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III Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología. Volumen II. María Lacalle
Читать онлайн.Название III Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología. Volumen II
Год выпуска 0
isbn 9788418360749
Автор произведения María Lacalle
Жанр Документальная литература
Серия Razón Abierta
Издательство Bookwire
El gran impulsor de estos paisajes interiores en la obra de arte es Van Gogh, al defender, en palabras de Rupnik, que el criterio de lo verdadero es el sentimiento, que encuentra su sincera y adecuada expresión en la obra, por lo que el horizonte último de este pintor postimpresionista «se desplaza desde el mundo visivo externo hacia el mundo del sentir interior». El director del Centro Aletti señala que este protagonismo del sentimiento en las obras de Van Gogh se presenta claramente en los autorretratos, donde la verdadera identidad es la que el propio pintor dibuja, fiel a cómo se siente, «pero, como el propio sentir es inquieto, ningún retrato agota su expresión. En cuanto se termina un autorretrato, ya ha dejado de corresponderse con el propio sentir. Entonces se comienza otro» (Špidlík y Rupnik, 2003b, p. 88).
La expresión, por tanto, nace del corazón del artista, que ve y siente la realidad circunstante fundida con la propia. Así, la fuerza expresiva del arte no solo participa de la realidad, sino que contiene también un juicio emotivo sobre ella (Babolin, 2000, p. 125). En efecto, lo que mueve a pintar a Vincent Van Gogh, como escribe a su hermano Theo, es «la emoción y la sinceridad del sentimiento ante la naturaleza», de modo que rehúye reproducir con exactitud aquello que ve, y se sirve arbitrariamente del color para expresarse con más fuerza (2009, pp. 253 y 276).
Rupnik indica que Van Gogh abre la puerta a un desarrollo del sentimiento, cuya evolución era inesperada (Rupnik, 2009, p. 64). De hecho, la influencia de Van Gogh en artistas posteriores es muy marcada. Un ejemplo de ello es su incidencia en el fauvismo. Junto con Gauguin, Van Gogh se eleva como la principal fuente de inspiración de este movimiento artístico. En general, los pintores fauvistas manifestaron gran admiración hacia ambos artistas. Así, el director del Centro Aletti señala que Matisse, sobre la estela de Gauguin y Van Gogh, vuelve a manifestar cada vez con más fuerza la pureza del color (Rupnik, 1987, p. 3). Ciertamente, a pesar de la heterogeneidad existente entre los fauves, en todos ellos se alza como elemento principal la expresión de la personalidad de cada uno. El dinamismo, el lirismo del color, la manifestación de las sensaciones a partir del color puro o la intensidad emotiva han sido algunas de las enseñanzas que Van Gogh transmite a los fauves (Crepelle, 1962, pp. 37 y 40). La primacía de la comunicación del artista se refleja con claridad en los escritos del propio Matisse:
Persigo por encima de todo la expresión [...]. No soy capaz de distinguir entre el sentimiento que tengo de la vida y la manera como la traduzco. Para mí, la expresión no reside en la pasión que está a punto de estallar en un rostro o que se afirmará con un movimiento violento. Se encuentra, por el contrario, en la distribución del cuadro; el lugar que ocupan los cuerpos, los vacíos a su alrededor, las proporciones, todo juega un papel concreto. La composición no es más que el arte de disponer de manera decorativa los diversos elementos con los que un pintor cuenta para expresar sus sentimientos (2010, pp. 50-51).
El principal representante del fauvismo subrayará en otras muchas ocasiones esta preeminencia del subjetivismo, la importancia de la relación del objeto con el artista, así como la capacidad de organizar sus impresiones y sus emociones en la obra final (Matisse, 2010, p. 146).
