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      MUJERES E INQUISICIÓN

      Vicenta Mª Márquez de la Plata

Imagen

      Mujeres e Inquisición

      © Vicenta Mª Márquez de la Plata, 2021

      © De esta edición. Ediciones Casiopea

      ISBN: 978-84-123188-0-7

      Imagen de cubiertas: La Pesadilla, Heinrich Fuseli.

      Diseño de cubierta: Anuska Romero

      Maquetación: CaryCar Servicios Editoriales

      Impreso en España

      Reservados todos los derechos

      A MODO DE PRESENTACION

      Con este libro nuestra intención ha sido hacer un estudio comparativo, aunque no exhaustivo, entre los castigos sufridos por mujeres y los sufridos por varones como consecuencia de haber sido llamados, unas y otros, a declarar ante el Tribunal de la Herética Parvedad (más conocido como el Tribunal de la Santa Inquisición). Sus faltas podían ser más o menos graves, o más o menos leves, ser nuevas o ya repetidas ante el Tribuna, lo que deseamos saber es si ser hombre o mujer influía en el castigo final. Y si era así, de qué modo.

      No es nuestra intención comentar la licitud o no de tales castigos, ni su moralidad, ni la opinión que nos merecen, ni su alcance o influencia en la sociedad. Nuestro libro se ajusta al título de la obra: MUJERES E INQUISICIÓN. ¿Ser mujer influía en el castigo?

      Para ello acudimos a los diferentes Archivos tanto peninsulares como los que hoy son de otros países pero que en siglos pasados eran tan españoles como los peninsulares, y esto porque las instituciones eran del mismo origen y se regían por leyes y costumbres iguales. Nuestros territorios allende los mares no eran “colonias”, eran el mismo país, tenían y se regían por las mismas leyes que en la Península, los de “allá” eran como los de “aquí” iguales que los regnícolas ante la ley, también ante la Inquisición. Por decirlo de una manera clara, las herejías de aquí eran las herejías de allá.

      Para llegar a nuestro fin hemos pedido, al azar, los expedientes de mujeres que tuvieron que pasar por el Santo Oficio para declarar, bien porque, arrepentidas, se acusaron ellas mismas o acaso fueron acusadas por terceros. No deseábamos expurgar de los archivos un solo tipo de “pecados” o faltas, (herejías, bigamia, judaizantes, etc.) sino por el contrario que los expedientes estudiados fueran fruto de la casualidad y así reflejarían mejor las consecuencias como grupo humano, sin discriminar si eran plebeyas o nobles, ricas o pobres, místicas o ignorantes y zafias. Los solicitamos así específicamente, sin fijarse en las faltas de que se las acusaba, del grupo social al que pertenecían o raza, ni en su castigo final.

      Hemos transcrito en gran parte de los expedientes, las preguntas de los Inquisidores y las respuestas del acusado/a. La desnuda mismidad de las expresiones de unos y otros son parte del relato en su última verdad.

      Las penas, comentarios y castigos por parte de la Inquisición están reflejados hacia el final de la inquisitio y son ellas las que nos permiten sacar conclusiones sin ideas preconcebidas de justicia o parcialidad, de misericordia o misoginia, simplemente como son, mejor dicho, cómo fueron esos castigos, sin más.

      Al azar, pues, hemos topado con monjas, mujeres de vida airada, alguna que se creía endemoniada, suicidas, bígamas, herejes, alguna considerada santa por sus superiores y embaucadora por el Santo Oficio, hemos hallado apóstatas, hechiceras, heterodoxas y sacrílegas, todo ello según el Santo Oficio. ¿Qué les sucedió?

      El resultado de sus juicios respectivos lo ofrecemos al lector.

      Sor Magdalena de la Cruz (1544 - 156?)

      Religiosa franciscana. Fingida santa y endemoniada

      Magdalena de la Cruz, luego monja franciscana del convento de Santa Isabel de los Ángeles de la ciudad de Córdoba, nació de padres humildes en la villa de Aguilar hacia 1487 y profesó como religiosa alrededor de 1504. Poco más se sabe de sus orígenes pues de las mujeres cuanto menos se sabía mejor. La más honrada y piadosa era la que no tenía historia.

