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Estructurar el número de componentes que han de intervenir.

      • Obtener la máxima velocidad de ejecución tras lograr la posesión del balón.

      También es conveniente determinar cómo el equipo adversario percibe la acción por sorpresa y cómo actúa ante la situación de peligro y su desorganización defensiva.

      Así pues, la aplicación de ejercicios analíticos debe ir encaminada a la recuperación del balón en su sentido defensivo (interceptación, entrada, carga, pantalla, etc.); después, cada uno debe adaptar la técnica individual ofensiva a colectiva (golpeo a puerta, pase en carrera, recepción o control orientado, regate, conducción mínima, pared, etc.) y en el menor tiempo posible. Procure desarrollar las opciones colectivas (juego en profundidad, desmarque de ruptura, apoyo, desplazamiento sobre el espacio libre entre el guardameta y la línea defensiva, superioridad o igualdad numérica, etc.) con trabajos en grupo para evitar la temporización y la organización defensiva del rival.

      De acuerdo con la estructura de los requisitos y las previsiones de cualquier acción ofensora o contraofensiva del equipo, hay quien se basa por sistema en el contraataque como fundamento de juego del rival. Es posible establecer un orden cronológico para el desarrollo del contraataque.

      Un equipo de carácter atacante, defensivo o de contragolpe lo que pretende es reducir el espacio del campo ajeno y evitar que progrese el balón, procurar que el balón esté próximo a la portería adversaria para romper su iniciativa atacante y reducir la fase de creación por la de finalización para favorecer así nuestros intereses. Y si se efectúa por intervención individual, mejor, por los riesgos que exige este proceso para su correcto desarrollo.

      El trabajo de contragolpe en campo contrario tiene ciertas dificultades que se han de analizar para que, después de entrenarlas, las respuestas elegidas sean significativas para nuestras posibilidades, que deben dificultar las acciones que el adversario plantee con su juego. Por eso, es necesario tiempo y esfuerzo colectivo para llevar a cabo cualquier sistema que emplee el contraataque sobre las proximidades de la portería rival y en campo adversario. El contraataque hay que organizarlo bien. También es conveniente analizar los fallos en la estructura defensiva del adversario.

      Por lo tanto, hemos de conocer cuáles son las zonas útiles para desarrollar un contraataque, es decir, los espacios que nos beneficien y nos proporcionen un alto porcentaje de posibilidades de superar al adversario que, teniendo el balón, nos lo deja en nuestro poder. Son zonas donde previsiblemente nosotros deseamos contactar con el balón con seguridad y precisión para súbitamente responder con una “contra” al ataque adversario. ¡Y si logramos desencajar su estructura, mejor!

      El factor sorpresa ha de ser siempre un estímulo perceptible por el adversario al ver que pierde el balón y la iniciativa atacante, que pasa al rival. Con la evolución del contraataque, se percibe si se ha organizado con coordinación, si supera al rival y desorganiza su estructura ofensiva y defensiva, que quedan rota por el avance del adversario.

      Por lo tanto, la primera sorpresa será para el poseedor que ve que no tiene una fácil salida y que sus colaboradores directos se encuentran marcados y desorganizados ante la ruptura ofensiva. Carece de tiempo para pensar y para recuperar el equilibrio de las líneas (apoyos, repliegues, coberturas, basculación, rotación o permutas) en el sistema defensivo. Su estructura de equipo hace agua.

      Una vez determinada esa zona de actuación para la recuperación del balón, se ha de intervenir con precisión, descongestionando la zona con la transmisión del balón con velocidad (pase corto o largo, pared, relevo, regate con cambio de orientación, apoyos o desdoblamientos), procurando incidir en la amplitud de las diversas líneas del sistema o en el juego de profundidad, que entraña un mayor riesgo por la intervención del guardameta o de la penúltima línea defensiva del rival. Esto puede requerir una organización colectiva.

      Para ello, los jugadores recuperadores del balón han de tener una gran capacidad de apreciación del juego táctico (individual y colectivo) y decidir los conceptos que prevalecen para que el balón sea jugado por las zonas débiles dejadas por el adversario. Además, deben acordar los compañeros que les apoyen con el fin de superar de forma inmediata al rival, que puede encontrarse en inferioridad, igualdad o superioridad numérica. Debe concretarse el número de intervenciones para no dejar nada al azar.

