresa a la reserva y asesorarla sobre la vida de la fauna protegida. Y, sobre todo, hay que recorrer las áreas bajo control para censar los animales apostados dentro del perímetro, tomar los datos meteorológicos y estar atento a cualquier cambio en la fauna o en el clima. Parte importante del trabajo consiste en observar el comportamiento de los animales durante diferentes condiciones de clima y marea: eso permite comparar sus cambios de conducta, ampliar los conocimientos sobre la vida de la especie bajo control y dar una información actualizada al turista que visita la reserva con el deseo de conocer y no sólo de tomar una foto.
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