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y en función de las circunstancias específicas de la situación) formulando un contexto situacional favorable que no ponga en riesgo la protección de la portería, es decir, su inviolabilidad, y potencie el éxito del proceso ofensivo subsiguiente. De hecho, independientemente del conjunto de circunstancias inherentes a todos los contextos situacionales del juego, la contención se configura como el principio táctico orientador más importante de las decisiones y los comportamientos de los defensas, que presionan al atacante que posee el balón en cada momento del desarrollo del proceso ofensivo del adversario. Desde esta perspectiva, el cumplimiento de este principio táctico orientador de las actitudes y actuaciones de los defensas implica múltiples exigencias, que presentan estas características:

      1. Un cambio rápido de una actitud ofensiva hacia otra defensiva fundamentada en los movimientos en la dirección del atacante que tiene el balón y de los compañeros a los cuales éste puede pasar el balón de forma privilegiada con la intención de darle continuidad al proceso ofensivo. Se evita de esta forma que el equipo adversario pueda aprovecharse del momentáneo desequilibrio que ocurre cuando está atacando y tiene que pasar a defender.

      2. Reacción instantánea a la situación de la pérdida del balón a través de comportamientos técnico-tácticos individuales y colectivos que se traducen en movimientos y posicionamientos en función del balón, de los adversarios, de los compañeros, de la portería y de los espacios más sensibles del terreno de juego, a través de los cuales el proceso ofensivo adversario se pueda desarrollar.

      3. Marcaje presionante y riguroso a los atacantes que en cada momento intervienen sobre el balón eligiéndolos como los elementos más importantes de la situación, ya que son éstos los que determinan la dirección y el desarrollo del proceso ofensivo.

      4. Sincronización de los movimientos colectivos de los defensas con el objetivo de apoyar al compañero que marca al atacante que tiene el balón con el objetivo de quitarle al atacante parte de la iniciativa en la situación y optar por espacios vitales de juego, que en cada momento se alteran debido a los cambios en el ángulo del ataque.

      5. Direccionamiento constante de las acciones de los atacantes hacia zonas y espacios de juego menos sensibles, dentro de los cuales sea posible la recuperación del balón en las condiciones más favorables en términos temporales y numéricos (superioridad numérica).

      6. Aplicación de un elevado ritmo de ejecución de las acciones técnico-tácticas con el objetivo de presentarle problemas a los atacantes para presionarles en su pensamiento táctico en niveles que les lleven a equivocarse en las valoraciones de las situaciones y a optar por respuestas técnicas inadecuadas y desajustadas al contexto situacional.

      7. En una inteligencia táctica, soportada por una agudeza de espíritu, con una motivación sin límites, con una lucha constante con los atacantes y con una agresividad defensiva del equipo, que debe ser cultivada, entrenada y perfeccionada, con el objetivo de responder continua y adecuadamente a los contextos situacionales que el juego determina.

      La concreción de esta orientación táctica fundamental (la contención) se consigue con los siguientes tres comportamientos: mantenerse entre el balón y la portería, retardar la acción del atacante que tiene el balón y la continuidad de la acción de juego.

       Mantenerse entre el balón y la portería

      Uno de los fundamentos básicos de la fase defensiva del juego del fútbol se expresa en la adopción por parte de los defensas de una colocación que traduce la posibilidad de que en cualquier situación del juego se posicionen entre el balón y su propia portería para cumplir eficazmente uno de sus dos objetivos: la recuperación de la posesión del balón o la defensa de la portería. En este sentido, siempre que un equipo está en el proceso defensivo, los jugadores que lo componen deben, en función del contexto de la situación del juego (compañeros, adversarios, balón y portería), posicionarse continuamente entre el balón y su propia portería adaptando todos sus comportamientos técnico-tácticos a este sentido (instinto) táctico dominante. Además, existen situaciones de juego donde este fundamento no puede aplicarse: situaciones que se derivan de las zonas del terreno de juego cercanas a la línea de fondo, por ejemplo saques de esquina, saques de banda, cruces a partir de la línea de fondo, etc. En este ámbito podemos desarrollar los siguientes aspectos:

      1. Observar la velocidad y el ángulo de aproximación al atacante que tiene el balón. De la lectura de las situaciones del juego se deriva la capacidad del defensa de deducir anticipadamente qué acciones técnicotácticas ejecutarán los atacantes. Por esto es fundamental considerar la rápida aproximación del defensa al atacante en cuanto el balón tenga una trayectoria en la dirección de éste o cuando no esté perfectamente controlado el balón por el jugador. Después de que se verifique esta condición, debe suavizar su carrera, ya que, si no lo hace, será extremadamente difícil cambiar de dirección si la situación se desarrolla de esta manera, y puede ser fácilmente desbordado. Por lo tanto, se debe observar una suavización en la carrera de aproximación del defensa al adversario inmediatamente después de que éste controle el balón. También hay que adoptar un correcto ángulo de aproximación, que está determinado por una condición esencial: que el defensa se mantenga continuamente entre el balón y su propia portería, y por una condición específica, que se deriva de la situación del juego, es decir, de la intención táctica del atacante de pasar, regatear o rematar.

      2. Posicionamiento de base. Todas las posibles intervenciones en una situación de juego están determinadas por un factor esencial: la posición de base. Aunque aparentemente se escape a la observación, su trascendencia e importancia en cualquier situación del juego se demuestra en la práctica en el jugador apto y preparado para intervenir, decidiéndose anticipadamente en su acción técnico-táctica y ejecutándola con la mayor seguridad y eficacia, actuando con mayor equilibrio y estabilidad, y adoptando para sí parte de la iniciativa del ataque. De hecho, es necesario considerar la posición de base como un comportamiento de gran importancia y exigir que la adopten los jugadores, ya que no es un gesto decorativo e ilustrativo. La posición de base está fundamentada por dos razones: motora (equilibrio-estabilidad), al favorecer la intervención y la continuidad del comportamiento defensivo, y psíquica (observación-concentración), al favorecer la reacción del jugador en el momento oportuno. En lo que se refiere a la problemática de la posición de base podemos hablar de tres factores importantes: la eficacia de una posición de base disminuye a medida que el atacante utiliza acciones de carácter repentino, con cambios de velocidad y de dirección; pero la mejor forma en que el defensa puede contrarrestar el comportamiento del atacante es reaccionando apropiadamente a esas acciones a partir de una correcta posición de base; el defensa en una situación de 1 × 1 debe mantener continuamente una estabilidad dinámica de su posición de base resistiéndose a la tentación de intentar quitarle el balón al atacante tirándose al suelo, pues esta acción técnico-táctica de difícil ejecución sólo debe emplearse en situaciones extremas o cuando el defensa tiene la absoluta seguridad de que va a ganar el balón, y en todas las demás situaciones tiene que mantenerse sobre sus pies, ser paciente e intentar coger parte de la iniciativa del ataque, y el defensa, a partir de la posición de base y en función de la capacidad de progresión del atacante, se debe deslizar en dirección a su propia portería sin elevar su centro de gravedad y manteniendo la planta de los pies en contacto con el suelo.

      3. La distancia entre el defensa y el atacante. En una situación de contención al adversario que tiene el balón,

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