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de pelear, Natalio vio venir a una señora del Ejército de Salvación con su alcancía y le metió los cien pesos. Salvadora lo miró con ganas de matarlo, pero empezó a correr a la señora, se sacó una horquilla del pelo, enganchó el billete y con la plata en la mano le dijo a Natalio, que se reía a carcajadas: “Guacho de mierda, ahora vas a ver qué hacemos con los cien pesos”.25 A vivir juntos, todavía no.

      Natalio era brillante y tenía oficio, ya había pasado en Uruguay y en Buenos Aires por muchas redacciones. Gracias a su padrino Adolfo Berro había conocido a los políticos y lobbistas más importantes de la época y frecuentaba los míticos cafés donde la bohemia juntaba escritores, periodistas y trasnochados en charlas que no cesaban y de donde salían cuartillas para la prensa del día siguiente. En Montevideo escribía de día para la prensa y de noche recalaba en los cafés deslumbrado por los escritores José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira y Julio Herrera y Reissig.

      Mientras Natalio estaba con su proyecto de empresa periodística, Salvadora era cada vez más reconocida en el anarquismo. Tanto, que dejó una foto que fue a parar a su prontuario policial: falda negra abotonada hasta la cintura, camisa blanca y un corbatín negro anudado como moño, a la usanza libertaria pero también como el uniforme de las pupilas prostibularias.

      –Y ahora, ¿qué digo?

      –Decí lo que se te vaya ocurriendo –le contestó Claudio Martínez Paiva.

      –¡Estoy con ustedes, con los anarquistas, los que deben marchar de frente y con el pecho descubierto arrastrando el peligro sin importarnos morir por nuestro bello Ideal!

      La foto la muestra ese domingo de mitín parada en el ventanal, con la mano derecha en alto. Eva Perón estiraba el antebrazo y la mano hacia arriba amenazando a los oligarcas; también adoptaba otra postura, la de la palma que pide acompañamiento, reparo. Salvadora mostraba el puño, pero viendo la imagen con mayor detenimiento, parece guardar una piedra. A la pollera le falta un botón.

      Puede que el anarquismo tenga sus fechas felices, pero cada año tiene su suceso trágico. En 1909, la detención en el castillo de Montjuic de Francisco Ferrer y Guardia provocó protestas en Europa y en América. El día de su fusilamiento, el 13 de octubre, organizaron en Montevideo un acto de repudio y las mujeres tomaron la palabra. Cuando subió Rouco Buela encendió al auditorio, se bajó de la tarima y comenzó a marchar hasta la embajada de España. La seguían miles. La embajada estaba custodiada por policías. Comenzaron los forcejeos entre los vigilantes y la multitud, y se desató un tiroteo.

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