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de la labor apropian saberes profundos que se tallan en la memoria y el movimiento; y los sabores de los saberes, pues el fogón se constituye como lugar íntimo donde se cocinan las historias de los pueblos.7

      Los artistas-investigadores en proceso de formación experienciaron la ruta desde un interrogante que debían diseñar intentando focalizar la mirada para luego emprender la actividad de búsqueda, registro y organización de la información. Los gestos de la danza, la narrativa de los cantos, la historia de su expresión, la valoración social que tiene, las historias de vida de sus hacedores y la particularidad expresiva en su trasegar territorial conformaron sus ámbitos de indagación. Esta modalidad de formación investigativa nos involucró a todos en la conformación de una vivencia intensa en la que cada minuto contaba para el descubrimiento de los entornos geográficos, los paisajes humanos, las corporeidades, los festivales, la danza y el canto, para el encuentro humano y su resonancia en nuestro ser y quehacer.

      El reconocimiento del baile cantado del bullerengue en su contexto nos llenó de fascinación y expectativa frente al Arte Danzario como profesión que se rediseña desde el contacto con el país que habita y que se descubre como ajeno y lleno de contrastes. Nos permitió observar la gama de situaciones entre las que se moviliza lo que se ha llamado genéricamente danza folclórica colombiana; se hizo evidente que una misma danza se manifiesta de múltiples y cambiantes formas según los hacedores, entornos y fines sociales y políticos que enmarcan su práctica. Pero, ante todo, se nos mostró la presencia histórica de un pueblo que canta y baila con suficiencia creativa y fuerza vital en medio de la miseria y el abandono en regiones caracterizadas por la violencia, el desplazamiento y la impunidad. Personas dueñas de la expresión de su sentir, empoderadas de su historia y de su origen africano, plenas de creatividad y alegría en medio de la carencia y el dolor causados por el desgreño administrativo y político de sus dirigentes.

      Este encuentro con personas y lugares en las rutas del bullerengue motivó por primera vez la pregunta por los contenidos de las improntas políticas, éticas y estéticas que archivan las corporeidades, sensibilidades e intersensibilidades de la danza tradicional colombiana y que se evidencian en las formas ritualistas de los performances danzarios. La observación y vivencia con bailadores y músicos en las ruedas bullerengueras me generaron la inquietud acerca del lugar posible de este espacio de encuentro creativo como práctica formadora de sujetos que agencian su transformación personal, capaces de modificar su propia singularidad y hacer de su vida una obra “que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo” (Foucault, en Gallo y Castañeda 2009, 6). Inquietud con la que emprendí tres viajes posteriores por los caminos y lugares de este baile cantado en el marco del proyecto piloto del Ministerio de Cultura “Cartografía de la Danza en Colombia”, el cual respaldó las siguientes etapas investigativas en las que, desde la amistad y complicidad de Xiomara Marrugo —una de las cultoras más activas del bullerengue en Puerto Escondido—, se realizaron entrevistas, talleres, conversatorios, foros y demás vivencias a través de las cuales se ampliaron los registros de la experiencia a toda la región bullerenguera.

      Experiencia bullerenguera, una práctica empoderadora de sí mismo

      Esta vivencia resonó con lo observado en las experiencias formativas e investigativas anteriores y con otras de los espacios formativos que desarrollé a nivel nacional con el Ministerio de Cultura,8 en las que encontraba que ciertas formas de la experiencia danzaria constituían una práctica empoderadora de sí mismos para los sujetos que participaban en ellas. Allí —según decían— hallaban nuevos sentidos a su existencia a partir de alguna actividad corporal expresiva y creativa danzaria que les permitía establecer una relación directa con su propio ser. Digo “ciertas formas” dado que existen otras que se someten a las lógicas referidas al poder en las que la reproducción de los modelos estéticos hegemónicos y de las vivencias que estos proponen distancia al individuo de la conexión consigo mismo y de la reflexión de su propio sentir, vivir y relacionarse. Estas vivencias nos llevaron a enfocar nuestra mirada en el comportamiento del bullerengue como práctica de expresión sensible e intersensible configuradora de subjetividades —y el tipo de subjetividades que configura en sus diferentes performances—, aspecto que pretendemos indagar en el presente estudio a partir del análisis de los registros y vivencias ya mencionados y de la construcción de otras rutas en las que se convoquen nuevas miradas, al compartir un poco de vida con los protagonistas de la cultura bullerenguera y su devenir en medio de políticas culturales e intereses mediáticos y económicos.

