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cuando viene, no de la elite intelectual, sino de personas como Ajith Fernando, quien dirige Juventud Para Cristo en Sri Lanka. Él no solo expone sólidamente la Escritura alrededor del mundo sino que trabaja con los pobres y ha llorado los horrores de las 50,000 víctimas de la insurgencia que hubo en un año en tiempos conmoción en Sri Lanka. Eso sucedió en 1989 y él simplemente dice, “yo luché mucho con el desánimo ese año.”22

      Su fortaleza, dice, vino de la verdad, y en ese contexto lamentó lo que veía en el occidente: “un cambio importante…ha tenido lugar en el evangelicalismo occidental donde la verdad ha sido reemplazada por el pragmatismo como la mayor influencia de pensamiento y vida. Este camino es suicida.” Él está animado de que las voces estén siendo levantadas, pero luego dice “sin embargo, siento que muchos líderes evangélicos están tan atrapados y enceguecidos por la cautividad del pragmatismo que aunque acepten con entusiasmo los ruegos para retornar a una mayor dependencia de la verdad, su aceptación hace poco efecto en el estilo de sus ministerios y en sus estrategias.”23 Hay simplemente muy poca paciencia con las particularidades de las proposiciones bíblicas que encarnan doctrinas preciosas que sostienen la vida.

      Demasiado del Hombre, Muy Poco de Dios

      Jonathan Edwards tuvo una profunda percepción respecto al estado de las cosas, y tiene que ver directamente con la ausencia de la centralidad de Dios: “una de las grandes razones por las que los temas especulativos [de doctrina] son considerados de poca importancia es que la religión moderna escasamente consiste en el Ser Divino y casi totalmente en la benevolencia de los hombres.”24 En otras palabras, la enfermedad que necesita sanarse es el principal estorbo para el remedio.

      Esto significa que “el gran estilo de sentir y pensar” de Jonathan Edwards “no es el nuestro y es ajeno a nuestra forma de vida.”25 La absoluta seriedad de Edwards—“su intensa gravedad,” como Thomas Chalmers le llamó—lo pone fuera de tono con nuestra espiritualidad informal, humorística, caricaturesca y orientada al entretenimiento.26 La sensibilidad de Edwards respecto a la desesperada condición de la humanidad sin Dios es tan abrumadora que nos deja sin respiración. H. Richard Niebuhr comentó que la conciencia de Edwards sobre lo precario de la vida lo ponía en una rara clasificación: “Él reconocía lo que Kierkegaard quiso decir cuando describió la vida como flotar en el agua con diez mil brazas de profundidad debajo de nosotros.”27

      Necesitamos Mucho Más que a Benjamín Franklin

      Pero es en este preciso punto que las formidables dificultades para lograr la gran visión que Edwards tenía de Dios pueden dar lugar a la esperanza. Puede ser que el empobrecimiento teológico de la iglesia americana, la precariedad de la vida y el cansancio de la superficialidad “exitosa” hagan que la voz de Jonathan Edwards sea más irresistible de lo que ha sido por siglos.

      Muchos otros han tenido esta esperanza al contrastar la influencia de Edwards con su contemporáneo Benjamín Franklin. Randall Stewart argumenta que,

      Franklin nos introdujo al camino del paraíso de los entusiasmados por la tecnología. Pero ahora se hace más asombrosamente claro que los artefactos tecnológicos no pueden salvarnos y pueden más bien destruirnos con facilidad… Ahora que el pararrayos del Dr. Franklin comienza a lucir, desde nuestra perspectiva, como un patético símbolo del orgullo y la insuficiencia humana, mientras que los sondeos del alma de Edwards parecen más penetrantes a esta generación de lectores de lo que han parecido antes, es posible que Edwards surja, y ya está surgiendo, como más el más útil, verdaderamente más útil, de estos dos hombres.28

      Perry Miller, quien profesaba no compartir la fe de Edwards, tenía una visión similar de nuestra condición: "[Edwards] es un recordatorio de que, aunque nuestra civilización ha escogido deambular en los más placenteros prados a los que Franklin invitaba, hay periodos en los que por causa de los desastres o de la auto-reflexión, la ciencia aplicada y The Way to Wealth [El Camino a la Riqueza] de Franklin, parecen no ser suficientes como filosofía de vida nacional."29 Esta declaración, hecha en 1949 me parece que se queda corta a medida que termina el siglo. El pragmatismo de Franklin se halla moral, teológica, y espiritualmente en bancarrota. Esa misma bancarrota cultural puede despertar a los evangélicos de la necedad de la imitación.

