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provincial. Sin embargo, por la polarización que conllevó y por el tipo de incertidumbre que despertó sobre quién vencería allí, el veredicto final terminó por potenciar los resultados de la elección, catapultando a la Alianza con su triunfo como verdadera opción de gobierno hacia el futuro.

      Los resultados de las elecciones de octubre de 1997 fueron una sorpresa en más de un sentido. Con la creación de la Alianza fue la primera vez en toda una década que un partido político nacional se mostró realmente como una amenaza electoral para el peronismo, la cual incluso terminó por vencerlo en varios distritos. Aunque por supuesto, fue sin dudas el resultado alcanzado en la provincia de Buenos Aires el más importante de todos. Allí, el triunfo de Graciela Fernández Meijide (con el 48,3% de los votos) sobre Chiche Duhalde (41,4%) había mostrado la viabilidad electoral y la contundencia que la Alianza era capaz de ofrecer, y modificó el mapa político del país. Por su parte, esa victoria encontraba también en Fernández Meijide una candidata capaz de volverse virtualmente la próxima presidenta de la nación, puesto que con su logro había herido malamente al proyecto duhaldista, el rival que lucía como más importante por parte del PJ con miras a 1999 y que ahora yacía derrotado en su propio distrito.

      Para entender las razones del vuelco político que implicó la Alianza con su éxito, debemos explicar los motivos que hubo para constituir tal coalición, dado que solo al comprender la naturaleza de aquello que se enfrenta y que posibilita una unión es más fácil caracterizarla. La Alianza no se había formado como pudo ocurrir en otros países en los cuales también los principales partidos opositores conformaron una coalición ya sea para derrotar una dictadura, llevar a cabo una profunda transformación social, detener un candidato o partido antisistema o de perfil fascista autoritario, ni tampoco evitar una guerra civil, salvar un régimen democrático débil o iniciar una transición política postdictatorial (Ollier, 2001). La situación argentina no era tan dramática. Sino que la unión se realizaba únicamente con el fin de debilitar la hegemonía peronista y enfrentar la visión supuestamente patrimonialista que daba al poder. Motivos que contaban con mucho peso en aquel contexto. Vale decir que la Alianza se impuso a pesar de que la situación económica había mejorado con respecto a 1995 (la economía creció al 7% ese año y la desocupación estaba bajando), y que su triunfo se logró sin realizar propuestas claras de cambio ni cuestionamientos al modelo vigente, por lo que los votos recibidos no fueron a favor de una ruptura que expresara un malestar económico. A su vez, parece difícil aplicar algún tipo de determinismo económico para entender tal resultado político ya que, paradójicamente, dos años atrás, en 1995, cuando el país estaba en crisis por el Tequila, la economía se desplomó y el desempleo tocó niveles realmente altos, el peronismo no tuvo problemas para imponerse. Es decir, que la Alianza haya alcanzado en 1997 una victoria en un contexto económico mucho más holgado que el de la anterior elección no solo era un mérito importante, sino que indicaba la fuerza con la que se había instalado la idea y la “necesidad” de transparentar la política y combatir la corrupción16. Como también, la Alianza, en vez de cuestionar el esquema económico, se había manifestado a favor de continuar con el mismo y había señalado que sería más bien una garantía de que este también podía funcionar pero ahora con “políticos honestos”. Como advirtieron Álvarez y Terragno antes de las elecciones frente a empresarios estadounidenses, para ellos “la estabilidad no se toca” (Clarín 02/10/1997) y como también aseguró Fernández Meijide después de los comicios: “La gobernabilidad está asegurada” (Clarín 28/10/1998). La falta de reacciones adversas en los mercados una vez conocido el triunfo opositor también daba cuenta de que nadie ponía en duda que la Alianza garantizaría igualmente la continuidad de la convertibilidad y de las pautas económicas. Por ello mismo, los líderes de la Alianza comenzaron a perfilar casi como bandera sus críticas al “estilo” de Menem más que al modelo mismo que este comandaba (Dikenstein & Gené, 2014). Dicho triunfo también indicaba todavía más el carácter consensual del ordenamiento sociopolítico vigente, en el cual la oposición podía triunfar electoralmente sin prometer cambiar prácticamente nada. La Alianza era así una oposición a imagen y semejanza del menemismo (Bonnet, 2007).