      Aunque ya desde joven pareció ser devota, cuando ingresó en las clarisas pronto empezó a adquirir fama de santa y fue elegida abadesa en 1533, tenía por entonces unos 46 años, edad más que respetable para el cargo. No debió hacerlo mal y fue reelegida en el 1536 y en el 1539, pero en las votaciones de 1542 no repitió y fue entonces cuando emergió la verdadera Magdalena de la Cruz.

      Sin decirnos cómo empezó exactamente este “descubrimiento” es entonces cuando parece que se manifestó la ficción de su santidad y fue conducida el 1 de enero de 1544 a las cárceles secretas de la inquisición en la dicha ciudad de Córdoba.

      Antes de referir lo que resulta de su causa en cuanto a sus faltas se podrá conocer cuál era la opinión sobre la santidad de esta religiosa durante el largo espacio de treinta y ocho años y para ello contamos con la declaración de uno de los testigos de su proceso “persona de dignidad y talento” cuyo nombre no viene al caso que dijo así:

      Su buena fama por ser tan pública y de todos aprobada por mucho tiempo me movió a desearla conocer, porque oía cosas que me causaban admiración y veía que todo el pueblo no trataba de otra cosa que de su santidad, y no solo el pueblo, sino personas de calidad, cardenales, arzobispos, obispos, duques, condes y señores muy principales, letrados muy prestigiosos de todas Órdenes; y en particular vi que el cardenal de Sevilla Alonso Manrique la vino a visitar desde Sevilla y en sus cartas le llamaba “muy apreciada hija” y se encomendaba a sus oraciones; y que los Inquisidores de Córdoba siempre la llamaban “Mi Señora” y vi que el General de los frailes de san Francisco la visitaba, siendo fama constante que el principal motivo de venir de Roma era el ver y tratar a sor Magdalena de la Cruz; y después vi a Juan Reggio, Nuncio de S.S. que vino a visitarla y la Emperatriz, nuestra señora, la envió un retrato suyo que está en el dicho Convento para que la tuviese presente en sus oraciones; y le envio la cobija y el tocado con que se bautizó al príncipe Felipe para que los bendijese, y la llamaba en los sobreescritos “Su mucho Estimada Madre” y “la mas bienaventurada que había en la tierra”…y en casi toda la cristiandad se tenía noticia de ella sin que se pusiese duda en su espíritu y santidad, antes bien los predicadores en sus pulpitos y todos en público y en secreto la alababan y todos los confesores del convento y los provinciales la acariciaban (la ababan) en extremo y personas muy religiosas y habidas por de gran espíritu decían haber en Magdalena nueva manera de santidad….

      Y la verdad era en su conversación afable con todos, amable, caritativa, compasiva, y de tan buen ejemplo que a todos convidaba a servir a Dios. Y muchos se metían religiosos en gustando de su conversación y era tenida por tan avisada en todo género de negocios que tenía mas audiencias que haber puede en chancillerías.

      Es un buen resumen de la aceptación de esta “Santa” entre los que la conocían. Otros testigos, además de referir sustancialmente lo mismo y de relatar muchos éxtasis y arrebatamientos del espíritu añaden que ella había pronunciado varias profecías y anuncios de cosas futuras, principalmente la muerte del marqués de Villena, la concesión del capelo cardenalicio al Inquisidor General don Gaspar de Quiñones; la prisión del rey de Francia, Francisco I y su casamiento con doña Leonor, la reina viuda de Portugal y hermana del Emperador Carlos V, por todo lo cual llegó a escribirse la vida de Magdalena de la Cruz, que después se ha procurado ocultar si es que no se ha quemado.

      Tras su inquisitio el día 3 de mayo de 1546, el Tribunal de la Herética Parvedad pronunció sentencia definitiva la cual fue leída en público por un Secretario de la Inquisición, la lectura del extracto de los cargos se conoce con el nombre de méritos, estos méritos fueron extraídos de la misma confesión que había hecho la monja:

      CONFESION DE MAGDALENA DE LA CRUZ: SUS “MÉRITOS”

      En su confesión la religiosa dijo que…

      …teniendo

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