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lograr la cooperación de los demás en nuestros humildes éxitos. Viviendo así, conformamos vías que canalizan el resentimiento, como la costumbre, el don, la hospitalidad, el culto compartido, la penitencia, el perdón y el derecho común, es decir, todo lo que el totalitarismo destruye cuando llega al poder. Para el cuerpo político, el resentimiento es lo que el dolor para el cuerpo físico: es malo sufrirlo, pero bueno tener la capacidad de sentirlo, ya que de otro modo no podríamos sobrevivir. De ahí que no debamos resentirnos por el resentimiento, sino aceptarlo como parte de la condición humana, y un componente que hemos de manejar junto con nuestros goces y pesares. Pero también el resentimiento se puede convertir en una emoción que gobierna y en una causa social, liberándose de las limitaciones que normalmente lo refrenan. Esto sucede cuando pierde especificidad en sus objetivos y se dirige contra la sociedad en su conjunto. Desde mi punto de vista, es lo que ocurre cuando los movimientos de izquierdas toman el poder. El resentimiento entonces deja de ser la respuesta al éxito inmerecido del otro y se transforma en una actitud existencial: la de quien siente que el mundo le ha traicionado. Quien está dominado por esta emoción no desea llegar a acuerdos dentro del marco de las estructuras existentes, sino alcanzar el poder absoluto y destruir precisamente esas estructuras. Se enfrentará a toda forma de mediación, compromiso y debate y a las normas morales y legales que den voz a los disidentes, y soberanía a la gente corriente. Se dedicará a destruir al enemigo, pero lo entenderá en términos colectivos, como esa clase, grupo o raza que hasta entonces dominaban el mundo y que debe ahora, a su vez, ser dominado. Así, todas las instituciones que protegen a esa clase o le dan voz en el proceso político, serán el objetivo de su rabia destructiva.

      Creo que esta actitud es el núcleo de un importante desorden social. Nuestra civilización ha conseguido, no una vez o dos, sino al menos media docena de veces desde la Reforma, sobrevivir a este tipo de desorden. Al estudiar las propuestas de los autores que aparecen en este libro, comprenderemos de un modo nuevo ese desorden, no solo ya como una religión espuria o una especie de gnosticismo, como han señalado otros, sino como una forma de rechazar lo que nosotros, herederos de la tradición occidental, hemos recibido como legado histórico. En este momento, me vienen a la cabeza las palabras que empleaba el Mefistófeles de Goethe para referirse a sí mismo: Ich bin der Geist der stets verneint: Soy el espíritu que siempre niega, el que reduce todo a la nada, destruyendo así la obra de la creación.

      [1] Una explicación más detallada de estos motivos se puede encontrar en mi libro, How to be a conservative (London, Bloomsbury, 2014). Ver, también, el capítulo 10 de este libro.

      [2] MAITLAND, F. W. The Constitutional History of England: A Course of Lectures Delivered, Cambridge University Press, 1908. Sombart, W. Der moderne Kapitalismus (Berlin, Dunker & Humbolt, 1955) y SOMBART, W., Socialismus and the Social Movement (New York: A. M. Kelley, 1968). Max Weber, Economía y Sociedad (México, Fondo de Cultura Económica, 1944).

      [3] Eugen von BÖHM-BAWERK, La conclusión del sistema marxiano (Madrid: Unión Editorial, 2000). MISES, L., Socialismo (Madrid, Unión Editorial, 2009).

      [4] W. H. MALLOCK, A Critical examination of Socialism (London, 1909). SOMBART., op. Cit.; Popper, K., La sociedad abierta y sus enemigos (Barcelona, Orbis, 1984) HAYEK, F. A., Camino de Servidumbre (Madrid, Alianza, 1990). Aron, R., Las etapas del pensamiento sociológico (Madrid, Tecnos, 2004).

      [5] Françoise THOM, La langue de bois (Paris, 1984).

      [6] Ver la famosa carta de Engels a Borigius, traducida al inglés por Sidney Hook, New International I (3), septiembre-octubre de 1934, p. 81 y ss.

      [7] Eric Voegelin, Ciencia, politica y gnosticismo, Rialp, 1973. Besançon, Alain. Los orígenes intelectuales del leninismo (Madrid, Rialp, 1980).

      [8] Peter COLLIER and David Horowitz, Destructive Generation: Second Thoughts about the Sixties (New York, Simon & Schuster, 1989).

      2.

      RESENTIMIENTO EN EL REINO UNIDO: HOBSBAWM Y THOMPSON

      ES UN RASGO DESTACABLE DEL PÚBLICO LECTOR INGLÉS su tendencia a tratar a los historiadores como líderes en el ámbito de las ideas. A medida que el recién fundado Partido Laborista se conformó como fuerza política a comienzos del siglo XX, las historias populares de H. G. Wells, los Webbs y sus colegas fabianos ayudaron a difundir la idea de que el socialismo era sinónimo de “progreso”. Desde entonces, reescribir la historia con un trasfondo socialista se empezó a considerar como una forma de ortodoxia en la izquierda, y el libro de R. H. Tawnet, Religion and the rise of capital, se convirtió en el manual de referencia para toda una generación de intelectuales ingleses. Según Tawney, el laborismo luchó al lado de las confesiones protestantes contra esa “sociedad adquisitiva” que ya había criticado en un libro anterior con ese título. Era a un famoso historiador, Arnold Toynbee, a quien el Toynbee Hall, la sede de la WEA (Workers Educational Association) debía su nombre; y es allí donde residió el propio Tawney junto a su amigo William Beverdige, uno de los artífices del Estado de bienestar. La historia del laborismo y la WEA estaban inextricablemente unidas y, para la izquierda intelectual, casi se convirtió en un dogma que una de las maneras de participar en la lucha proletaria fuera enseñando historia.

      Entre los historiadores que sentaron en el Reino Unido las bases de la Nueva Izquierda, destacan dos especialmente, tanto por la brillantez de sus escritos como por la determinante influencia de su compromiso. Tanto Eric Hobsbawm como E. P. Thompson fueron alentados por el movimiento comunista al que tantos se afiliaron antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Y ambos se implicaron activamente en el movimiento pacifista durante la época en que la paz era también el objetivo de la política exterior soviética. Pero si Hobsbawm pertenecía al establishment y era un miembro respetado en el ámbito académico, Thompson nunca se sintió cómodo en el ambiente universitario, y abandonó su puesto en la universidad de Warwick en protesta por sus tendencias mercantilistas en 1971. Estaba orgulloso de ser un intelectual libre, al estilo de Karl Marx. Difundía sus ideas en reseñas de libros o en panfletos, y no puede decirse que su ensayo más importante, The Making of the English Working Class, fuera un libro de historia social, según se concebía esta disciplina cuando se publicó en 1963.

      Hobsbawm ha recibido muchas críticas, menos por su inclinación comunista que por su obstinada lealtad al partido cuando se hicieron públicos sus crímenes, y abandonó sus filas cuando no tenía más remedio, puesto que el Partido Comunista se disolvió vergonzosamente a finales de 1990. Por el contrario, Thompson dejó el partido en 1956 como respuesta a la invasión soviética de

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