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      Quiero dedicar este libro a todos aquellos tenistas-amigos que, dejándome trabajar con ellos, me han permitido aprender de mis errores y evolucionar mediante erroracierto, ya que por mucho que planifiquemos, en series, repeticiones, etc., al final cada tenista es un mundo y lo que es bueno para uno no lo es para otro. Mención especial a mis hijos, Carlos y Gonzalo, por ayudarme con su pasión por el tenis como aficionados-federados, de quienes pude obtener mucha información y conocimientos.

      Doy las gracias a J. Manuel Cardesín y a Rafa Martín-Acero (al primero por su amistad y al segundo como docente) por las facilidades que me dieron para poder estudiar y documentarme, y a Francisco Seirulo, quien me inculcó esa inquietud por la búsqueda de ese nexo de unión que hay entre lo general y lo específico para llegar al cognitivismo. También agradezco la aportación de Milagros Ezquerdo, profesora de psicología del INEF de La Coruña, con la que pude colaborar estrechamente, y por último la ayuda inestimable que tuve de Lorenzo Hernández y sus ánimos reiterados para desarrollar mi formación como técnico, así como los trabajos que realizamos conjuntamente y que me fueron de mucha ayuda.

      Mención especial a Miguel Casal y a Bea Zapata, por la valiosa ayuda prestada, así como a Esther por su apoyo y colaboración; gracias a ellos es posible que este libro pueda ver la luz.

      Espero que os sea de utilidad, porque la idea de este libro es ser meramente práctico por encima de lo teórico, aunque también es necesario documentarse y llevar a la práctica lo aprendido de la teoría.

      Introducción

      Mis comienzos en el mundo del tenis como preparador físico se remontan aproximadamente a tres decenios, procedente del mundo del atletismo y como entrenador nacional y aficionado al tenis, por lo que mis comienzos fueron la aplicación pura y dura de los conceptos mecanicistas, que procedían y se desarrollaban en el atletismo. Las sesiones eran totalmente físicas, o sea, se corría para mejorar la resistencia y la velocidad, se aplicaban técnicas de carrera como tal, hacíamos cargas para mejorar la fuerza, y multisaltos y lanzamientos para mejor la potencia, además de trabajar las otras cualidades como la coordinación, equilibrio, flexibilidad, elasticidad, tan importantes para el tenis, pero enfocadas en la preparación general del tenista como atleta.

      Con el paso del tiempo vi que mis jugadores se mostraban fuertes, resistentes y veloces, pero su mejora no se transfería a la pista, ya que llegaban a la pelota pero no controlaban el golpeo, comiéndose materialmente las bolas. Su capacidad de recuperación en los partidos era envidiable, acababándolos perfectamente. Como preparador físico (PF) de tenistas tenía un problema, esas mejoras no se adaptaban al juego real y efectivo del tenista; las mejoras físicas obtenidas en los entrenamientos físicos no se reflejaban en los aspectos técnico-tácticos.

      Ante este problema me puse de inmediato a estudiar y practicar todo lo que rodeaba el mundo del tenis, asistiendo a cursos y simposios, a leer libros específicos, así como meterme en la piel del jugador y vivir situaciones afines a la de los chicos, poniéndolas en práctica con ejercicios o en situación para mejorarlas o corregirlas, conocer el esfuerzo y sensaciones que se experimenta en la acción, y adaptarlas según las necesidades de los tenistas. El PF debe saber transferir la mejora de la condición física a la práctica específica del tenis.

      Una vez reciclado y después de prepararme en la técnica y en la táctica como practicante, desde mi enfoque como PF empecé a desarrollar e incorporar algunos aspectos específicos, como es el trabajo de base, tanto en gimnasio como en pista, basándome en la ayuda prestada al jugador en su desarrollo y fortalecimiento, desde la perspectiva de un mayor control en los posicionamientos que debía adoptar en sus acciones de juego, así como los desplazamientos y carreras tanto progresivas como regresivas. De esta manera, el jugador empieza a adaptarse al distancia-tiempo y a tomar decisiones en función de cómo sea la bola del contrario, baja-alta, rápida-lenta, liftada-cortada, golpeos en carrera diferenciándolos con las posiciones estáticas, etc. De esta forma se empieza a conseguir la famosa transferencia de las mejoras físicas a las tácticas-estratégicas.

