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Tejiendo un nuevo rostro público. Darío López
Читать онлайн.Название Tejiendo un nuevo rostro público
Год выпуска 0
isbn 9789972701986
Автор произведения Darío López
Жанр Религиозные тексты
Издательство Bookwire
➢ Localmente en la ciudad de Lima, con la participación individual, no orgánica ni oficial, de decenas de mujeres de confesión evangélica en organizaciones de base de mujeres como los Comités de Vaso de Leche y los Comedores Autogestionarios. La participación de las mujeres evangélicas en estos esfuerzos colectivos de lucha contra la pobreza, fue individual, porque su presencia no fue coordinada por el conep, ni formó parte de una plataforma de acción social y política de las iglesias locales a las que ellas pertenecían.
Teniendo en cuenta todas estas precisiones, se explicará brevemente cada uno de los tres niveles de acción a través de los cuales los evangélicos canalizaron su compromiso con la defensa de los derechos humanos y la legalidad democrática, dentro de la realidad de violencia política ya descrita anteriormente.
¿Por qué se ha escogido el período 1980–1995 como marco temporal para el análisis de la participación de los evangélicos en el campo de la lucha por los derechos humanos? Dos razones particulares explican la elección de ese marco temporal. En primer lugar, porque la violencia política comenzó “oficialmente” el 17 de mayo de 1980, cuando en la comunidad campesina de Chuschi (Ayacucho), miembros de Sendero Luminos (sl) quemaron las ánforas en las que los pobladores de ese lugar depositaron sus votos en las elecciones políticas de ese año. En segundo lugar, porque a fines de 1995, debido a tensiones internas en el seno del conep, dejó de funcionar la oficina encargada de la defensa de los derechos humanos de los ciudadanos evangélicos que se había creado en agosto de 198410.
Finalmente, se debe precisar que el análisis de las actitudes sociales y políticas de los evangélicos durante los años de violencia, relacionadas particularmente con la defensa de los derechos humanos, no está estructurado cronológicamente ni en orden de importancia, sino en forma temática. Esto explica por qué se comienza con una necesaria referencia al momento de toma de conciencia de los evangélicos respecto a la realidad de violencia política y se finaliza con una sección un poco más extensa en la que se analizan los tres niveles de acción concretos a través de los cuales se canalizó su compromiso con la defensa de los derechos humanos y la democracia. La información sobre todos estos asuntos se ha obtenido mediante el análisis bibliográfico y documental en distintos archivos de entidades evangélicas y no evangélicas.
Toma de conciencia
Hasta antes del inicio de la violencia política —aunque existía un sector minoritario que había reflexionado sobre la responsabilidad social y política de las iglesias evangélicas y que estaba inmerso en diversas acciones de servicio al prójimo, tanto en las zonas pobres de la ciudad de Lima como en las comunidades campesinas— la mayoría de los pastores, líderes y miembros de las iglesias evangélicas, aún consideraba que estos asuntos eran ajenos al testimonio cristiano en la sociedad.
Sin embargo, cuando a mediados de 1984, la violencia subversiva de sl y la represión indiscriminada de las fuerzas del orden golpearon directamente a los miembros de las iglesias evangélicas de la región de Ayacucho y sus templos fueron cerrados o destruidos, esa situación comenzó a cambiar paulatinamente. Fue así cómo al interior de su entidad representativa, el conep, comenzó un proceso de transformación de su rostro público en el que se fue pasando, de una indiferencia y pasividad frente a la realidad de violencia política que asolaba al país, a una paulatina inserción en el campo de la defensa de los derechos humanos.
Dos factores externos, bastante ligados entre sí, explican la inserción de los evangélicos en la lucha por los derechos humanos. En primer lugar, la crítica realidad de violencia política que presionó para que los pastores y líderes de las iglesias evangélicas comenzaran a manifestar públicamente su creciente preocupación por la situación de los derechos humanos en las zonas de conflicto armado (Meza 1988:3). En esos lugares la población evangélica se encontraba literalmente entre “dos fuegos” debido a las acciones de violencia de sl y a la represión indiscriminada de las fuerzas del orden.
