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que…?

      –¿Crees que soy idiota?

      Lo fulminó con la mirada, y él se sintió aliviado.

      –Lo siento, es que… tengo mucha experiencia con mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia doméstica.

      –¿Experiencia personal?

      –No.

      No había sido testigo de ella de niño, ni tampoco la había sufrido en sus carnes.

      –En el trabajo. Sería horrible ver a la madre de uno pasar por eso.

      Bastante duro era verlo en las familias de los chicos a los que trataba de ayudar.

      –¿Te acuerdas que te conté lo del testamento impugnado?

      Él asintió.

      –La cena de anoche era con la otra parte interesada.

      ¿Y había terminado con acusaciones y palabras airadas?

      –Lamento que no fuera bien.

      –Te lo agradezco, pero no tiene nada que ver con el trabajo. Lo que necesitamos ahora es idear un plan de acción.

      Rico estaba tan acostumbrado a que la gente le pidiera, o más bien le exigiera, ayuda que la actitud decidida de Neen lo dejó perplejo. En el buen sentido.

      –Creo que lo más importante es, lo primero, fumigar el local, y lo segundo, llamar a un electricista para que compruebe el estado del tendido. Las ratas se lo comen todo.

      –Conozco a uno que estará dispuesto a ayudarnos a cambio de publicidad.

      –¿Cómo de grandes van a ser nuestros menús, Rico?

      Él soltó una carcajada.

      –No tengo contactos en el sector del control de plagas.

      –Es obvio que te preocupa el presupuesto.

      Neen se llevó la cerveza a los labios y él se dio cuenta de pronto de lo bonita que era. No era llamativa o vistosa; nadie diría que era bella, pero la mata de espeso pelo castaño, la naricilla respingona y la boca ancha la convertían definitivamente en una chica atractiva.

      Ella se llevó la mano a la cara.

      –¿Qué pasa?

      ¿Qué estaba haciendo? No tenía tiempo de ponerse a ponderar atributos femeninos, ni de coquetear, ciertamente no con una empleada. Estaba cansado, no se había tomado vacaciones desde hacía… diez años.

      –Es normal preocuparse por el presupuesto.

      –Mira, esto va a ser una cafetería benéfica. Un programa para formar a los jóvenes menos favorecidos y ayudarlos a encontrar trabajo, ¿no? Seguro que si conseguimos que la comunidad lo apoye el radio de acción será mucho mayor.

      –Eso es lo que pretenden todas y cada una de las iniciativas benéficas. Y la comunidad está… un poco harta de estas iniciativas. La generosidad de la gente tiene un límite.

      Rico lo comprendía, pero si pudiera involucrar a unas cuantas empresas más… El problema era que sus chicos no eran graciosos y adorables. Eran desgarbados, malhumorados y respondones, lo cual no ayudaba a la hora de hacer publicidad.

      –Hace un tiempo una familia perdió su casa a causa de una tormenta. No sabían que el seguro no lo cubría. Una emisora de radio hizo un llamamiento para que gente de diferentes oficios ofreciera su ayuda. Se vieron inundados de ofertas. Por lo visto, la publicidad que recibieron compensó el trabajo que hicieron. Nosotros podríamos hacer algo parecido.

      –Tengo un contacto en una de las emisoras.

      El corazón de Rico comenzó a latir rápidamente. Si pudieran conseguir a un fumigador y un electricista gratis… Durante unos instantes sintió la tentación de tomar el rostro de Neen entre las manos y besarla, pero en lugar de eso le dio un trago a su bebida.

      –¿También tienes contactos en la televisión local? –preguntó ella removiéndose en el asiento con los ojos brillantes.

      –¿Estás pensando en que nos entrevisten a ti, a mí y a algunos de los chicos?

      –Yo preferiría pasar desapercibida.

      Rico recordó lo de su exnovio y apretó los puños por debajo de la mesa.

      –Entiendo. Mira, Neen, he hablado varias veces con los medios, y a mí no me plantea ningún problema. Pero algunos de los chicos se expresan fatal.

      –¿Por qué no hacemos algo divertido, usando el humor?

      –¿Como qué?

      Ella rio de repente, y él se dio cuenta de que olía al fresco aire alpino del parque nacional del suroeste de Tasmania. Un lugar que no había visitado en más de… diez años.

      –Podríamos mostrar a un grupo de adolescentes caminando por la calle en actitud amenazadora y una voz en off que dijera: «¿Le gustaría ver a estos chicos merodeando por su calle?». También unos viejecitos metiéndose en sus casas a toda prisa y cerrando la puerta con llave. Luego, enfocaríamos la cafetería, donde estarían todos los chicos trabajando y sirviendo café y tartas deliciosas a los vecinos que antes estaban atemorizados. La voz en off podría decir algo así como: «Ayúdenos a apartarlos de la calle y a encontrarles un empleo».

      Rico no pudo evitar reír al imaginar la escena.

      –Costaría dinero… y tiempo.

      –¿Pero, y si hace que la gente se fije en nuestra causa?

      En eso tenía razón.

      –Bueno, pasemos al siguiente punto. Tú te encargas de la campaña publicitaria.

      –Una vez obtengamos la aprobación del departamento de sanidad y riesgos laborales, podríamos organizar una jornada de trabajo. Podríamos pedir ayuda a través de la radio. ¿Crees posible convencer a tus adolescentes de trabajar a cambio de nada?

      –A algunos, sí.

      Algunos deseaban una oportunidad desesperadamente.

      –Si ayudan a pintar y a decorar la cafetería se sentirán más involucrados en el proyecto. Sobre todo si reciben pizza gratis a cambio.

      –Es un plan excelente.

      –También tendríamos que promocionar la apertura de la cafetería. ¿Crees que podríamos sortear tickets para el almuerzo el día de la inauguración?

      –Creo que es una idea estupenda, pero me gustaría que ese día siguiera siendo el miércoles de la semana que viene.

      –Pues vamos a tener unos días de lo más ajetreados, ¿no crees?

      –Totalmente. Yo preferiría anunciar un evento para dentro de dos meses, e invitar a propietarios de restaurantes y hoteles, a encargados de empresas de catering…, a cualquiera que pudiera estar interesado en contratar a nuestros aprendices.

      Ella aplaudió.

      –Podríamos organizar un almuerzo para la Copa Melbourne. Para entonces los chicos tendrán algo de experiencia.

      –¡Genial!

      Él se acomodó en el asiento. Después de tanto trabajo duro e interminables trámites burocráticos, Rico comenzaba a apreciar el lado divertido del proyecto y a convencerse de que podrían hacerlo funcionar. Miró a Neen y de nuevo sintió la necesidad de inclinarse hacia ella y besarla. Por pura gratitud, nada más. Terminó su limonada de un trago.

      –Neen, estoy impresionado. Desde el momento en que entraste en mi oficina supe que eras la persona adecuada para el trabajo.

      –¿Pero?

      –Pero no me había dado cuenta hasta ahora de hasta qué punto. Cuando te negaste a firmar un contrato por dos años, dudé de tu compromiso, pero me equivoqué. ¿De dónde salen tanta energía y tantas ideas?

      Los ojos

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