      Tras mejorar mi formación, enfoco la preparación principalmente a lo específico (para aquellos jugadores que han adquirido una buena y sólida base física), sin descuidar las bases físicas y condicionadas, mayoritariamente trabajamos el número de repeticiones, series y recuperaciones; se procura adaptar los tiempos a los que por «media estadística» se hacen en los partidos, teniendo en cuenta las características de cada tenista, pero respetando los tiempos de descuento de los partidos tanto en los cambios como en los juegos, y se busca una adaptación en la mejora de la recuperación activa apropiada al jugador. También se trabajan las ejecuciones de los golpes en función de las intensidades o repeticiones, que irán en función de las características de las pistas, ya que, como se sabe, en tierra batida los puntos se alargan más, y el impacto de la bola en el suelo amortigua la velocidad llegando al rival con menor peso.

      Por mi experiencia en este mundo tan maravilloso como es el tenis, donde la evolución ha sido muy grande, la bola es golpeada con más potencia (se juega más liftado) y se corre mucho más, las pistas son más rápidas (las duras), junto con una mayor participación en los múltiples torneos que se celebran, todo esto hace que el jugador sea más vulnerable a las lesiones, sobre todo aquellos que no poseen una buena condición física; si a esto se le añade las presiones a las que están sometidos o se someten ellos mismos, las recuperaciones en la mayoría de los casos son incompletas con serio peligro para su participación en el siguiente torneo, lo que hace que se tenga que dar mayor importancia a la recuperación activa antes y después del torneo.

      Se trata de un problema que el jugador y el coach deberían tener en cuenta, ya que no se pueden jugar todos los torneos habidos y por haber, y sobre todo jugarlos al cien por cien. Llega un momento en que el organismo está extenuado, sin capacidad de reacción, lo que obliga a parar, bien por las molestias musculares o por microtraumatismos.

      Hoy la competición es muy exigente; la adquisición de una mejor forma conlleva llegar al límite en todas las capacidades trabajadas y desarrolladas y que convergen para alcanzar tal fin. El mantenimiento de la forma hasta un límite máximo de las prestaciones nos puede llevar a una sobrecarga muscular que puede ocasionar que el tenista sufra lesiones de tipo musculares, tendinosas o ligamentarias.

      Esto último (lesión) es el principal enemigo del tenista por su exceso de participaciones y la falta de tiempo para la recuperación activa, aunque a veces hay otros agentes externos que pueden producir trastornos e inconvenientes para poder entrenar-jugar.

      Es importante el control alimentario por parte del jugador, hacer un régimen nutricionista apropiado, dormir lo necesario y sobre todo hacer una buena profilaxis para la prevención de las lesiones. Como ejemplo, podemos preguntarnos con relación a las últimas temporadas :

      image¿Cuántos jugadores del Gran Slam llegaron lesionados a final de temporada?

      image¿Cuánto tiempo tuvieron para recuperarse para la siguiente temporada?

      image¿Cuántos jugadores dejaron de ser n.º 1 por las lesiones?

      image¿Cuántos llegaron a intentar llegar al primer puesto y se quedaron en el camino? (Del Potro, Murray, Davidenko, Soderling)

      image¿Cuántos llegaron y estuvieron más de una temporada sin lesiones importantes?

      El ansia de llegar a la máxima meta hace que los sobreesfuerzos pasen factura, y todo lo que los jugadores se esfuerzan para acercarse al primer puesto del ranking lo pierden para recuperarse de dichos sobresfuerzos, que a veces se convierten en lesiones.

      A modo de ejemplo cito lo dicho por Murray

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