La expresión de las emociones a través del color puro se aprecia asimismo en otro de los principales movimientos artísticos de las vanguardias: el expresionismo, aunque se pueden establecer diferencias con el fauvismo. Los fauvistas se interesarán más por los aspectos formales y decorativos de la expresión, mientras que los expresionistas alemanes se centrarán, principalmente, en los aspectos simbólicos y emotivos, y buscarán en muchas ocasiones la perturbación (Giorgi, 1988, p. 50). El color es aplicado incluso con más fuerza y desenfreno para rechazar así con mayor intensidad la exactitud con la realidad y acentuar la distorsión (Hoffmann, 1962, p. 226). Los expresionistas enfatizan lo trágico, lo sombrío, lo antisocial y lo degradado, y se preocupan por mostrar su angustioso o esperanzado estado en el mundo. Concretamente, Rupnik recalca que Munch, considerado precursor del expresionismo, es el artista que en primer lugar ha trasladado al lienzo los gritos y los silencios de angustia de los jóvenes frente a una civilización despersonalizada y moralista (Rupnik, 1997, p. 138).
El director del Centro Aletti explica que el expresionismo afirma con violencia la exclusividad del sujeto y el valor de su emotividad (Govekar, 2013, p. 39). En este sentido, Van Gogh es considerado también el padre del expresionismo porque la idea básica de este movimiento fue la exploración de la vida interior del hombre (Zigrosser, 1957, pp. 5-9 y 21). La afirmación del individualismo es su principal característica. Por ello, no ha podido existir grupo ni movimiento que encarne de manera apropiada el expresionismo, sino que cada uno de los artistas genera su propio estilo. El valor colectivo del arte desaparece y se impone la confesión del sentimiento individual con tal violencia que genera la deformación expresiva (Stangos, 2000, p. 43).
Esta confesión de la intimidad del artista a través de su obra se produce en muchos casos también en la actualidad, lo que ha llevado a Rupnik a trazar un paralelismo entre el arte actual y el sacramento de la confesión. Así, explica que se trata de «un corazón cambiado, es un grito de la verdad existencial comprometida y doliente del hombre de hoy. Por ello, es un arte que debe ser respetado y acogido como el confesor acoge la confesión» (Rupnik, 2013, p. 27).
La influencia de Van Gogh también se aprecia en la concepción del arte de Kandinsky. De hecho, como escribe Rupnik, si Van Gogh plantea que, para pintar bien, tiene que pintar como se siente, Kandinsky, «discípulo de Van Gogh», dará un paso más al afirmar que lo que uno siente es más concreto que lo que ve (Rupnik, 2009, p. 64). De este modo, la forma y el color adquieren una fuerza de expresión excepcional, pues revelan lo que está bajo las apariencias ilusorias, descubren el significado interior de la realidad (Babolin, 2000, p. 125). El director del Centro Aletti también escoge como paradigma de esta subjetividad del arte contemporáneo a Picasso, pues este elige el modo de pintar la imagen, de tal forma que, según Rupnik, después de Picasso todas las elecciones son posibles y la imagen no tiene ningún elemento explícitamente objetivo (Rupnik, 2001, p. 139).
Debemos tener en cuenta que el subjetivismo no se agota en la producción artística de Van Gogh, de los fauvistas, de los expresionistas o de los cubistas, como Picasso. Otros muchos artistas contemporáneos, como Rodin, han manifestado la concepción del arte como expresión particular de su interior. Así, en su testamento artístico, exhorta: «sed ferozmente verdaderos. No dudéis nunca en expresar lo que sentís» y concluye que la clave está en emocionarse, amar, anhelar, estremecerse y vivir (2000, pp. 157-158). Sin embargo, nos hemos centrado en algunos de esos creadores en los que Rupnik, de forma directa, ha subrayado la connotación fuertemente subjetiva de sus obras y que, como él también apunta, es, en última instancia, consecuencia del arte del renacimiento.
La mirada de Rupnik a los precedentes en el humanismo renacentista
El arte renacentista, según Rupnik, es aquel que se caracteriza por el perfeccionamiento de la apariencia exterior, por el embellecimiento de todos sus elementos, lo que ocasiona el desarrollo de una imagen cada vez más sensorial y sensual (2001, p. 142). Otros autores, como Casas Otero, también señalan que la creatividad artística renacentista busca primordialmente el placer estético de forma sensitiva (2003, p. 419). Un ejemplo de este perfeccionamiento de las formas se reflejaría en el tratamiento del cuerpo de las figuras. Como escribe el director del Centro Aletti, el artista se sirve de un lenguaje «formalmente perfecto que se adhiere en todo a un ideal clásico. Surge entonces