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de forma diferente desde el punto de vista de la presencia de fatiga, del comportamiento mental o de la manifestación de la velocidad. Así, podrán ser relevantes los siguientes tipos de duración:

      ■Duración de un punto: se relacionará esta duración con la intensidad, forma de juego o grado de estrés.

      ■Duración de una sucesión de puntos: lo importante para la dinámica del juego, desde el punto de vista de su complejidad, será la sucesión de unos puntos de elevada intensidad física y mental.

      ■Duración real de juego: será el tiempo de juego sin contar pausas. Aunque varía, por ejemplo, según el tipo de jugador y el partido, suele ser entre un 20% y un 30% del tiempo total.

      ■Duración total: se trata del tiempo total incluyendo recuperaciones y descansos largos. Tiene una gran importancia en las destrezas motoras, en la velocidad de juego y en el rendimiento mental. Según sea, podrán intervenir factores como un mayor riesgo de producirse una hidratación insuficiente, una depleción importante de glucógeno, un incremento de la lipólisis y proteólisis y conllevar la necesidad de modificar estrategias nutricionales.

      ■Duración del descanso: la relación trabajo/recuperación, tiene una enorme importancia en el entrenamiento, por lo que parece lógico que la relación que se va presentando durante todo el partido sea un factor a tener en cuenta. En ocasiones, con algunos jugadores sería interesante actuar sobre los períodos de descanso, tanto para mejorar la recuperación como para lograr una buena activación y concentración.

      Por supuesto, las diferentes duraciones están relacionadas entre sí: los puntos o sucesiones de puntos constituyen la duración real de juego, y junto a esta y los descansos, la duración total. Esta duración total influirá en el tiempo jugado, y ambos en la intensidad y nivel del juego de los puntos y sucesiones de puntos.

      La intensidad, a su vez, depende de las direcciones, ángulos, alturas y profundidad de los golpes, pero si nos limitamos a la velocidad de juego, serán determinantes lo pronto que se golpee la pelota y la velocidad que se logre con los golpes, aumentándose la densidad de golpes y reduciéndose el tiempo disponible para desplazarse. La velocidad durante el juego está muy unida a la idea de intensidad en toda su dimensión, y la capacidad de jugar a elevadas velocidades será el fruto de tener una gran capacidad de manifestarla.

      La velocidad resulta una cualidad determinante a la hora de poder desarrollar grandes intensidades de juego. En algunos casos, la velocidad de ejecución resulta el criterio de eficacia principal (Verkhoshansky, 1996, 2002). Sin embargo, es frecuente que se la considere una cualidad formada por otras cualidades básicas, principalmente la fuerza; una capacidad constituida por factores condicionales y coordinativos que habitualmente se presenta en íntima relación con la fuerza rápida.

HumanoSistema hipercomplejo → Sistemas interrelacionados entre sí y con el medio
TenisActividad compleja → Diferentes factores interrelacionados entre sí y con el oponente

      Tradicionalmente se la ha considerado una cualidad muy determinada por los factores hereditarios, lo que resulta cierto solo en parte pues depende sustancialmente de las características del sistema nervioso y de la distribución fibrilar. No obstante, la entrenabilidad de las diferentes manifestaciones de la fuerza y la complejidad del tenis, permite entrenar la velocidad por diversas vías. Al mismo tiempo, estas vías se pueden relacionar buscando sinergias positivas que permitan multiplicar las mejoras y lograr que sean más significativas. Dichas vías pueden abarcar las capacidades condicionales y coordinativas, pero también la técnica y los diversos factores psicológicos (tabla 1-1).

      La velocidad se manifestará, en relación a la técnica, mediante la forma de desplazarse por la pista y de golpear la pelota, y a la táctica y sistema de juego, siendo la velocidad y el tipo de entrenamiento para incrementarla diferentes según se esté utilizando para dominar el juego o para defenderse y contraatacar (fig. 1-1). Así, si el jugador está en situación ofensiva llevará a cabo movimientos predominantemente muy cortos con acciones explosivas y breves, mientras que si se encuentra en situación defensiva, los desplazamientos y el tiempo de recorrido serán mayores. Al mismo tiempo, la intensidad de juego se verá influida por otros factores como los psicológicos, la fuerza y la presencia de fatiga.

      A la hora de enfocar la preparación global de un tenista, las adaptaciones que se producen con estímulos generales en todos los sistemas serán suficientes en los estadios iniciales de la formación de un jugador. En el tenis, además, siempre habrá un elevado componente de juego específico que complementará la preparación en todas las fases de la formación. Sin embargo, cuando los niveles son altos o muy altos y para obtener progresos más sustanciales, se debe realizar una orientación con cargas y ejercicios mucho más especializados.

      Diversos estudios señalan cómo las diversas características fisiológicas y mecánicas de las tensiones musculares orientan y regulan los efectos del entrenamiento (Bosco, 2000; Gardiner, 2001). La especialización se hace cada vez más importante según aumenta la maestría deportiva, pero no debemos olvidar la importancia que tiene también la práctica, como mínimo orientada y significativa, en las fases sensibles y a edades tempranas. La especialización debe enfocarse a provocar adaptaciones en los órganos decisivos para los diversos procesos que determinan el alto rendimiento, por lo que las cargas deben estimular el desarrollo de estos de una forma premeditada.

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      Figura 1-1 Cristina Sánchez. El tenis y los deportes de equipo tienen elementos motores y metabólicos que se presentan de forma compleja con el resto de factores.

      Se ha confirmado mediante dinamometría y electromiografía que según sea el movimiento serán activados unos u otros músculos, pero también que dentro de los mismos músculos se producen mayores o menores tensiones según sean las acciones, aunque tengan grandes similitudes. En el ámbito del entrenamiento de la fuerza, se ha comprobado que pequeñas variantes en los movimientos producen modificaciones en las activaciones de los músculos, cogiendo mayor relevancia uno u otro, e incluso estableciéndose diferencias a nivel de los vientres y porciones musculares (Boeckh-Behrens y Buskies, 2005). Por lo tanto, los músculos se comportan de forma diferente según sea la acción con todas sus características: intensidad, orientación, continuidad en dirección y velocidad, grado de incertidumbre, etc.

      La especialización debe buscar también la capacidad de ejecutar las acciones específicas propias del deporte y no otras, aunque en ocasiones se producirán mejoras colaterales. No se trata solo de trabajar muscularmente o metabólicamente de una forma específica, sino de preparar la funcionalidad de todo el organismo, pues la fuerza o el consumo de oxígeno no garantizan la manifestación de estos factores al máximo nivel de su potencialidad. Para Zhelyazkov (2001), la adecuada preparación especial será la forma de desarrollar de forma óptima la potencialidad del jugador.

      Por lo tanto, el entrenamiento deberá ser funcional, entendido como aquel que está encaminado a proporcionar adaptaciones útiles para la manifestación durante el juego; específico, por respetar la estructura externa e interna del movimiento, y cognitivo, por presentarse en mayor o menor grado una consciencia de las tareas con diversas tomas de decisión.

      Podemos afirmar:

      ■La necesidad de tener un enfoque específico o al menos orientado o dirigido en la preparación de la velocidad.

      ■Esta especificidad nos llevará a un enfoque global a la hora de preparar la velocidad del tenista.

      ■La importancia de llevar a cabo cargas significativas en magnitud, orientación y carácter.

      ■Respetar la complejidad e interrelación de los diversos factores.

      ■Diseñar una programación y planificación adecuada para proporcionar

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