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2 Samuel 5, que recoge por primera vez la toma del poder por parte de David en Jerusalén, se menciona casi como una digresión que David tomó más concubinas y mujeres de Jerusalén, después que vino de Hebrón (v. 13). ¡Debemos notar, y notar bien, que el que David tomara más mujeres era pecado! Deuteronomio 17, que estableció las normas para los reyes hebreos, les ordenaba abstenerse de tres cosas: 1) tener muchos caballos, 2) tomar muchas mujeres, y 3) acumular mucha plata y oro (cf. vv. 14-17). David cumplió bien con lo primero y lo último, pero fracasó totalmente en cuanto a lo segundo por hacerse deliberadamente de un numeroso harén.

      Debemos entender que en la vida de David se había enraizado una progresiva insensibilización al pecado, con el consiguiente descenso de santidad. La colección de esposas de David, aunque era “legal” y no se consideraba adulterio en la cultura de su época, sin embargo, era pecado. Los excesos concupiscentes del rey David lo insensibilizaron al llamamiento santo de Dios en su vida, como también al peligro y a las consecuencias de la caída. En resumen, la aceptación por parte de David de la sensualidad socialmente permitida, lo insensibilizó al llamado de Dios y lo convirtió en presa fácil del pecado funesto de su vida.

      Es la sensualidad “legal” y la condescendencia con lo culturalmente aceptable lo que nos llevará a la ruina. Las prolongadas horas de mirar indiscriminadamente la televisión, es uno de los grandes culpables de esta insensibilización. La supuesta conversación masculina, de doble sentido, con chistes soeces y risa por las cosas que debieran sonrojarnos, es otro de los instrumentos perniciosos. La mundanalidad común ha reblandecido astutamente a los hombres cristianos, como lo corroboran las estadísticas. El hombre cristiano que sucumbe a la insensibilización de la mundanalidad aceptada, se prepara para una caída.

       Su relajación en cuanto la disciplina

      El segundo error en la conducta de David que lo llevó al desastre, fue la relajación de los rigores y de la disciplina que siempre había sido parte de su vida activa. David se encontraba en la mitad de su vida, con aproximadamente cincuenta años de edad, y sus campañas militares habían tenido tanto éxito que no era necesario que él personalmente saliera a combatir. Por tanto, con toda razón le dio el trabajo de acabar con el enemigo a su competente general, Joab, y luego se fue a descansar. El problema era que la relajación se extendió a su vida moral. Es difícil mantener la disciplina interior cuando uno se relaja así. David se volvió inmediatamente vulnerable.

      David no sospechaba que algo insólito iba a ocurrir ese aciago día primaveral. Él no se levantó y dijo: “¡Madre mía, que día tan hermoso; creo que voy a cometer un adulterio hoy!” Aprendamos la lección que hay aquí. Precisamente cuando pensamos estar totalmente a salvo, cuando sentimos que no hay ninguna necesidad de mantenernos alertas para continuar ocupándonos de nuestra integridad interior y para disciplinarnos en la santidad, ¡es cuando se presenta la tentación!

      Su obsesión

      Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. (2 Samuel 11:1-3)

      Había sido un día caluroso y caía la tarde. El rey se paseaba por el terrado del palacio para tomar un poco de aire fresco y para mirar a su ciudad al final de la tarde. Mientras miraba, sus ojos vieron la figura de una mujer extraordinariamente hermosa que se bañaba sin ningún pudor. En cuanto a lo hermoso que era, el hebreo es explícito: la mujer era “muy hermosa” (v. 2). Era joven, estaba en la flor de la vida, y las sombras del crepúsculo la hacían aun más seductora. El rey la miró .. .y continuó mirándola. Después de la primera mirada David debió haber dirigido la vista en la otra dirección y debió haberse retirado a sus habitaciones, pero no lo hizo. Su mirada se convirtió en una mirada fija pecaminosa y después en una mirada ardiente y libidinosa. En ese momento, David se convirtió en un viejo verde y lujurioso, apoderándose de él una obsesión lasciva que tenía que satisfacer.

