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película (2014, Hincapié), también se encuentra la característica de la gente y lo que el cine significa para esta, aunque en este caso no van a ver una película, pero sí la van a realizar, lo que también ayuda a transformar su realidad como en El elefante y la bicicleta (Tabío, 1994). Como se mencionó en el capítulo anterior, Petecuy cuenta la historia de personas que vivían en medio de la violencia y de la venta de drogas, una situación típica en las películas colombianas. Lo que sucede aquí es que se tratan esos temas a través del cine, dándole énfasis a este como un medio para cambiar la vida de las personas.

      Los habitantes del barrio aceptan la propuesta de filmar una película en la que ellos serán los actores, al final se muestra que muchos de ellos se apartaron de la violencia y de las drogas para dedicarse a otras cosas, como a la actuación o a la televisión. Por ende, el cine es presentado aquí como una herramienta de inclusión, de desarrollo social.

      Petecuy parte de la premisa “cuando la realidad se basa en un guion y no al contrario”, evidente en juegos metaficcionales como dispararle a un personaje en una escena que se está filmando, pero que al final resulta ser real el disparo. Recurrir al juego entre lo ficticio y lo real es provechoso cuando la realidad parece ficción y la ficción es real, sobre todo en países con contrastes y problemáticas sociales como los latinoamericanos. Asunto que no se presenta solamente en este caso, sino también en el resto de las películas que guiaron el camino de esta investigación.

      En El elefante y la bicicleta (Tabío, 1994), los personajes desean cambiar su realidad a partir de las verdades reveladas por el cine; lo mismo que en Petecuy, donde también se desea cambiar la situación mostrada por medio del cine. Las dos películas nos hablan de un cine que, aunque parece ficticio, es real y por ende puede transformar la vida de sus personajes.

      Cuéntalo metacine

      El metacine, como ya se ha mencionado, a veces es utilizado para narrar historias que reflexionan acerca de aspectos sociales como La tarea y Entre Marx y una mujer desnuda. Así, La tarea (Hermosillo, 1991) habla sobre aspectos sexuales al mismo tiempo que critica elementos cinematográficos, sin relacionar un tema con el otro. Se habla de la sexualidad por medio de una narración metaficcional: antes de descubrir que la cinta filmada es realizada e interpretada por los dos personajes de manera consciente, parece que Marcelo no sabe acerca de la existencia de la cámara y por ende se entiende que este personaje quiere dar la sensación de que sus palabras son sinceras y naturales. Además, en un diálogo guiado por Virginia los dos terminan hablando sobre temas sexuales, como en una conversación de la vida misma, representado de manera tan natural que la cámara permanece estática durante toda la película, así, de manera simple, como el mismo tema del que están hablando.

      Marcelo comenta que la sociedad se ha encargado de arruinar la vida de las mujeres, pues les inculca llegar vírgenes al matrimonio y serle fieles a una sola persona sin poder disfrutar su vida, monólogo que luego Virginia califica como sobreactuado al momento de quitarse la máscara de actriz y convertirse en directora. También, comentan respecto a los condones en la sociedad que: “[…] en la farmacia de la esquina no te los venden, te miran como si fueras depravado”; algo característico de países católicos. Del sida, por otra parte, dicen: “es la pomada contra la lujuria”. Y así van dialogando sobre estos temas de manera casual.

      Tan solo la idea de saber que Virginia está filmando una película sin que Marcelo lo sepa, da pie para entender su diálogo como algo totalmente natural, normal y no planeado, guiado por Virginia, pero siendo consciente de que quiere filmar la vida misma. Por ende, las reflexiones en torno a la sexualidad y la sociedad son presentadas al espectador de modo que este las siente sin filtros, sin guiones estructurados, pues lo expresado por Marcelo es aparentemente espontáneo y sincero. No quiere decir esto que lo que pase por guiones y libretos sea mentira, pero el solo hecho de tener una planeación hace que estos no sean espontáneos. Al final, claro está, el espectador se da cuenta de que las reflexiones de los personajes eran planeadas, pero ya el impacto de lo comentado cumplió con lo suyo, convirtiendo al espectador en alguien que observa una conversación privada y se vuelve parte de ella.

