Скачать книгу

seguidas de las luces de la cancha, y de los siempre presentes y horripilantes murciélagos nocturnos bombardeando en picada nuestros voleos altos y tendidos de la pelota de tenis.

      Ese otoño decidí convertirme en un jugador de tenis y gasté todos mis ahorros secretamente atesorados en una de esas antiguas raquetas de tenis Davis Imperial hermosamente enchapadas, un tesoro con el que hasta dormía. iY vaya si era disciplinado! Jugaba todos los días después de regresar del colegio (salvo durante la temporada de baloncesto) y todos los fines de semana. Cuando llegaba la primavera iba en mi bicicleta a la cancha donde practicaba el equipo de la escuela secundaria local a impacientemente los veía jugar hasta que finalmente accedían a dejarme jugar con ellos. Las dos vacaciones de verano siguientes tome clases de tenis, participé en algunos torneos y practicaba de seis a ocho horas diarias, regresando a casa solo después que apagaban las luces.

      Y me volví un buen jugador, tan bueno en realidad, que a los doce y medio años de edad, siendo estudiante de primer año de secundaria y pesando unos cincuenta y cinco kilos, ya era acompañante del equipo de tenis de mi colegio californiano de tres mil estudiantes.

      Pero no solo jugaba bien, sino que también aprendí que la disciplina personal era la clave indispensable para lograr cualquier cosa en esta vida. Desde entonces comprendí que en la disciplina está la clave de lo que llamamos genio.

      EJEMPLOS

      Los que han visto jugar a Mike Singletary, (el eterno campeón de la liga profesional de fútbol americano, ganador en dos oportunidades del premio como Mejor Jugador Defensivo del Año, y que es miembro de los Cachorros de Chicago, Equipo Campeón del XXV Super Bowl) y han observado la intensidad que hay en sus ojos abiertos al máximo, así como sus lanzamientos violentos y demoledores, por lo general se muestran sorprendidos cuando lo conocen personalmente. Mike no es un gigantón imponente. Mide escasamente un metro ochenta y pesa, quizás unos cien kilos. ¿De dónde viene su grandeza? De su disciplina. Mike Singletary es un estudiante disciplinado del juego, tan bueno como el mejor que haya existido jamás. En su biografía, Calling the Shots [Decidiendo to que ocurrirá], el dice que al ver videos de fútbol observa una misma jugada de cincuenta a sesenta veces, y que le toma tres horas ver la mitad de un juego de fútbol ique tiene solo de veinte a treinta cogidas de balón!1 Porque observa a cada jugador; porque mentalmente sabe qué hará el contrario, tomando en cuenta todos sus movimientos y el tiempo que queda de juego; porque lee la mente del contrario por su postura, Mike por lo general se dirige hacia el destino previamente trazado antes que el juego se desarrolle. El legendario éxito de Mike Singletary es un testimonio de su admirable vida disciplinada.

      Estamos acostumbrados a pensar que Ernesto Hemingway era un borracho a indisciplinado genial que consumió una botella de whisky diariamente durante los últimos veinte años de existencia, pero no obstante la muse de la inspiración estaba con él. Hemingway era realmente un alcohólico impulsado por pasiones complejas.2 Pero cuando se trataba de escribir, iera la quintaesencia de la disciplina! Sus primeros escritos se caracterizaron por un obsesivo perfeccionismo literario, esforzándose por desarrollar un estilo propio, dedicando largas horas a pulir una oración o buscando la mot juste, la palabra precisa. Es bien sabido que Hemingway escribió diecisiete veces el final de su novela Adiós a las armas, tratando de que fuera perfecto. Esto es característico de los grandes escritores. Dylan Thomas hizo más de doscientas versiones a mano (!) de su poema Fern Hill (Colina de helechos).3 Y Hemingway, aun al final de sus días, cuando cosechaba los estragos del estilo de vida que había llevado, mientras escribía en su Finca Vigía, de Cuba, se paraba diariamente frente a un destartalado escritorio, calzado con mocasines que le quedaban grandes, sobre loses amarillentas de arcilla, desde las seis y media de la mañana hasta mediodía, anotando cuidadosamente su producción del día sobre una tabla. Su producción diaria promedio era de apenas dos paginas; es decir, unas quinientas palabras.4 Fue la disciplina, la sólida disciplina literaria de Ernesto Hemingway, lo que transformó la manera de expresarse de sus compatriotas norteamericanos y de todo el mundo angloparlante.

