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es el fanatismo por el deporte.

      Está claro que los jóvenes tienen que practicar deporte. Todo un pueblo puede practicar deporte. Para un hombre joven, el deporte reviste gran importancia, es expresión de la posesión de sí mismo por parte de la personalidad. Pero no es eso lo que entiendo por fanatismo del deporte.

      La forma en que el deporte se ha configurado hoy en día en Estados Unidos es la de un deporte pasivo y colectivo. Por un lado, organización racional en el trabajo. Por el otro, a través del deporte se impulsa más y más a que emerja en el pueblo estadounidense una misteriosa profundidad. Es el misterioso impulso del corazón a entregarse en alguna parte. Antes era a Dios a quien se entregaban totalmente el hombre y el pueblo cristiano. Hoy, son cosas terrenales, es el deporte. Basta que observemos atentamente cómo se comporta el pueblo en su conjunto cuando se celebran los grandes eventos deportivos. Comparen la visita a esos eventos y la visita a la iglesia. No es que no debiéramos participar también en esos eventos deportivos ni alegrarnos por ellos. Pero lo que no debemos es concebir el deporte como sucedáneo de la religión y de Dios.

      ¿Y el encuentro? Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Hoy, la Santísima Virgen acoge a esta familia bajo su especial protección y quiere regalarla y consagrarla totalmente a Dios, el Eterno, el Infinito.

      ¿Cuál será, cual habrá de ser y tendrá que ser la bendición de una visita semejante? A semejanza de lo sucedido en la familia de Zaqueo, la bendición será una vida santa en el mundo actual, superficializado, secularizado.

      La situación nos es conocida: Zacarías quería tener un hijo con su mujer. Años de oración y súplica no habían conducido a la meta. Por fin, después que ambos habían llegado a viejos, Dios el Señor dice sí a su petición. Zacarías recibe la aparición de un ángel que le avisa del hecho. Pero él no cree. Por eso, en castigo, debe quedar mudo. Y debe poner a su hijo por nombre Juan.

      Contemplemos, pues, una vez más detalladamente, primero, la actitud, segundo, el encuentro, y tercero, la bendición.

      ¿Con qué actitud va la Santísima Virgen con prontitud a la región montañosa? Es la actitud de la mediadora de gracias: ella quisiera hacer mucho bien, hacer el bien en lo terreno, pero también en lo espiritual.

      Y ahora, el encuentro. Apenas la Santísima Virgen llega a la casa, ésta experimenta una múltiple bendición.

      Primero, la mujer comienza a profetizar;

      segundo, el hombre recupera el habla; y

      tercero, el niño es santificado y salta en el seno materno.

      Éste es el encuentro de esta familia con la Santísima Virgen.

      ¿Qué hay que comprender como fruto permanente, como bendición permanente de este encuentro? Toda la familia se ha convertido en una familia santa. Por eso hablamos de san Zacarías, de santa Isabel y de san Juan.

      Por la característica propia de la fiesta de hoy pienso que deberíamos considerar un poco más detenidamente a san Juan como san Juan, que fue elevado por Dios a través de ese encuentro de amor.

      ¿Cómo se yergue hoy ante nosotros san Juan como hijo de esa familia? Como una vigorosa figura de varón y como una delicada e intocada figura virginal de lirio.

      Grande es él en la apertura a Dios,

      grande en la pequeñez,

      grande en la madurez,

      grande en la pureza.

      ¡Grande en la riqueza! Juan está totalmente abierto a Dios y a lo divino. Ésa es la verdadera santidad: estar abierto a Dios y a lo divino. Hoy se tiene un concepto totalmente diferente de grandeza y de riqueza. Se extiende la mano hacia la genialidad de la ciencia, la genialidad del arte, la genialidad de la técnica y de la industria. Seguro, también el santo puede ser un genio de ese tipo. Pero esa genialidad no lo hace santo. ¿Qué lo hace santo? ¿Qué lo hace rico? La apertura a Dios, (la capacidad) de ver a Dios a través de todas las cosas y de permanecer constantemente en contacto y en unión con Dios.

      Ésta es la riqueza de san Juan: estar constantemente en contacto con Dios, en contacto con el Señor.

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