      Por otro lado, Entre Marx y una mujer desnuda (Luzuriaga, 1996), basada en el libro del autor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, cuenta las travesías de un grupo de revolucionarios que quieren alcanzar el socialismo en Ecuador, donde todo lo que hacen para lograr este sueño termina siendo una simple ilusión expresada por medio del narrador, un personaje de la película que se encarga de escribir la historia que vemos, y que al final se sienta a conversar al lado de Marx, le cuenta que hacía parte de una película, diciendo mientras pasan los créditos: “No sé qué es realidad y qué es ficción, lo cierto es que en la vida real estoy casado [...] Oiga, creo que terminaron ya de filmar esta película [...] ¿me acepta una cerveza?” (Luzuriaga, 1996).

      La historia es narrada por medio de elementos metaficcionales que confunden la realidad con la ficción, debido a que durante la historia no se sabe cuál es la realidad, pues el narrador, que es un personaje más como ya dijimos, está confundiendo todo el tiempo la historia de la película con una novela que él está escribiendo y con su vida misma. Además, la política socialista es por lo que luchan los personajes de esta historia, que por medio de rompimientos espacio-temporales e historias paralelas que el narrador introduce, se convierte en una confusión y en una imposibilidad a la hora de realizarse.

      El uso de la metaficción acá sirve para entender que el socialismo soñado por los personajes se queda en la simple ficción y se estrella contra la realidad, como dice Salvador Velazco, “Entre Marx y una mujer desnuda, más que una visión derrotista de la utopía socialista, ofrece la posibilidad de catarsis, de la íntima confesión, de la poesía trágica de los sueños revolucionarios” (Velazco, 2002, p. 159).

      Estas dos películas utilizan el metacine tanto para acercarse más al espectador y hacerlo parte de la película, como para recurrir otra vez al elemento de lo soñado que se estrella con la realidad, en países donde muchas veces se desea la ficción, se desea la revolución, pero a veces hay que seguir soñando.

      Conclusión: Latinoamérica es metaficticia

      A medida que se desarrolló esta investigación, se vio que el metacine, o la metaficción aplicada en el ámbito cinematográfico, no es una herramienta narrativa a la que se recurre solo por ser una manera diferente de contar historias, sino que se utiliza para reflexionar acerca del cine, como ya se ha dicho, y para hablar de temas sociales que indagan tanto sobre el cine como de la sociedad misma. Este, como séptimo arte, no se escapa de la realidad en la que es creado, y por ende utiliza herramientas narrativas como la investigada en este trabajo, la cual no solo se queda en contar la historia, sino en involucrar al espectador para que reflexione al mismo tiempo que ve la película, tal como lo proponía Brecht en su Teatro Épico, el cual deseaba despertar una crítica social en la gente de su época, jugando así con la realidad y la ficción, reconociendo la obra como un acto de creación y provocando la atención de los espectadores. En la sociedad latinoamericana, los realizadores cinematográficos encuentran la necesidad de despertar en la gente un deseo de pensar, de ser conscientes, en este caso, mediante el metacine.

      El cine latinoamericano se expresa por medio del metacine para indagarse a sí mismo y también para reconocerse a sí mismo, por medio de este tipo de narración que, aunque no se sabe cuál fue su lugar de origen, es aplicada en este caso como elemento que critica la superficialidad que tanto caracteriza al cine y de la que quiere ser consciente y desprenderse.

      El metacine demuestra la idea del cine como un arte con todas las capacidades de hacer enfrentar al espectador con su realidad, haciéndolo consciente de poder cambiar su vida por medio de esas reflexiones que explora en torno a la sociedad, como la sexualidad, el socialismo, la revolución y el cine mismo en un ámbito social. Además, mientras explora reflexiones para cambiar percepciones y comprender otras, reflexiona sobre su propia identidad como cine en América Latina, hablando de guionistas, actores, realizadores y espectadores.

      El juego entre lo ficticio

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