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–dijo él, exhibiendo un atisbo de su diabólica sonrisa–. También fui siempre demasiado crítico con Roland.

      Amy siguió con la mirada puesta en el Pacífico mientras Heath desgranaba el catálogo de sus pecados.

      –Tal vez se lo merecía.

      –Por eso, necesitas casarte conmigo. Cuando me fui de casa y compré Chosen Valley, mi padre se puso furioso. Me dijo una cosas terribles. Entre ellas, que nunca me perdonaría haber entrado en competencia con él y que no se me ocurriera volver nunca por Saxon´s Folly.

      –Pero volviste.

      –Por Caitlyn, no porque él me lo pidiera. Y porque Joshua le convenció de que era lo más sensato de momento.

      –¿Piensas quedarte?

      –Sí. Después de todo lo que ha pasado estos últimos meses, sé que no hay nada seguro en la vida. Quiero cerrar la brecha que tengo abierta con mi padre.

      –Lo comprendo. ¿Significa eso que vas a vender Chosen Valley?

      Él negó con la cabeza.

      –Chosen Valley es ahora mi casa. Puedo trabajar como enólogo en ambos viñedos.

      –¿No habrá un conflicto de intereses?

      –No, cada viña cultiva una variedad diferente de uva. Yo me estoy centrando más en la cabernet sauvignon. Pero necesito que me ayudes a convencer a mi padre de que he vuelto con intención de quedarme. Mis padres te adoran. Eres su ahijada favorita. Y eso que tienen varias.

      Ella sonrió abiertamente. Parecía estar recobrando su alegría natural.

      –Es solo porque Kay y mi madre fueron siempre muy amigas. Y además porque, de niña, vivía muy cerca de vuestra casa y me veían a todas horas.

      –No es solo eso. Tú eres parte de la familia.

      –No sabes lo que me agrada oírte eso. Pero me preocupa lo que puedan pensar de mí cuando sepan que…

      –¿Te acostaste con Roland antes de la boda?

      Ella bajó la cabeza y su sonrisa se desvaneció.

      –Vamos, Amy, con todas las cosas que han salido a relucir últimamente en mi familia, no creo que nadie esté en situación de tirar la primera piedra. Además, ya sabes lo mucho que te quieren mis padres.

      La forma tan enternecedora con que Heath la miraba le hacía sentirse la mujer más adorada del mundo. ¿Cómo no se había dado cuenta hasta ahora de lo atractivo que era Heath?

      Tal vez porque había estado comprometida con Roland. O porque siempre había tenido a Heath por un chico malo. O tal vez porque había estado demasiado ciega.

      Sintió calor en las mejillas, amenazando extenderse por todo su cuerpo.

      «¡Basta, Amy!», le dijo una voz interior. «¡Esto es una locura!».

      –Yo también quiero mucho a tus padres. Sería muy triste que decidieran separarse.

      –Si te casaras conmigo, tal vez la llegada de su nieto les ayudara a reconciliarse.

      –Pero se preguntarían por qué motivo querrías casarte conmigo. Pensarían incluso que el bebé podría ser tuyo. No. No podría soportarlo. Sería una gran humillación para mí.

      –Si eso es lo que te preocupa, les dejaré bien claro que el bebé es de Roland, no mío –dijo él con aire sombrío.

      –¿Harías eso por mí?

      Él asintió con la cabeza.

      –No me gustaría que pudieran pensar que traicioné a Roland –añadió ella.

      –Nadie podría pensar una cosa así de ti, Amy. Siempre has hecho lo correcto en la vida. ¿Quién podría creer que te hubieras acostado con el hermano de tu prometido?

      Amy vio la tensión con que él pronunciaba esas palabras. Se levantó del banco bruscamente.

      –Solo quiero hacer lo que sea mejor para mi bebé.

      –Casarte conmigo es lo mejor que puedes hacer por tu bebé, Amy –dijo Heath levantándose también del banco–. Ya lo verás. Todo el mundo estará encantado de saber que estás embarazada. Tómate todo el tiempo que quieras, pero recuerda, este bebé es un Saxon, y Roland estaba orgulloso de ser un Saxon.

      Heath veía en aquel matrimonio la oportunidad de reconciliarse con su familia. Daría a sus padres la ocasión de olvidar sus diferencias y mitigar el dolor por la pérdida de su hijo con la llegada de su primer nieto.

      En cuanto a ella, podría tener a su bebé. Un bebé que crecería en Chosen Valley, en la casa donde ella había nacido. Todo era perfecto. Excepto que entre Heath y ella no habría amor.

      Capítulo Cuatro

      Casarse con Heath o marcharse a Auckland. Era una decisión difícil.

      Amy miró la mesa del enorme salón comedor de los Saxon y sintió acrecentar la desazón que llevaba sintiendo en el estómago los últimos dos días.

      En la cabecera estaba sentado Phillip, el padre de Heath. A un lado tenía a Amy y al otro a Alyssa, la novia de Joshua. Joshua estaba sentado a la izquierda de Amy y tenía a Heath enfrente.

      Dado que Megan había estado fuera los dos últimos días, los Saxon habían decidido cambiar al viernes su cena habitual de los jueves.

      Heath no se había atrevido aún a preguntar a Amy nada sobre su decisión.

      Mientras cortaba un trozo de pollo, Amy rehuyó la mirada de Heath, fingiendo sentirse muy interesada por la conversación que mantenían Joshua, Phillip y Alyssa sobre un vino de la bodega Saxon que estaba cosechando muy buenas críticas.

      –Heath, casi se me olvidaba decírtelo –dijo Joshua–, he recibido una llamada de la policía esta mañana. Han detenido a Carson.

      Carson Smith, como venganza porque habían despedido su hermano Tommy de Saxon´s Folly, había incendiado los establos, agrediendo al vigilante y tratando de abusar sexualmente de Caitlyn.

      –¿Lo sabe ya Caitlyn? –preguntó Amy muy impresionada.

      –Acabo de llamar a Rafaelo para comunicárselo –respondió Joshua–. Estaba dispuesto a venir a arreglar cuentas con ese tipo, pero le dije que sería mejor que se quedase allí con Caitlyn.

      Ese comentario dio lugar a un giro en la conversación y se pusieron a hablar de los vinos y jereces españoles.

      Amy prefirió mantenerse al margen. Observó las sillas vacías que había al fondo de la mesa. La de Megan, que aún no había llegado, y la de Roland, que estaba ahora pegada a la pared. Sintió un gran dolor al recordarlo. Había también otros huecos: los de Caitlyn y Rafaelo, que estaban en España. Alyssa ocupaba el asiento de Kay, que se había ido a Australia.

      Si no aceptaba la proposición de Heath, también tendría ella que irse muy pronto. No podía seguir demorando su decisión por más tiempo. Esa misma mañana, se había dado cuenta de que el sujetador le apretaba más de lo habitual y que sus pechos habían desarrollado una dolorosa sensibilidad. No tardarían en aparecer los demás signos del embarazo.

      No le resultaría fácil establecerse en una gran ciudad como Auckland después de haber vivido en Hawkes Bay toda la vida. Tendría que renunciar a su trabajo en Saxon´s Folly, contarles la razón de su decisión… Y luego despedirse de sus amistades por seis u ocho meses.

      Huir. Así era como Heath lo había llamado. Pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo iba a casarse con un hombre al que no amaba?

      Fue un alivio para ella cuando Megan entró en el salón con los ojos brillantes y las mejillas encendidas.

      –Siento llegar tarde. Perdí la noción del tiempo. Aún estoy con la hora de Australia

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