      Dietrich Bonhoeffer observó de que, cuando la lujuria toma control de la persona, “en ese momento Dios .deja de ser real .Satanás no nos llena de odio contra Dios, sino que nos hace olvidar a Dios”.5 ¡Qué gran sabiduría hay en esta afirmación! Cuando estamos dominados por la lujuria, la realidad de Dios se desvanece. Cuanto más lascivo se volvió, tanto menos real se hizo Dios para él. No sólo disminuyó su conciencia de Dios, sino que también perdió conciencia de quién era él mismo, de su santo llamamiento, de su fragilidad y de las consecuencias inevitables del pecado. ¡Esto es lo que ocasiona la lujuria! Lo ha hecho millones de veces. Dios desaparece de la vista de los que han sido embotados por la lujuria.

      La verdad exige que usted se haga unas cuantas preguntas muy serias: ¿Ha desaparecido Dios del panorama? ¿Lo vio alguna vez con colores brillantes, pero ahora su recuerdo se ha opacado como una vieja fotografía? ¿Tiene usted una obsesión inmoral que se ha convertido en lo único que usted puede ver? ¿Es su deseo sexual lo más auténtico que hay en su vida? Si es así, entonces usted está en un gran problema. Por tanto, necesita dar algunos pasos decisivos, como veremos más adelante.

      Su racionalización

      De su obsesión fatal, el rey David descendió al escalón siguiente: la racionalización. Cuando sus intenciones se hicieron evidentes a sus subalternos, uno de ellos trató de disuadirlo, diciéndole: “Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías heteo.” Pero David no iba a permitir quedar desairado, de modo que una fuerte racionalización se produjo en su mente, quizás tanta como la sugerida por J. Alian Peterson en su libro The Myth of the Greener Grass [El mito de que el césped más verde está en el patio ajeno]:

      Urías es un gran soldado, pero probablemente no es tan buen amante o esposo; es mucho mayor que ella, y estará fuera durante mucho tiempo. La joven necesita un poco de consuelo en su soledad. En esto puedo ayudarla. Nadie resultará perjudicado. No busco nada malo con eso. No es lujuria; sé lo que es eso. Es amor. Eso no es lo mismo que encontrar una prostituta en la calle. Dios sabe que es así. “Tráiganmela.”6

      Una mente controlada por la lujuria tiene una capacidad infinita para la racionalización.

      • “¿Cómo puede ser malo algo que produce tanto placer?”

      • “Dios quiere que sea feliz; estoy seguro de que Él jamás me negaría algo que sea indispensable para mi felicidad, ¡y esto lo es!”

      • “El asunto aquí es de amor. Estoy obrando con amor, con el máximo amor.”

      • “En primer lugar, Dios jamás estuvo de acuerdo con mi matrimonio.”

      • “Los cristianos y sus estrechas actitudes condenatorias me tienen harto. Me están condenando. ¡Ustedes son mucho más pecadores que yo!”

      Su degradación (adulterio, engaño, asesinato)

      La progresiva insensibilización, relajación, obsesión y racionalización de David lo llevaron a uno de los fracasos más grandes de la historia, y a su degradación. “Y envió David mensajeros y la tomó; y vino a él, y durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta (2 Samuel 11:4,5). David no se percató que había dado un paso en falso en el precipicio y que se estaba viniendo abajo; que la realidad vendría pronto, que llegaría rápidamente al fondo.

      Todos estamos familiarizados con la ruin conducta de David, que lo convirtió en un asesino y en un taimado calculador, decidiendo la muerte de Urías para ocultar su pecado con Betsabé. Baste con decir que en esos momentos de la vida del rey ¡Urías, con todo y estar borracho, era mejor persona que David estando éste sobrio! (v. 13).

      Un año después, David se arrepentiría tras la incisiva acusación del profeta Natán. Pero las tristes consecuencias no podría deshacerse. Como se ha señalado con frecuencia:

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