      Si la producción de sujetos es la práctica política mediada que evidencia la pretensión de intencionalizar y controlar la formación de las subjetividades, nos preguntamos si es o ha sido esto posible entre los sujetos del bullerengue como una dinámica unidireccional o si, muy al contrario, se han producido conflictos, resistencias, adaptaciones, encubrimientos y nuevas creaciones que demuestran la participación de estos sujetos en la generación de su propia grafía y evidencian que las subjetividades toman la forma que sus protagonistas les procuran como agentes en su propio diseño. Nos interesa entender cómo se ha comportado este darse forma en su devenir histórico-sensible y cómo contrasta este agenciamiento de sí en cada uno de los ámbitos del performance bullerenguero. Nos atañe también analizar qué tipo de subjetividades se producen en esta dinámica formativa y cómo estas responden a las prácticas de violencia, dominación y muerte que vivencian —y han vivenciado— las comunidades bullerengueras.

      A partir de esta indagación por la configuración de subjetividades desde los intercambios sensibles y experiencias de sí en las prácticas del bullerengue, buscamos aportar a la construcción conceptual del arte danzario en general y de la danza folclórica en particular, a la revisión del lugar que ocupa la práctica danzaria artística y formativa en el país, y a la construcción metodológica para la investigación de este efímero quehacer artístico.

      Situación problémica: el porqué de un estudio de la configuración de sujetos desde y del bullerengue

      La población afro asentada en los pueblos costeros de Puerto Escondido (Córdoba), María la Baja (Bolívar), Necoclí (Antioquia) y San Basilio de Palenque (Bolívar) ha constituido la esfera de indagación del bullerengue como configurador de subjetividades en ámbitos de violencia.9 El bullerengue, considerado uno de los bailes folclóricos colombianos con mayor presencia africana manifiesta en la raza de la población que mayormente lo practica, en la persistencia de sus movimientos, su canto y su música, así como en el performance de su ejecución cotidiana, se define como

      un sentir, un lamento, un sentimiento que se canta a través de una tonada […] son cantos campesinos que constituyen la manera en que las poblaciones del campo expresan sus vivencias, son narraciones orales portadoras de historias locales y regionales, costumbres y valores […] es el canto básico y primario que acompañado del tambor, nos conecta con los antepasados […] constituye una práctica memoriosa de duelo y resistencia, que, en los cuerpos y las voces de las mujeres, potencia las experiencias de resistencia al interior de una comunidad política […] Hombres y mujeres afrocolombianos [que] han sido víctimas de una invisibilidad histórica [y de una violencia explícita]. (Bayuelo 2014)10

      El número de agrupaciones que acude a cada festival se ha ido incrementando al punto de mantenerse un promedio de veinte por festival, cada una conformada por un amplio grupo de participantes que fluctúan entre tamboleros, bailaores y cantaoras provenientes de diferentes poblaciones negras de tradición afro. Es la ocasión del año en que la familia bullerenguera se reúne y, en el tiempo transcurrido entre festival y festival, la mayoría continúa su práctica danzaria y musical alrededor de las celebraciones de sus municipios, las fiestas familiares, los ensayos de los grupos musicales-danzarios y en los ámbitos de enseñanza formal e informal.

      Por otro lado, el bullerengue ha sido escenificado por diferentes agrupaciones danzarias, tanto folclóricas como de danza contemporánea, y su devenir social, artístico y cultural ha sido objeto de investigación y laboratorio creativo. Es común encontrar hoy mimetizados entre los participantes de los festivales un nuevo tipo de turistas: los investigadores, quienes, provenientes de diferentes lugares del país y de fuera de él, experiencian

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