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miran, callan, y piensan

      que saben, porque no beben

      el vino de las tabernas.

      Mala gente que camina

      y va apestando la tierra...

      Y en todas partes he visto

      gentes que danzan o juegan,

      cuando pueden, y laboran

      sus cuatro palmos de tierra.

      Nunca, si llegan a un sitio,

      preguntan adonde llegan.

      Cuando caminan, cabalgan

      a lomos de mula vieja,

      y no conocen la prisa

      ni aun en los días de fiesta.

      Donde hay vino, beben vino;

      donde no hay vino, agua fresca.

      Son buenas gentes que viven,

      laboran, pasan y sueñan,

      y en un día como tantos,

      descansan bajo la tierra.

      III

      con sus frutas redondas y risueñas.

      Tumulto de pequeños colegiales

      que, al salir en desorden de la escuela,

      llenan el aire de la plaza en sombra

      con la algazara de sus voces nuevas.

      ¡Alegría infantil en los rincones

      de las ciudades muertas!...

      ¡Y algo nuestro de ayer, que todavía

      vemos vagar por estas calles viejas!

      IV

      Tierra le dieron una tarde horrible

      del mes de julio, bajo el sol de fuego.

      A un paso de la abierta sepultura,

      había rosas de podridos pétalos,

      entre geranios de áspera fragancia

      y roja flor. El cielo

      puro y azul. Corría

      un aire fuerte y seco.

      De los gruesos cordeles suspendido,

      pesadamente, descender hicieron

      el ataúd al fondo de la fosa

      los dos sepultureros...

      Y al resonar sonó con recio golpe,

      solemne, en el silencio.

      Un golpe de ataúd en tierra es algo

      perfectamente serio.

      Sobre la negra caja se rompían

      los pesados terrones polvorientos...

      El aire se llevaba

      de la honda fosa el blanquecino aliento.

      —Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa, larga paz a tus huesos...

      Definitivamente,

      duerme un sueño tranquilo y verdadero.

      V

      Una tarde parda y fría

      de invierno. Los colegiales

      estudian. Monotonía

      de lluvia tras los cristales.

      Es la clase. En un cartel

      se representa a Caín

      fugitivo, y muerto Abel,

      junto a una mancha carmín.

      Con timbre sonoro y hueco

      truena el maestro, un anciano

      mal vestido, enjuto y seco,

      que lleva un libro en la mano.

      Y todo un coro infantil

      va cantando la lección;

      mil veces ciento, cien mil,

      mil veces mil, un millón.

      Una tarde parda y fría

      de invierno. Los colegiales

      estudian. Monotonía

      de la lluvia en los cristales.

      VI

      tarde de verano. La hiedra asomaba

      al muro del parque, negra y polvorienta...

      La fuente sonaba.

      Rechinó en la vieja cancela mi llave;

      con agrio ruido abrióse la puerta

      de hierro mohoso y, al cerrarse, grave

      golpeó el silencio de la tarde muerta.

      En el solitario parque, la sonora

      copla borbollante del agua cantora

      me guía a la fuente. La fuente vertía

      sobre el blanco mármol su monotonía.

      La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,

      un sueño lejano mi canto presente?

      Fue una tarde lenta del lento verano.

      Respondí a la fuente:

      No recuerdo, hermana,

      mas sé que tu copla presente es lejana.

      Fue esta misma tarde: mi cristal vertía

      como hoy sobre el mármol su monotonía.

      ¿Recuerdas, hermano? ... Los mirtos talares,

      que ves, sombreaban los claros cantares

      que escuchas. Del rubio color de la llama,

      el fruto maduro pendía en la rama,

      lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano? ...

      Fue esta misma lenta tarde de verano.

      —No sé qué me dice tu copla riente

      de ensueños lejanos, hermana la fuente.

      Yo sé que tu claro cristal de alegría

      ya supo del árbol la fruta bermeja;

      yo sé que es lejana la amargura mía

      que sueña en la tarde de verano vieja.

      Yo sé que tus bellos espejos cantores

      copiaron antiguos delirios de amores:

      mas cuéntame, fuente de lengua encantada,

      cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

      —Yo no sé leyendas de antigua alegría,

      sino

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