En segundo lugar, la violación del derecho a la vida de ciudadanos evangélicos por parte de sl y las fuerzas del orden, quienes asesinaron a campesinos miembros de la Iglesia Evangélica Presbiteriana en Callqui y de la Iglesia Evangélica Pentecostal del Perú en Santa Rosa, respectivamente (Cuya 1986:1). Como se señala en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (cvr):
La violencia política marcó una nueva etapa en la actuación social de los evangélicos. Se generaron, a partir de la violencia ejercida contra miembros de las iglesias evangélicas, nuevas formas de entender la misión cristiana (cvr 2003c:476).
Ese mismo factor externo catalizó, un poco después, la vinculación del conep a la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y su posterior incorporación en 1994 como invitado permanente a esa institución (de la Jara 2001:450). A partir de ese momento, sectores significativos de las iglesias evangélicas vinculados al conep, fueron pasando de una comprensión religiosa de la dignidad de todos los seres humanos como creación de Dios, hasta una aceptación de las consecuencias éticas que generan responsabilidades sociales y políticas, como la defensa de los derechos humanos (López 1998:271).
Aparte de los factores externos, dos factores internos fueron claves para la toma de conciencia y la posterior inserción de los evangélicos en el campo de la defensa de los derechos humanos. En primer lugar, la presencia del conep como la entidad orgánica representativa y como la voz oficial de la mayoría de las iglesias evangélicas, permitió que el liderazgo evangélico reconociera a esta entidad como el espacio común más apropiado para expresar su opinión sobre los asuntos públicos. Además, se aceptó que el conep fuese el vehículo colectivo más apropiado para canalizar sus acciones sociales y políticas, orientadas especialmente a la defensa del derecho a la vida de los ciudadanos evangélicos.
En segundo lugar, se dio la llegada al liderazgo del conep de una nueva generación de pastores y líderes más concientizada políticamente. Esta nueva generación evangélica unía a su discurso sobre la participación social y política de los evangélicos como una dimensión legítima del testimonio cristiano, una práctica concreta en ese campo. Esta experiencia le dio credibilidad a su propuesta de un cambio sustantivo del rostro público de la comunidad evangélica, a la cual otros sectores sociales habían visto usualmente como un sector religioso alienado de su realidad histórica.
Ya en enero de 1983, durante su Asamblea General realizada en la ciudad de Arequipa, el conep había emitido un primer pronunciamiento público en el que se abordaba directamente la situación de violencia en la región de Ayacucho. Lo mismo ocurrió en enero de 1984 en su Asamblea General realizada en la ciudad Lima. Sin embargo, fue sólo cuando se tuvo conocimiento de la matanza de seis jóvenes de la Iglesia Presbiteriana de Callqui (Huanta, Ayacucho), el 1 de agosto de 1984, crimen múltiple perpetrado por una patrulla de infantes de marina, cuando comenzó al interior de la entidad representativa de los evangélicos un proceso de toma de conciencia sobre la realidad de violencia subversiva y represión indiscriminada.
Este proceso se inició con la creación de la Comisión Paz y Esperanza (compazes), el 21 de agosto de 1984, por acuerdo de la Junta Directiva del conep. Los objetivos iniciales de la compazes fueron:
➢ Atender las necesidades primarias (salud, alimentación y vivienda) de los creyentes evangélicos en las zonas de violencia política.
➢ Velar por la situación de los evangélicos desplazados por causa de la violencia política.
Posteriormente en 1985, un año después de la creación de la compazes, se creó la oficina de Derechos Humanos del conep, la cual en 1986, por acuerdo de la Junta Directiva del conep, se llamó Departamento de Acción y Servicios Sociales Paz y Esperanza