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de la gente u oculto en algún rincón, paralizado por algún miedo incomprensible».67

      «Su principio fundamental en la vida era la egolatría»

      El conflicto interno entre las características «suficientes» y «deficientes» de la constitución psíquica provocado por el trauma de nacimiento constituyó el fondo sobre el que se formó un tipo psicopático de carácter en Grigori Rasputín. Lo más sencillo sería considerar que nos hallamos en este caso ante un «trauma orgánico», ante una psicopatía que fuera consecuencia directa de un trauma de parto, es decir, «orgánico». Sin embargo, no es este el caso, porque las psicopatías orgánicas se caracterizan por el embrutecimiento y la primitivización de los aspectos psíquicos de la personalidad y en ningún caso por la colisión entre «una mentalidad capaz de tener una visión de Estado» y «una memoria obtusa».

      Antes de intentar responder con mayor o menor exactitud a por qué corresponde dar el tratamiento de psicópata a Grigori Rasputín, qué tipo preciso de psicopatía presentaba y cuál fue el papel que jugó el trauma sufrido durante el parto en su desarrollo, probablemente convenga dedicar unas palabras a las psicopatías en sentido general. A toda persona normal le son inherentes una serie de rasgos de uno u otro signo que permiten establecer cuál es el tipo de su carácter, lo que supone, a su vez, la «ley fundamental» que rige su comportamiento. El carácter de una persona puede ser «histeroide», «esquizoide», «hipertímico», «epileptoide», «conformista», hasta un total de unos quince tipos distintos. Aun cuando el tono psiquiátrico de estos términos pudiera asustarnos, es menester dejar claro que no implica que todos estemos un poco locos. De hecho, lo que esto indica es que en las personas comunes, normales, están contenidas las mismas características, los mismos rasgos de la personalidad, que encontramos en las personalidades patológicas: ser sociable o reservado, avaro o dadivoso, agresivo o apocado, etc. La diferencia sólo estriba en que esas características se manifiestan en forma hipertrofiada en las personalidades patológicas.

      En los casos en que los mencionados rasgos de carácter se desarrollan sin rebasar determinado límite, no sólo no obstaculizan, sino que más bien estimulan el desempeño de la persona en la carrera que convenga a sus características psíquicas individuales. Un histeroide, por ejemplo, cuyo lema en la vida suele ser del tipo: «¡Miren cuán maravilloso soy!», podrá realizar cualquier tipo de actividad que le permita concitar la atención general. Podrá intentar convertirse en artista, maestro, guía turístico, etc. Y si cosecha éxitos en su profesión, el histeroide en cuestión puede considerar sin lugar a dudas que ha tenido suerte con su carácter y que sus rasgos de personalidad no rebasan el marco de lo normal.

      Por el contrario, cuando el carácter más que favorecer obstaculiza la adaptación social —es decir, el desempeño laboral productivo o el establecimiento de relaciones sociales—, y no sólo en circunstancias determinadas, sino en cada momento y en cualquier situación, entonces corresponde diagnosticar ese carácter como psicopático, es decir, marcado por una extravagancia patológica.

      Las manifestaciones psicopáticas se pueden atenuar parcialmente si el psicópata se encuentra rodeado por condiciones que le sean favorables, en el sentido de que permitan «perdonar» los rasgos más vulnerables de su carácter. Por el contrario, si por alguna razón desaparecieran esas condiciones, entonces se produce una «descompensación» y el psicópata comienza a comportarse de forma asocial y destructiva, en primer lugar contra sí mismo. Al margen de las psicopatías orgánicas, los científicos aún no han llegado a un acuerdo respecto a la cuestión cardinal de la psicopatía, a saber, las causas de su aparición, y si se tratan fundamentalmente de patologías adquiridas o condicionadas genéticamente.

      Regresemos ahora a la personalidad de Grigori Rasputín, comenzando por establecer su tipo psicopático como «his­teroide». Rasputín era una persona con un tipo de carácter histriónico y exhibicionista, cuyos motivos vitales son los elogios, los aplausos, la gloria, etc. En el caso de Rasputín, los ­rasgos histeroides se manifestaban en una conducta extra­vagante permanente. Todo parece indicar que el desarrollo de la psicopatía histeroide de Grigori Rasputín fue condicionado tanto por las características especiales de la educación que recibió y sus condiciones de vida (era hijo único en una familia patriarcal, «la niña de los ojos», cabría decir), como por toda una serie de padecimientos mentales derivados de un parto traumático: memoria deficiente, una prolongada enuresis, etc.

      La presencia de esos trastornos psicopáticos de la personalidad privaba al starets de una adaptación normal a la sociedad y lo empujaba a emprender incesantes aventuras sociales, en particular, al vagabundeo que, en realidad, venía motivado por su incapacidad para trabajar de forma planificada y productiva, así como para establecerse en un lugar específico. El único «lugar de trabajo» en el que Grigori Yefímovich consiguió mantenerse durante un período prolongado de tiempo, aunque sazonado de interrupciones, resultó ser el traspatio de la corte. Sin embargo, esa circunstancia es menos un testimonio de la normalidad del «padre Grigori» que una prueba de la dimensión

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