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      • Sincronización, el control de la tensión por la sincronización o secuenciación de los impulses de los diferentes tipos de fibra muscular (por ejemplo, fibras de contracción lenta o rápida).

      FIGURA 1.2 Efectos estructurales y funcionales de la estimulación en el entrenamiento de la fuerza. Todo entrenamiento, en mayor o menor grado, afecta a los sistemas mencionados aquí y a todos los demás sistemas físicos, incluyendo los sistemas cardiovascular, endocrino y metabólico. En este libro sólo se mostrarán los efectos del entrenamiento de la fuerza más importantes.

      3. Procesos reflejos facilitadores o inhibidores en las vías neuronales actuando a varios niveles en el sistema nervioso pueden modificarse para optimizar el desarrollo de la fuerza, tanto con la mejora de la coordinación intra e intermuscular como con la promoción de cambios de adaptación a los varios sistemas reflejos del cuerpo.

      4. Aprendizaje motor, que es el proceso de programación del cerebro/sistema nervioso central para ser capaz de llevar a cabo movimientos específicos. Una gran parte de la temprana mejora de la fuerza y el rendimiento es atribuible al aprendizaje motor, siendo éste vital para la eficiencia continuada del entrenamiento posterior. El aprendizaje motor mantiene su protagonismo cuando la intensidad y la complejidad de la carga aumentan progresivamente, ya que la habilidad bajo unas condiciones exigentes es significativamente diferente de la habilidad bajo unas circunstancias menos importantes.

      En las primeras fases del entrenamiento o durante el estancamiento en un nivel avanzado, las fases funcionales deberían preceder a las fases estructurales (ver 1.2 y capítulo 2). De este modo, los estímulos funcionalmente transitorios, incluyendo la habilidad motriz y la coordinación, son importantes para el principiante, y los estímulos funcionalmente potentes, como un incremento de la intensidad y la acción refleja, son apropiados para el deportista más avanzado. La programación de un entrenamiento structural versus uno funcional, a cualquier nivel de rendimiento, debe ser dirigida también por la valoración del déficit de fuerza.

      El hecho de que la estimulación neuromuscular es fundamental en cualquier entrenamiento se destaca en recientes resultados que constatan que la experiencia sensorial produce una ampliación y otros cambios en el córtex cerebral. Las primeras hipótesis basadas en que el sistema nervioso central no puede cambiar después de la adolescencia se ha demostrado que son incorrectas. En general, se consideraba que el cerebro joven tiene una gran capacidad para adaptarse a cambios como una lesión o una enfermedad, pero que el tejido neuronal del animal maduro es incapaz de demostrar esta plasticidad. Rosenzweig (1984) concluyó que la capacidad para los cambios neuronales plásticos está presente no solamente en edades tempranas, sino a través de la mayor parte, si no de toda la vida. Estos cambios llegan a ser particularmente evidentes si uno se expone a un entorno suficientemente rico que proporcione una estimulación nueva, compleja y que comprometa cognitivamente al individuo. Este resultado remarca la importancia de variaciones planeadas utilizando diferentes medios, métodos y ejercicios que recurran a disciplinas que integren todo el cuerpo, como es la fisioterapéutica FNP (facilitación neuromuscular propioceptiva), desarrollada en el capítulo 7.

      El trabajo de Rosenzweig, Diamond y sus colegas de Berkeley no sólo ha revelado que los cambios neuronales pueden producirse en la edad adulta, sino también que estos cambios pueden suceder fácil y rápidamente, en minutos y no años. Greenough de la Universidad de Illinois encontró que estas modificaciones del sistema nervioso central incluyen no sólo un aumento de masa, sino también otros cambios estructurales como la formación de nuevas células sinápticas o dendritas (Hall, 1985). Otro trabajo que está siendo realizado con amputados, disminuidos físicos y otros pacientes con daños neuronales revela que, en efecto, el cerebro puede «reentrelazarse» por sí mismo y reclutar las zonas funcional o estructuralmente adyacentes a las lesionadas para llevar a cabo tareas específicas. Por ejemplo, los individuos ciegos que pueden leer braile han aumentado las regiones cerebrales destinadas al control de sus dedos índices.