      Sin embargo, a pesar de la espuma inicial que pudiera implicar el resultado obtenido por la Alianza, existían varios elementos a tener en cuenta. Para comenzar, es preciso relativizar los alcances de su triunfo, puesto que de los quince distritos donde se realizó la unión, esta se impuso solamente en seis (Buenos Aires, Capital Federal, Chaco, Entre Ríos, Santa Fe y Misiones), dando cuenta de la fortaleza que todavía registraba el peronismo en el interior del país. Por su parte, en los otros nueve distritos donde la coalición no se llegó a formar esto no se debió únicamente a que las elecciones internas ya se habían realizado y que, por más intentos que se hayan hecho, no hubo forma de que quienes se habían impuesto desistan de encabezar las boletas –aunque en algunos casos fue así–, sino que se debió principalmente a dos motivos más: el primero, es que en varios distritos del interior la UCR y el Frepaso estaban fuertemente enfrentados y era imposible la convivencia entre ellos17; y el segundo y más importante aún, era que donde el radicalismo era verdaderamente fuerte y/o el Frepaso muy débil, no existían incentivos suficientes para compartir aunque sea mínimamente los espacios. Esto último fue lo que sucedió en cuatro de las cinco provincias gobernadas por la UCR (la sola excepción fue Chaco), lo que sugería con cierta contundencia que la Alianza era más bien un matrimonio por conveniencia y que a sus miembros no los unía el amor a un proyecto común, sino el espanto de nuevas victorias peronistas18. Igualmente, y a pesar de estos bemoles, también debemos decir que la imagen global pareció clara: si se suman los diputados conseguidos donde se formó la Alianza (47) y los que obtuvieron por separado la UCR (12) y el Frepaso (3), se totaliza en 62 bancas, lo que alcanzó para superar las 50 que obtuvo el PJ en esa elección, como también para obtener un millón y medio de sufragios más que aquel y conquistar así el 45,54% de los votos del país (un 9% más que el peronismo); con lo cual, de repetir estos guarismos en 1999, los aliancistas podían soñar con hacerse del gobierno nacional sin mayor dificultad.

      CUADRO 2.1. RESULTADOS DE LA ELECCIÓN DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN DE OCTUBRE DE 1997

Partido Políticovotos%bancas
Alianza6.313.67736,60%47
Justicialista6.267.97336,33%50
U.C.R.1.201.9046,97%12
Acción por la Republica662.4033,84%3
Frepaso339.2491,97%3
Alianza opositora73.2340,42%1
Fuerza republicana247.1291,43%2
Demócrata228.2911,32%2
Frente partido nuevo223.6601,30%2
Demócrata progresista159.0350,92%1
Desarrollo y justicia77.4760,45%1
Alianza P.A.L. - P.D.P. - U.Ce.De.77.2190,45%1
Mov. Popular Neuquino42.7010,25%1
Mov. Popular Fueguino10.7400,06%1
U.Ce.De32.6430,19%
Otros1.294.1027,50%
Votos positivos17.251.48493,39%
Votos en blanco958.6735,19%
Votos anulados262.2161,42%
Diferencia actas3620,00%
Total votantes18.472.735127

      Fuente: Ministerio del Interior de la Nación.

      De esta manera, el camino de la Alianza hacia la presidencia de la Nación parecía relativamente despejado, aunque para asegurar esto debía terminar de consolidarse como espacio político y ofrecer una significativa unidad que le permitiera mostrar una imagen de opción de gobierno sólida y no solamente de oposición electoral. Puesto que, de no lograr suturar las diferencias que la habitaban, podría costarle muy caro. Así, existían varios dilemas políticos que debía sortear en relación a ello y con vistas a su futuro. El primero se refería a encontrar una forma de estructurar y definir las candidaturas del

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