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el terreno de la razón.

      Cuando la gente se haya olvidado de la belleza, no habrá fealdad y el mundo será bello. Cuando olvidemos la palabra “moral” todos seremos morales pues no habrá inmoralidad. El mundo estará en orden cuando no haya nadie que lo fuerce, cuando no haya nadie intentando instaurar un orden. Los que intentan imponer un orden son los que crean el desorden.

      La enseñanza del Tao es ésta: Intenta ser bello y te darás cuenta de lo feo que eres, busca ser bueno y sentirás la maldad en ti. Si nos dicen que debemos ser buenos cada vez tendremos más conciencia de lo malo. Si intentamos ser santos más nos acercaremos al pecado. Creeremos estar siempre en el pecado, el paradigma de esto son los curas y los sacerdotes: se des-viven confesando sus faltas.

      Por medio de la razón surge la dualidad, la fragmentación y la separación. Lo que hacemos es elegir y al elegir generamos dificultades. Gracias a nuestro automatismo racional quedamos fuera del equilibrio. El Tao Te Ching propone una solución alternativa: no-hacer, no interferir, dejar fluir.

      Hacer pero no interferir... ni feo ni bello, ni alto ni bajo y el equilibrio vuelve a su sitio... ¿se podrá aplicar en lo cotidiano?

      Yin y Yang son interdependientes, en su movimiento constante se entrecruzan y dependen uno del otro. Lao Tzu no elige, disfruta con ambas caras de la misma moneda. Utiliza la sensibilidad y el pensamiento en forma conjunta.

      Quizá nosotros también podamos restar un poco de preponderancia a la razón (conocimiento) y comprometernos más con nuestra sensibilidad utilizando ambos aspectos y dejando que nuestra vida fluya naturalmente. Seguramente seguiremos eligiendo pero sin desear ansiosamente un fin, viviendo y disfrutando la gratuidad del presente.

      Me dan a elegir, me dicen “esto” o lo “otro”, me piden desde la racionalidad que separe. Ahora que sabemos cómo funciona el juego de la razón podemos ir más allá eligiendo desde otro lugar sin separar “esto” de lo “otro”, teniendo plena conciencia de la interdependencia. Mediante esta forma de obrar salimos de la fragmentación o por lo menos comenzamos a pensar en sus nefastas consecuencias.

      Elegir sin elegir, hacer no haciendo, ésa es la extraña lógica de Lao Tzu.

      Tener proyectos es necesario, pero pensar sólo en el futuro y perder de vista el presente es escapar de la armonía. La preocupación por el mañana, cuyos problemas acaso nunca vayan a aparecer, hace que el presente se deslice no vivido.

      La solución está en disfrutar del momento sin poseerlo, pues cuando se posee algo también se es poseído por él. El taoísta sabe que no debe aferrarse sino soltar. Propiciar la libertad y dejar fluir preservando el movimiento natural. Dice Krishnamurti:

      El wu wei (hacer sin poseer) requiere un osado aceptar y dejar. Lao Tzu nos invita a relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos desde la vida y no desde el conocimiento.

      Nosotros, lógicamente, preferimos la aparente seguridad del mundo organizado; en un mundo así todo está prolijamente rotulado y puesto en su correspondiente casillero, de modo que nada inesperado o perturbador pueda ocurrir. Pero tal actitud es estática y pone trabas al movimiento de toda sabiduría, que se alimenta del asombro del pensamiento cambiante.

      3 La idea de no-existencia no debe entenderse en el sentido metafísico de más allá de la existencia, sino como lo opuesto a la existencia, en el sentido de dejar de existir.

      4 Krishnamurti J., Comprensión creadora, Editorial Krishnamurti, Argentina, 1954.

      No alabes al sabio, verás que el vulgo no rivalizará entre sí.

      No valores las cosas difíciles de obtener, verás que nadie se entregará a la codicia.

      No mires lo que provoca tu deseo, verás que tu mente no padecerá confusión.

      Debilita su ambición y fortalece sus huesos.

      El pueblo queda limpio: no conoce lo que es malo ni desea lo que es bueno.

      Así se impide el triunfo del astuto.

      El sabio gobierna sin acción; luego, nada queda sin ser

      gobernado.

      Cuando alabamos o admiramos a alguien lo hacemos pues creemos estar en un nivel inferior. Admirar etimológicamente significa mirar hacia arriba, el religioso alaba a su dios, el hombre alaba las cosas difíciles de obtener. Todas estas cosas son generadas por el deseo.

      El taoísta recomienda no alabar pues esta actitud genera comparación “él es más y yo soy menos”, “él tiene más y yo menos”. Esto es una ficción de la razón, una construcción que potencia el sometimiento al deseo. éste jamás es saciado, es infinito, nada le alcanza, siempre quiere un poco más. Si, por ejemplo, el dinero fuera fácil de obtener, nadie mataría por él, no existiría la codicia.

      Uno se está comparando perpetuamente a sí mismo con otro, con lo que uno no es, con lo que debería ser, con alguien que es “más afortunado”. Esta comparación es degradante, pervierte la propia perspectiva de la vida.

      Nos han educado en la comparación. Toda nuestra educación se basa en eso, y del mismo modo nuestra cultura. En consecuencia, hay una perpetua lucha por ser otra cosa que lo que se es. La comprensión de lo que uno es potencia la creatividad y el pensamiento, pero la comparación genera ambición, competencia y crueldad.

      El hombre siempre quiere sobresalir. Su ambición es tal que se olvida hasta de su propia naturaleza, de su propia vida. Desea tener y olvida ser. Por eso, dice Lao Tzu, el sabio se gobierna a sí mismo, deja de lado los deseos y disfruta del presente. No desea ni tener ni ser pues ya es. No hay deseo, no hay razón, sólo sensibilidad y pensamiento.

      Al no tener deseos, el sabio gobierna y se gobierna sin tratar de imponer su punto de vista. No se cree superior ni lo es.

      En un gobierno taoísta cada uno es conciente de su accionar: se trata de no hacer al otro lo que no me gustaría que me hagan a mí. Esta máxima la encontramos, bajo distintas formas en la mayoría de las religiones de oriente y occidente.

      Cuando el pueblo no desea ni conoce, se ha gobernado a sí mismo, la sabiduría es total. Todos viven en armonía con la naturaleza y nada necesita ser gobernado.

      5 Hemos traducido la palabra china hsin, cuyo significado etimológico es “corazón”, por “mente”. Atendemos con ello al hecho de que los chinos hacían del corazón la sede del pensamiento y el centro total del ser. La antítesis aparentemente brutal entre hsin (mente), chih (voluntad, ambición) y ku (huesos), se explica pensando que llenar el vientre y fortalecer los huesos corresponde a una necesidad natural de la vida, no así llenar la mente o la voluntad de vanos deseos y conocimientos.

      El Tao es un recipiente hueco, difícil de colmar.

      Lo usas, y nunca se llena.

      Tan profundo e insondable es que

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