      La multitud de bocetos de Miguel Ángel, de Leonardo de Vencí y del Tintoreto, la disciplina cualitativa de su trabajo, prepararon el camino pare la calidad universal de sus obras. Nos maravillamos de la perfección anatómica de las pinturas de Leonardo, pero nos olvidamos que él en una ocasión dibujó un millar de manos.5 Y en el siglo pasado, Matisse, al referirse a su destreza con el pincel, dijo que la dificultad de muchos que deseaban ser pintores es que pasaban la mayor parte del tiempo persiguiendo a las modelos en vez de estar pintándolas.6 ¡De nuevo el factor disciplina!

      En este siglo se ha proclamado a Winston Churchill, con justicia, el mejor orador contemporáneo, y pocos que hayan escuchado sus elocuentes discursos opinarían lo contrario.Y aun menos sospecharían que él era todo, menos alguien particularmente “dotado”. Más lo cierto es que Churchill tenía un ceceo confuso que lo hacía blanco de muchas bromas, que dio como resultado su incapacidad de ser espontáneo al hablar en público. No obstante, se hizo famoso por sus discursos y por sus aparentes comentarios improvisados.

      iLa verdad es que Churchill lo escribía todo y luego practicaba lo que iba a decir! Hasta hacia una coreografía de las pausas y fingía torpezas para buscar después la frase adecuada. Los márgenes de sus manuscritos contenían notas anticipando los “iviva!”, “¡muy bien!’’, “iviva! prolongado” y hasta “ovación de pie”. Después de haber hecho esto, se paraba frente al espejo y practicaba interminablemente, ensayando sus respuestas y sus expresiones faciales. F. E. Smith dijo: “Winston ha pasado los mejores años de su vida escribiendo discursos improvisados.”’

      ¿Fue Churchill alguien particularmente dotado? Puede ser. ¡Pero yo creo más bien que era un hombre disciplinado y trabajador!

      Y lo mismo ocurre en cualquier otro aspecto de la vida.

      Tomás Edison logró inventar la luz incandescente después de fracasar un millar de veces.

      Jascha Heifitz, el más grande violinista de este siglo, comenzó a tocar el instrumento a la edad de tres años y desde muy joven se dedicó a practicar cuatro horas diarias, hasta su muerte a los setenta y cinco anos - a pesar de haber sido ya desde hacía largo tiempo el mejor del mundo acumulando alrededor de ciento dos mil horas de práctica durante toda su vida. Sin duda alguna que Heifitz dio su “¡muy bien!’’ a la respuesta de Paderewski ante el comentario lisonjero de una mujer acerca de su genio: “Señora, antes de ser un genio trabajé como un esclavo.”

      Nunca llegaremos a nada en la vida sin disciplina, ya se trate de las artes, de los negocios, del deporte o de los estudios; y esto es doblemente cierto en cuanto a los asuntos espirituales. En las demás esferas podemos pretender tener algunos talentos naturales. Un deportista puede haber nacido con un cuerpo fuerte, un músico con un tono perfecto, o un pintor con un talento especial para la perspectiva. iPero nadie puede pretender tener un talento espiritual natural! En realidad, todos vinimos al mundo en la misma situación de carencia en cuanto a lo espiritual. Nadie busca a Dios naturalmente; nadie es intrínsecamente justo; nadie hace instintivamente el bien (Cf. Romanos 3:9-18). Por consiguiente, como hijos de la gracia, nuestra disciplina espiritual lo es todo, ¡todo!

      Repito ...¡la disciplina lo es todo!

      PABLO Y LA DISCIPLINA

      Siendo así, la exhortación de Pablo a Timoteo en cuanto a la disciplina espiritual que aparece en 1 Timoteo 4:7 “ejercítate pare la piedad” - es no solo de importancia trascendental sino edemas de urgente necesidad personal. Hay otros pasajes de la Biblia que hablan de la disciplina, pero éste es el gran texto clásico de las Escrituras. La palabra “ejercítate” se origina del vocablo griego gumnos, que significa “desnudo”, y es la palabra de la cual se derive nuestra palabra española gimnasio. En las antiguas competencias atléticas griegas, los participantes competían sin ropas, para no tener ninguna carga o estorbo. Por consiguiente, la palabra “ejercítate” tenía originalmente el sentido literal de “ejercítate desnudo”.8 En la época del Nuevo Testamento se refería al ejercicio y al entrenamiento en general, pero aun entonces era, y sigue siendo, una palabra con olor a gimnasio, el esfuerzo de un buen entrenamiento. “Entrénate con un propósito de santidad’’ da a entender el

Скачать книгу