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visto allí. Deberíamos hacer más por ellos, dice Pete. Los que están allí en huelga necesitan toda la ayuda que puedan recibir. Toda la ayuda que nosotros podamos darles. Keith asiente con la cabeza. Necesitamos que todo el mundo participe en el piquete, eso es lo que necesitamos, dice Keith. Todos vosotros. Los ánimos se caldean en la sala. Gritos fuertes… ¡Vete a la mierda! ¡Cállate! Tenemos que dejar de darle al palique. Tenemos que empezar a dar caña… No vamos a comprarnos un radiador nuevo con el dinero para gasolina, ¿verdad? Pete sacude la cabeza. Pete se pone otra vez en pie. No estamos consiguiendo nada, dice. Nada de nada. Día 65. John conduce. Seguimos de nuevo las instrucciones del trozo de papel de Pete. Lo que él ha escrito. No se habla de otra cosa que de brigadas y escuadrones… Escuadrones de la muerte. Superescuadrones. Escuadrones de esquiroles. Escuadrones de interceptores… Chicos que reciben palizas de brigadas de polis fuera de servicio… Brigadas de militares. Brigadas de esquiroles… Como después de lo de Sheffield. La policía había entrado a saco. Se habían llevado a todo aquel que estuviera en el centro después de anochecer… Les habían dado una somanta de hostias. Los habían detenido… Ya intentaron hacer esa mierda antes, dice Keith. Ahora no queda un carajo de Sheffield. Se rumorea que los esquiroles están dando nombres de huelguistas a la policía de Nottinghamshire. Las direcciones. La policía da los nombres a escuadrones de la muerte. Mercenarios. A algunos los cazan por sorpresa. Las mujeres reciben llamadas obscenas cuando sus hombres están en un piquete. Jadeos… Le he dicho a Cath que deje la cadena de la puerta puesta cuando yo esté fuera… La próxima vez será en Yorkshire, dice el Pequeño John. Acordaos bien de lo que os digo. Llegamos. Creswell otra vez. La policía espera. Cámaras preparadas. Sonrían. Nos alejan de la calle. Los esquiroles entran… Saludan con la mano. Sonríen… Cabrones. Empujamos. Gritamos… Es lo único que hacemos. Lo único que podemos hacer. Ellos están dentro y nosotros fuera. Se acabó. Volvemos a los coches. La policía nos dice adiós con la mano… Sonríen. Cabrones de mierda… Estamos perdiendo el tiempo, dice Keith. Nunca les haremos cambiar de opinión. Más nos valdría ir a las centrales eléctricas. Los muelles del río Trent. Eso sí que merecería la pena. Pronto lo veríais. Día 68. Pesadillas otra vez… Yacemos entre cadáveres. Miles. Estamos resecos. Ahogados en sangre. Armaduras manchadas. Coronas caídas. Yacemos entre cadáveres. Escuchamos la tierra debajo de nosotros. Llegan gusanos. Babosas. Ratas. Pequeñas huellas ensangrentadas sobre la piel blanca y fría. Yacemos entre cadáveres. Miramos al cielo. Se acercan nubes. Lluvia. Cuervos… Uno se posa sobre mí. Se pasea encima de mi pecho. Ladea la cabeza. Va a por mi ojo… Me despierto. Las pesadillas son mías… Todas mías. Allá vamos. Allá vamos. Allá vamos… Día 69. Hoy es la manifestación de Mansfield. Han venido la mayoría de las mujeres… Cath también. Quería venir. Muchos tíos incluso han traído a sus hijos. Vamos en autocar. Nos lo pasamos bomba. Cantamos un montón. Charlamos. Llegamos al polideportivo. Bajamos del autocar… Qué espectáculo. Debe de haber por lo menos treinta mil personas. Pancartas hasta donde alcanza la vista… De Escocia. Gales. Lancashire. Derbyshire. Kent y Yorkshire… En autobús. En furgoneta. En coche. A pie… Han venido al corazón de su país. No a intimidarles. No a amenazarles… Han venido a avergonzarles. Dios también nos sonríe. Hay un sol abrasador. Desfilamos por el centro de la ciudad detrás de nuestra pancarta. Muchos de nosotros con la cabeza bien alta de orgullo. Cogido de la mano con Cath. Los niños sentados delante de la pancarta. Helados. La gente de la ciudad sale a darnos la bienvenida. Nos aplaude. Nos aclama desde las azoteas… Nos grita palabras de ánimo. Ningún esquirol ni su mujer. Ninguno de los soldados de asalto de Maggie. Ni un casco a la vista. Solo treinta mil hombres, mujeres y niños normales y honrados. A las doce del mediodía volvemos al polideportivo. No podemos acercarnos al escenario, pero podemos oírlos. Tony Benn.13 Dennis Skinner…14 Podemos cruzar fronteras que jamás hemos soñado cruzar. No solo podemos detener el cierre de las minas; podemos instaurar el socialismo. Cada uno de ellos está formidable. Cath aplaude. Grita. Todos corean a Arthur. La gente lo quiere. Un nombre: Arthur, Arthur, Arthur, Arthur, Arthur, Arthur… Miro a Cath… Aplaude. Grita. Corea como la que más. Y él está espléndido. Espléndido… Contáis con una directiva sindical dispuesta a dirigiros hasta la victoria, y venceremos… Ella me mira. Me aprieta la mano. Tiene lágrimas en los ojos. Yo tengo lágrimas en los míos… De las buenas, para variar. […]