      Los colaboradores directos del poseedor del balón han de combinar estos conceptos tácticos con criterios ofensivos tanto para realizar un juego ofensivo como para desinhibirlo para el juego de contraataque. En este caso, el tiempo de traslación es exigente para todos, sobre todo para las líneas más próximas a la finalización de la acción en el área adversaria o en las proximidades. No obstante, siempre hay situaciones límites, como cuando el poseedor recupera el balón por error de pase en la mitad del campo y ve adelantadas las últimas líneas, incluido el guardameta; entonces el mejor contraataque es el golpeo a balón dinámico, siempre que el ejecutor tenga la capacidad de alcanzar la distancia que le separa para lograr gol. Es una decisión que coge a todos por sorpresa, pero si se dispone de un buen ángulo de portería, se ha de intentar. Esta estrategia debe plantearse y ensayarse en los entrenamientos.

      En el caso de que el balón sea jugado por la cooperación de los compañeros más próximos, el contraataque se ha de orientar para garantizar siempre el factor sorpresa, sin dar tiempo al rival a organizarse defensivamente. Por eso, los desmarques de apoyo y de ruptura, como la creación de espacio, el desdoblamiento o las permutas, han de oscilar por las zonas más débiles de las posibles variantes defensivas que plantee el adversario. Estas zonas son perceptibles, pero puede que a la mayoría les resulte complejo captarlas en pleno juego.

      Puede que al adversario no le dé tiempo a que lleguen los apoyos defensivos, que no puedan conectar con la irregular cobertura defensiva, ni que la temporización ni los repliegues faciliten la amplitud defensiva, y que la profundidad defensiva se distancie en la estructura del sistema de fuego elegido o que el guardameta se sienta inseguro en la apreciación de las distancias y no perciba el sentido de la trayectoria del balón en el juego ofensivo. El tiempo marca un ritmo de juego y se siente como una fatiga. ¡No lo dude, entrene con datos!

      Al mismo tiempo que se planifica el posible juego ofensivo del contraataque, también se ha de establecer un paralelismo defensivo para mantener el equilibrio de las diversas líneas del sistema de juego aplicado. Si el contraataque no finaliza en el lugar o en una zona deseada, por imprecisión propia, por infracción del reglamento (fuera de juego, falta...) o por intervención directa del rival, el equipo debe recuperar el balón de forma dinámica o reanudar el juego con el balón a su favor.

      Anote qué jugadores llevan a cabo cualquier tipo de contraataque, valore sus capacidades y entrene las variables ante sistemas defensivos diversos. Procure incentivar el juego colectivo más que el individual, ya que el contraataque así lo exige. Indique los principios en que se basa la organización de cada acción combinada que se da en el juego competitivo y cuál ha sido su rendimiento, así como los aciertos y errores propios y del rival, si estos han sido a nuestro favor o bien si estamos programando adecuadamente la contra de cualquier contraataque, sistematizándolo y adquiriendo un estilo genuino de juego.

      Cuanto menor sea la improvisación, es evidente que el conocimiento del juego ofensivo será más dinámico y colectivo. El fútbol, como cualquier deporte de equipo, ha de conocer y emplear el contraataque ante cualquier sistema de juego. El contraataque no ha de buscar la superioridad numérica ni menos el repliegue hacia el propio campo para, desde allí, diseñar y articular en fases completas (inicio, transición o elaboración y finalización) que todo contraataque suele tener, independientemente del tipo de contraataque aplicado (contraataque directo y contraataque apoyado).

      Se ha de tener claro el concepto de marcaje colectivo sobre el poseedor del balón, cómo presionar en una zona débil del adversario o cómo jugar con pressing o dar el balón al adversario en un momento dado para hacerle creer que tiene la iniciativa y, en cambio, es el estímulo para recuperar ese “balón de engaño”, al ver que sus líneas defensivas se desequilibran hacia el ataque,

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