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empezaron a fundarse también por aquella época. Estos primeros clubes y encuentros se produjeron con frecuencia sobre la base de las amistades escolares.

      Las iglesias fueron otra de las agencias más importantes en la difusión del mensaje deportivo. Como medio de intervención, tenían bastante fácil el acceso a las comunidades y barrios de trabajadores y disponían de terrenos que podían transformarse en campos de juego. Además, los curas jóvenes creían en los deportes, y descubrieron que el balón de fútbol podía ser un buen medio para atraer el pueblo hacia Dios. Miles de clubes y equipos deportivos, de los que sobreviven sólo una minoría, se constituyeron al amparo de instituciones religiosas; algunos ejemplos de clubes constituídos en torno a las iglesias son el Aston Villa (Villa Cross Weslwyan Chapel, 1874), el Bolton Wanderers (Bolton Christ Church, 1874), el Birminghan City (Trinity Church, 1875), el Everton (St. Domingo’s Church Sunday School, 1878; de él se desgajó posteriormente el Liverpool FC), el Totenham Hotspur, 1878, etc. Todos los clubes fundados en la ciudad de Liverpool durante la década de 1870 lo fueron en torno a las diferentes iglesias (Barbero, 1993).

      El interés o altruismo de ciertos patronos hizo que las fábricas se convirtiesen también en un foco de creación de clubes deportivos. Los equipos de fútbol formados en torno a ellas constituyeron una de las características recreativas del proletariado de las ciudades industriales. La extracción social de estos equipos trajo consigo una forma distinta de ver el fútbol, así como diversas modificaciones en el estilo de juego. Su creciente influencia dio lugar en la década de 1880 al debate sobre el profesionalismo, que estuvo a punto de provocar un cisma en la Asociación de Fútbol; finalmente, estos equipos de obreros profesionales acabaron dominando en muy poco tiempo todas las competiciones. Algunos de los equipos más conocidos fundados a la sombra de las fábricas son el Manchester United, creado al cambiar el nombre del Newton Heath en 1902, y cuyo origen fue la Lancashire/Yorkshire Railway Company en 1880; el Royal Arsenal FC, que después se llamó Woolwich Arsenal y sólo Arsenal a partir de 1914, tuvo su origen en la fábrica de explosivos y municiones Woolwich en 1886 (Barbero, 1993).

      Las escuelas de pueblo constituyeron otro lugar donde los profesores pudieron poner en práctica lo que habían aprendido. El proceso fue aquí más lento porque la escolarización obligatoria tardó en hacerse efectiva en la práctica. En cualquier caso, hacia finales del siglo XIX, la mayoría de las grandes ciudades inglesas contaba ya con una red de competiciones escolares. La escuela estatal contribuyó a la conversión del fútbol en el deporte del pueblo. Equipos nacidos en torno a escuelas son, por ejemplo, el Blakburn Rovers (Blakburn Grammar School, 1874), Leycester City (Wyggeston School de Leycester, 1884) o el Queens Park Rangers (Droop State School de Londres, 1885) (Barbero, 1993).

      En aquellos primeros años de la Football Association el balón aún constituía un problema, pues se seguía utilizando uno de forma ovalada. Era una herencia de la superada tradición a la que sería necesario renunciar por dos motivos: por una parte, para evitar el sarcasmo de los practicantes del rugby; por otra, sencillamente, porque el manejo de un balón oval con los pies presenta notables dificultades. Lentamente, se impuso el balón completamente redondo (Enciclopedia Mundial del Fútbol, 1981).

      Muchos partidarios del rugby auguraron a la «herejía» futbolística una breve existencia, pero el proceso sería todo lo contrario a la profecía rugbística. El fútbol robustecería, con mayor rapidez de la prevista, su propia personalidad y no solamente en el ámbito del juego propiamente dicho, considerado como ejercicio, sino también a escala teórica, en sus normativas, reglamentaciones y proyectos; y acabaría configurando un mundo deportivo propio cuya envergadura rebasaría con mucho cualquier previsión optimista.

      Así pues, frente a la opinión de los ortodoxos veteranos del rugby, el fútbol progresó, y lo hizo rápido, antes de que finalizara el siglo de la primera industrialización; la expansión se produjo, lógicamente, en el ámbito de las Islas Británicas, sede de la gran escisión.

      Esta expansión se refiere tanto al número de adeptos como al marco geográfico. Tras las primeras fundaciones de clubes en Inglaterra, ahora le tocaba el turno a Escocia, allí se fundó en 1867 el Queens Park Club.

      «En 1873 se fundó la Federación Escocesa, entidad que rápidamente organizó la primera copa de Escocia. En 1876 los galeses optaron por formar su propia federación y su primer campeonato. Poco después, en 1879, en Irlanda surgió el primer equipo, el Clifftonville Club, y su federación nacional al año siguiente, en 1880. El fútbol de asociación estaba ya definitivamente organizado en las Islas Británicas al iniciarse la década de 1880» (Enciclopedia Mundial del Fútbol, 1981, pp. 26-28).

      Los británicos fueron, en definitiva, los grandes creadores del fútbol tal y como hoy lo conocemos. Pero no solamente se limitaron a practicarlo en su propio país. Fueron también ellos quienes lo exportaron, a través del Canal de la Mancha, hacia el continente europeo, y al mismo tiempo, cruzando el Atlántico, hacia América Latina.

      Fue precisamente España uno de los primeros países en asimilar la nueva práctica deportiva del fútbol. Curiosamente, en esta ocasión la novedad no penetró, como tantas y tantas veces, a través de los Pirineos, sino que lo hizo por el sur de la península, concretamente por la provincia andaluza de Huelva, en donde capitales británicos usufructuaban las importantes minas cupríferas de Río Tinto, y sus técnicos y obreros dirigían las labores de explotación del mineral. Unos cuantos de estos trabajadores británicos fundaron en 1872 un equipo de fútbol que tomó el nombre de Huelva Recreation Club, consolidado oficialmente y ya con mayoría de españoles, en 1889, con el nombre de Recreativo de Huelva. A partir de esa primera conexión, el interés por el fútbol no tardó en prender en otras áreas del país, comenzando por las urbes más industrializadas y, consecuentemente, más abiertas a la innovación: Bilbao y Barcelona. En Bilbao, en 1898, fue fundado el Athletic Club de Bilbao, y al año siguiente en Barcelona, un joven suizo radicado en la ciudad catalana, Hans Gamper, fundó con un grupo de amigos el Club de Fútbol Barcelona (Enciclopedia Mundial del Fútbol, 1981).

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