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Secta. Stefan Malmström
Читать онлайн.Название Secta
Год выпуска 0
isbn 9788412272536
Автор произведения Stefan Malmström
Жанр Языкознание
Серия Off Versátil
Издательство Bookwire
Hacía seis meses que Jenny había terminado el instituto en Karlskrona con matrícula de honor. Ahora trabajaba en una cafetería. Se había tomado un año sabático y planeaba empezar los estudios universitarios el otoño siguiente.
Se acurrucó en el sofá rojo —recién adquirido en IKEA— de Victoria, la hermana de su novio Stefan. Victoria vivía en un moderno piso de la calle Kungsgatan, en el centro de Ronneby. Acababa de cumplir veintitrés años y había invitado a unos amigos a comer tarta. Planeaba organizar una fiesta más adelante, a lo largo de ese mes.
Peter estaba hundido en un sillón enfrente del sofá y sujetaba un cigarrillo con elegancia. La mesa de centro estaba llena de platos de postre vacíos y de tazas. Hablaban mucho de política, cosa que a Jenny no le interesaba nada. La coalición burguesa había ganado las elecciones y había puesto fin a una etapa de tres legislaturas socialdemócratas seguidas. Justo ese día, el conservador Carl Bildt había tomado posesión del cargo de primer ministro. Peter pensaba que Suecia había regresado al buen camino.
Desde el impresionante equipo de sonido Pioneer, la sedosa voz de Whitney Houston los envolvía: I’m your baby tonight.
A la izquierda de Jenny estaba su novio, Stefan, y a la derecha, la hermana mayor de Stefan, Victoria. De las ocho personas que había en el salón, Jenny solo conocía a ellos dos. La última vez que había estado sentada en un sofá con Victoria había sido dos meses atrás, en casa de sus padres, un domingo a la hora de la merienda. Ese día, Stefan le había presentado a sus padres en medio de un ambiente tenso que Victoria había decidido relajar un poco. De pronto dio un respingo, se apartó de Jenny, se tapó la nariz, rio y dijo: «¡Uy, Jenny! ¿Te has tirado un pedo?».
¡Qué mala había sido Victoria! Jenny quiso que se la tragara la tierra. Intentó protestar, pero no sirvió de nada. Se puso completamente roja. Estaba segura de que toda la familia de su novio pensaba que tenía gases.
Así que esa era la segunda vez en solo unas semanas que se sonrojaba mientras estaba sentada en un sofá. La pregunta de Peter hizo que todo el mundo callara y mirara a Jenny. «¡Odio ponerme roja todo el tiempo!», pensó. Siempre la había incomodado ser el centro de atención. Hablar delante de sus compañeros en clase le suponía una tortura, aunque sabía que era guapa y una de las mejores estudiantes de su instituto. Cuando los profesores repartían los exámenes y anunciaban las notas en voz alta, una costumbre en las aulas de Suecia, casi siempre era ella quien había obtenido los mejores resultados. Pero le molestaba terriblemente oír su nombre y que todo el mundo la mirara. El calor se le subía a las mejillas automáticamente. La cosa se había salido tanto de madre que a veces le ocurría incluso antes de que repartieran los exámenes: se sonrojaba solo de pensar que pronto iba a ponerse roja.
En el salón de Victoria, todos miraron a Jenny. Los pensamientos se le arremolinaron en la cabeza. Se sintió presionada y nerviosa. De modo que, naturalmente, se ruborizó.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
Peter sonrió.
—Bueno, piensa en 1787. Y trata de proyectar una imagen que asocies a este año.
Jenny dudó, pero se sentía obligada a responder.
—Mujeres con vestidos bonitos —dijo—. Un baile. —Soltó una risita y miró a Peter.
—Muy bien —sonrió él—. ¿Dónde estás?
—No lo sé.
Peter no se rindió.
—¿Qué pensamiento ha venido a tu cabeza la primera vez que te he hecho la pregunta?
—Mmm. ¿París, quizás?
—¡Genial! ¿Qué lugar concreto de París? ¿Ves algún edificio?
Jenny cerró los ojos. Se agarró a la primera imagen que le vino a la cabeza.
—Un palacio. Versalles.
—¡Muy bien, Jenny! Y en el baile, ¿tú quién eres?
—¿Yo?
—Sí. ¿Te ves allí? ¿Quién eres?
Jenny cogió su taza y dio un sorbo de té para ganar un poco de tiempo.
—No lo sé. ¿Quizás una de las personas que baila?
—Descríbete.
Jenny volvió a cerrar los ojos. Bajo sus párpados, visualizó un gran salón de baile lleno de gente engalanada con ropa del siglo xviii. Luego vio a una bella mujer joven con un vestido de baile blanco. Reía y bailaba.
—Llevo un vestido blanco. También peluca, porque el peinado es muy voluminoso y está adornado con perlas. Ah, y una máscara.
Se quedó en silencio, un poco sorprendida por todos los detalles que acababa de revelar, aunque sospechaba de dónde podía haberlos sacado. El año pasado habían leído sobre la Revolución francesa en clase. A ella le había fascinado la historia de María Antonieta y había cogido un libro prestado de la biblioteca sobre ella. En el salón no se oía ni una mosca.
—¿Quién eres?
—Una mujer noble de la corte. —La respuesta le llegó de repente—. Mi deber es templar a la reina. Ese es mi trabajo. —Sonrió y miró a los demás. Le devolvieron la sonrisa.
—¡Fantástico! —dijo Peter—. ¿Hay alguna razón por la que creas que has visto esta imagen en particular?
Peter se inclinó hacia Jenny. La música había parado y la habitación estaba en silencio. Luego le preguntó:
—¿Puede ser que lo que acabas de contarnos sea un recuerdo y no solo fruto de tu imaginación?
Jenny miró a su alrededor. Los demás la observaban con interés. Estaba claro que para ellos aquella conversación no era extraña. Se dirigió a Peter:
—¿Te refieres a que en una vida pasada fui una mujer noble en París? —Soltó una carcajada—. Sí, quizás sí. Pero también puede ser que me esté acordando de un libro sobre María Antonieta que cogí prestado de la biblioteca hace unos meses.
—¿Por qué crees que estabas interesada en María Antonieta? —respondió rápidamente Peter.
Quizás lo que decía tuviera