      Algunos de estos resultados enseñan unas estrategias mejores para rehabilitar a pacientes apopléjicos. Convencionalmente, a un paciente con dedos débiles, pero con un eficiente movimiento de brazo y hombro, se le aconseja que ejercite el brazo para ayudar a reforzar los dedos. Sin embargo, el grado de plasticidad del cerebro decreta que las partes no dañadas del cerebro se encargan del funcionamiento más de lo necesario y los dedos crecen más débiles. Una mejor estrategia es restringir el movimiento del brazo y hombro, al mismo tiempo que se obliga a ejercitar los dedos, de forma que las zonas neuronales que controlan las zonas anteriores no las sobrereforzarán, controlando los dedos. Estos resultados tienen unas profundas implicaciones para el entrenamiento de la condición física, en particular:

      • El entrenamiento de la condición física no sólo causa cambios fisiológicos y funcionales en el sistema motor y cardiovascular, sino también en el sistema nervioso central.

      • El entrenamiento de la fuerza en máquinas que restringen los movimientos articulares para producir una acción deportiva determinada pueden modificar la programación y la estructura de las conexiones del cerebro y, por tanto, reducir la capacidad funcional de muchos de los músculos utilizados para realizar el movimiento.

      • La rapidez con que se producen los cambios en el cerebro a través de repetidos estímulos significa que incluso cortos períodos de modelos de entrenamiento de fuerza inapropiados pueden ir en detrimento del rendimiento deportivo. La importancia de la comprensión de las complejidades de la programación de métodos de entrenamiento concurrentes y secuenciales a corto y largo plazo resulta, pues, obvia. Ello requiere un completo conocimiento de fenómenos como el efecto de entrenamiento retardado y el método de secuencia conjugada que se describe en capítulos posteriores.

      • Una excesiva dependencia en sistemas ergogénicos como los cinturones para el levantamiento de pesas, los guantes, vendajes de las articulaciones, accesorios especiales en el calzado, calzas bajo los talones para la sentadilla y entrenamientos de elasticidad pueden modificar el sistema neuromuscular hasta tal punto, que sin ellos es dificultoso un entrenamiento eficiente y seguro.

      • Evitar ciertos ejercicios (como los propuestos por famosas organizaciones para el desarrollo de la condición física) y utilizar acciones musculares compensatorias pueden alterar el equilibrio dinámico entre los grupos musculares interactivos y también los programas neuronales, reduciendo la capacidad para sostener ciertos movimientos funcionales de forma eficiente y segura en el deporte y en las actividades diarias.

      • Si la posibilidad de recuperación total de una lesión es remota, puede ser válida la enseñanza de una acción muscular compensatoria para mantener un elevado nivel de capacidad funcional.

      • La existencia de estilos individuales revela que cada persona programará el sistema nervioso central de forma sutilmente distinta, de manera que los intentos por imponer modelos de movimiento estereotipados y muy generales puede impedir que el deportista desarrolle todo su potencial.

      • Sutiles diferencias aparentemente tan insignificantes como un cambio del agarre, la postura o la posición de la cabeza en un entrenamiento regular pueden provocar cambios neuronales significativos que controlarán la forma en la que el deportista realiza un determinado gesto técnico

      Por las razones precedentes, este texto distingue cuidadosamente entre el entrenamiento con pesas para producir efectos funcionales del entrenamiento y para producir efectos estructurales. Al determinar si un deportista requiere un tipo específico de entrenamiento con pesas, es útil introducir el concepto de déficit de fuerza (Fig. 1.1), que se define como la diferencia entre la fuerza máxima (esfuerzo voluntario) producida en una determinada acción y la fuerza absoluta (esfuerzo involuntario) de la que el atleta es capaz en esta misma acción. Este déficit puede definirse bajo condiciones estáticas o dinámicas, dependiendo el déficit del ritmo al que la fuerza debe ser desarrollada en una determinada

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