      13. Tony Benn (1925-2014) fue un político británico del Partido Laborista.

      14. Dennis Skinner es un político británico del Partido Laborista nacido en 1932.

      La décima semana

      lunes 7-domingo 13 de mayo de 1984

      Bill Reed y el presidente se conocían desde hacía mucho. Bill Reed conocía al presidente de Woolley. Bill Reed conocía al presidente de Barnsley. Bill Reed había sido el candidato del presidente. Bill Reed había conseguido el puesto. Ahora Bill Reed era el director del Miner, el periódico del sindicato.

      Bill Reed dejó su taza.

      —¿Te parece justo? —dijo Bill Reed—. ¿Donar nuestro sueldo al fondo de ayuda? Yo no estoy en huelga. Yo trabajo las veinticuatro horas del día.

      —¿Qué quieres, camarada? —preguntó Terry.

      Bill Reed asintió con la cabeza.

      —¿Recuerdas que un contacto mío muy bien situado me dijo que tenían a alguien dentro de la oficina de Huddersfield Road?

      Terry no dijo nada. Removió su café…

      En el sentido contrario al de las agujas del reloj.

      Bill Reed se inclinó a través de la mesa.

      —Sé quién es, camarada.

      Terry dejó de remover el café. Puso la cucharilla en el platillo.

      —Me he documentado sobre un tipo de Manton —dijo Bill Reed—. Un tipo que ha organizado el voto allí. ¿Te suena Don Colby?

      Terry bebió un sorbo de café y lo dejó. Negó con la cabeza.

      Bill Reed sonrió.

      —Resulta que tú y Don tenéis un amigo común.

      Terry no dijo nada. Terry esperó…

      Bill Reed sonrió.

      —Clive Cook —dijo Bill Reed.

      Ella había proporcionado al Judío y a Neil Fontaine un avión privado a Prestwick. No a Glasgow. El coche de ella estaba allí para recibirlos y llevarlos directos a Motherwell…

      Neil Fontaine iba sentado en la parte delantera con el chófer. El Judío, en la trasera con los jefes. Los jefes de Strathclyde informaron al Judío de lo acontecido ese día en Ravenscraig. La Craig. Lo acontecido en Hunterston…

      Los camiones. Los caballos. Las lesiones. Las detenciones. Las fotografías. Las cifras.

      Los jefes contaron al Judío que en Hunterston se habían reunido mil huelguistas…

      El Judío se frotó las manos. El Judío quería estar donde había acción…

      Y la acción estaba ahora en el sector del acero…

      El acero, el nuevo campo de batalla.

      El Judío vio a los caballos embestir. A los huelguistas caer o huir…

      El Judío aplaudió. El Judío dio las gracias a los jefes. El Judío había visto suficiente. Era hora de volver a casa…

      Neil Fontaine abre los ojos. Ve las luces de abajo. Todo es poco para los amigos de ella. Un vuelo nocturno privado de vuelta: de Prestwick a las Midlands del Este. El Judío va en la cabina. El Judío va en el asiento del copiloto. El Judío blande su permiso. El Judío con las manos en los mandos. Neil Fontaine con el estómago en la boca. Aterrizaje. Más aplausos. Apretones de manos. Otro coche privado que espera en la pista…

      Todo es poco para los amigos de ella…

      Todo es poco para los amigos de él; los nuevos amigos del Judío:

      La

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