      Edwards Contra la “Inteligencia Humana Iluminada”

      Durante el pináculo del optimismo del siglo diecinueve, Oliver Wendell Holmes se mofó de las convicciones de Edwards como

      No solo falsas, no solo absurdas, sino fuerzas desorganizadoras en medio del aparato pensante. El sistema de Edwards parece, frente a la luz del día de hoy, barbárico, mecánico, materialista, pesimista. Si él hubiese vivido cien años más tarde, y respirado el aire de libertad, no habría escrito con ese barbarismo del viejo mundo…La verdad es que [su] sistema completo de creencias… está siendo sutilmente desechado por la inteligencia humana iluminada, y nos cuesta comprender cuanta tiranía ejerció en otro tiempo sobre muchas de las más fuertes mentes.30

      La visión de Edwards no se ha desvanecido. Está siendo recuperada y reconsiderada hoy quizás más extensamente y con más vigor que en sus propios días.31 La razón por la que Oliver Wendell Holmes lo descartó, y por la que hay esperanza de que nosotros no lo haremos, es que el siglo veinte demostró que la “inteligencia humana iluminada” de Holmes ha sido la fábrica de los más grandes males globales jamás perpetrados en la historia humana. Mark Noll comenta, “puesto que la mayor parte del siglo 20 ha sido un periodo tan oscuro, estamos en mejor posición de oír con más claridad a Edwards de lo que estaba la generación progresista de Holmes.”32 En otras palabras, la enfermedad puede hacer que el remedio tenga sentido.

      C. S. Lewis Sobre la Necesidad de Libros Viejos

      C. S. Lewis señala otra razón por la que deberíamos ver nuestros sombríos días como una apertura alentadora para El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo de Edwards. Lewis nació en 1898 y murió el mismo día que John F. Kennedy, en 1963. Su vida fue virtualmente paralela al siglo veinte hasta ese punto. Desde esa perspectiva dijo, “he vivido casi sesenta años conmigo mismo y con mi propio siglo y no estoy tan enamorado de ninguno de los dos como para desear no mirar un mundo más allá de ellos.”33 Si, y si hubiese vivido hasta el fin del siglo hubiese estado menos enamorado de su siglo de lo que lo estuvo durante la mitad que lo vivió.

      Después de esto Lewis enfatiza que él quiere y necesita leer libros que no sean de su siglo. Sus razones pueden motivar al sabio a leer a Jonathan Edwards.

      Hay una extraña idea en el extranjero de que para cada tema los libros antiguos deben ser leídos solo por los profesionales y los aficionados deben contentarse con los libros modernos…Esta errada preferencia por los libros modernos y esta timidez con los antiguos no es tan rampante en otras áreas como en la teología…Ahora, esto me parece desordenado. Naturalmente, puesto que yo soy escritor, no deseo que el lector ordinario deje de leer libros modernos. Pero si tuviera que escoger entre leer solo libros nuevos o solo antiguos, le aconsejaría que leyera los antiguos…Es una buena norma, después de leer un libro moderno, no leer otro moderno hasta no haber leído uno antiguo antes. Si eso es demasiado para usted, debería al menos leer un antiguo por cada tres modernos…Todos necesitamos libros que corrijan los errores característicos de nuestro propio periodo. Y esto significa libros viejos…Podemos estar seguros que la ceguera característica del siglo veinte reside donde nunca lo hemos sospechado…Ninguno de nosotros puede escapar completamente a esta ceguera…el único paliativo es permitir que la limpia brisa del mar de los siglos sople en nuestras mentes, y esto solo se logra leyendo libros antiguos.34

      Si Lewis está en lo correcto,la misma distancia de la grandeza de Edwards es una razón esperanzadora para leerlo. Sí, su manera de escribir es elevada; la nuestra suele ser mundana y conversacional. Su pensamiento es complejo; el nuestro suele ser elemental. Su visión de la realidad es consistentemente centrada en Dios; la nuestra tiende a ser centrada en el hombre con atención ocasional a Dios. Él es incesantemente serio; nosotros inclinados a la ligereza y al alivio cómico. Él se centra en la verdad y aprecia los contornos de la doctrina; nosotros tendemos a centrarnos en los sentimientos y sospechamos

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