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mayor densidad tecnológica. Las decisiones de cuánto y en qué invertir en educación, sin embargo, no se basan en una información racional y completa sobre los niveles salariales de los diversos mercados profesionales; ya que, en general, se carece de información pública sobre los salarios de las diversas profesiones por carreras e instituciones. Inclusive, la complejidad de las prospectivas laborales en contextos con altas incertidumbres dificulta la existencia de informaciones fidedignas y confiables sobre cuáles pudieran ser los escenarios de las remuneraciones promedio de las diversas disciplinas. La propia alta diferenciación de estas y la creciente especialización de todos los campos profesionales tornan aún más difícil proyectar niveles de remuneraciones salariales.

      La teoría de las colas de Thurow nos muestra que los mercados laborales se caracterizan por una dinámica de incremento de la productividad a través de la sustitución de puestos menos capacitados por puestos más capacitados, a los mismos o parecidos niveles salariales, con lo cual se refuerza la tendencia a la sobreeducación como mecanismo para competir por los puestos de trabajo. Tal proceso es más consistente en dinámicas donde las economías crecen menos que la oferta de nuevos técnicos y profesionales universitarios, tal como ha acontecido en la región en las últimas décadas.

      Si se mantienen las tendencias que significaron un incremento de 1,67 por ciento anual del porcentaje de cobertura de la educación superior respecto a la población de 20 a 24 años, haciendo una proyección para un escenario meta del año 2025, podemos suponer que se alcanzará una tasa de cobertura sobre la población de 20 a 24 años al 65 por ciento para ese año 2025, sobre la base de un escenario tendencial medio. Con relación a la población estudiantil, de los 28 millones actuales, asumiendo un incremento promedio del 5 por ciento (que es la tasa interanual promedio a la cual creció la matrícula terciaria en los últimos 30 años) se produciría un incremento de 14 millones de estudiantes para alcanzar a una población estudiantil total de 41 millones también para ese año 2025.

      La expansión de la matricula implicó un salto desde el 22,6 por ciento de la cobertura de la educación superior, que representaba a 11,4 millones de estudiantes en el año 2000, a 50 por ciento de la cobertura con más de 27 millones de estudiantes en 2017. Ello representaría un aumento del 90 por ciento de la cobertura en el periodo, o sea, un incremento sostenido del 5 por ciento interanual (según datos del Instituto de Estadística de la UNESCO —UIS). Ello implicaría una tasa muy levemente superior a la de la década del 90-2000, que fue de 5,3 por ciento interanual, que a su vez fue superior que la de 1980-1990, que fue de 3,8 por ciento interanual, y solo inferior a la tasa del periodo 1970-1980 que, con un tamaño muy inferior en números absolutos de los sistemas terciarios, fue de 8,7 por ciento anual. El crecimiento anual de 6,21 por ciento de la población estudiantil terciaria entre el año 2000 y el 2012 es superior al crecimiento de la población del grupo erario de 20 a 24 años, probablemente mostrando además el ingreso de estudiantes de otras edades como, por ejemplo, los de postgrado y los de educación a distancia. Este fue comparativamente el mayor crecimiento a escala mundial y permitió a la región ser la tercera en cobertura luego de Estados Unidos y Europa occidental con 70 por ciento, y Europa central y oriental con 64 por ciento. Siendo la media mundial de cobertura bruta de 32 por ciento, la región la superaba en el 2012 en 34 por ciento. Todo ello muestra la vitalidad que tuvieron los sistemas universitarios y, al mismo tiempo, el mantenimiento de los centros de atención en la política pública en la cobertura terciaria.

      Ambos procesos, incremento de la matrícula en términos absolutos y caída de la variación de la población de 20 a 24 años, han determinado que la tasa de cobertura terciaria en la región en los últimos diez años y especialmente desde el 2000, se haya incrementado un 72 por ciento, al tiempo que la matrícula en términos absolutos aumentó un 95,6 por ciento. El cambio no es solo numérico sino fundamentalmente en el perfil social del estudiantado: feminización, estudiantes del interior de los países, estudiantes como clientes, estudiantes de corto tiempo, estudiantes profesionales, trabajadores, a distancia, indígenas, extranjeros, con discapacidades, etc., que se unen a los estudiantes “tradicionales”. Hubo un cambio creciente que alteró tanto el carácter de elite numérico —por ejemplo, en 1970 había 0,59 estudiantes por cada cien personas, y en el año 2005 se alcanzó a 2,91 estudiantes por cada cien habitantes— como el carácter de elite en términos de su composición social.

      La diversidad de sectores estudiantiles es la característica creciente de los nuevos estudiantes latinoamericanos. Además de hijos son padres; además de solteros, casados; además de jóvenes, adultos: todo está cambiando hacia una mayor semejanza con la estructura social de las propias sociedades. Sin embargo, esta masificación está trayendo varios temas adicionales a la discusión, entre los cuales se halla una nueva realidad de deserción, repitencia y abandono, la existencia de dos circuitos de escolarización terciarios diferenciados por la calidad de la educación y que tienden a asociarse a sectores sociales diferenciados, y la incidencia sobre los mercados laborales y sobre las emigraciones de profesionales

      Este proceso de expansión de la matrícula y de cambio de su composición social no ha sido un proceso lineal, sino que está marcado por fases. La incorporación de diversos tipos de estudiantes ha marcado la propia historia de la educación superior y los cambios en múltiples dimensiones en las instituciones, los currículos y los sistemas. Podríamos referir varias etapas muy marcadas: aquella caracterizada por el ingreso de estudiantes varones de las capas medias urbanas y rurales, la marcada por el ingreso de mujeres y la feminización de algunas ofertas disciplinarias, el ingreso de trabajadores de los sectores de servicios formales de las capitales y de los grandes centros urbanos del interior y, actualmente, el ingreso de los estudiantes procedentes de las elites de los sectores indígenas y aquellos estudiantes con discapacidades miembros de sus respectivas elites.

       Cuadro n.o 4

       Evolución del grado de cobertura de la matrícula en América Latina

       1995-2015

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