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por lo tanto invisible a los ojos del ser humano hasta que es transformado por la gracia. Para Eliot, la realidad es el ser divino y el ser humano no puede soportar su visión directa y debe venir en su rescate el tiempo, que suaviza el efecto terrible de la visión sobrenatural. Así lo explica Eliot en sus famosos versos de Los cuatro cuartetos, cuando el pájaro, símbolo del tiempo que corre, impela al ser humano a pasar rápido sobre la contemplación cegadora de la realidad: “Venga, venga, el pájaro reclama // no puede soportar la raza humana // tanta realidad”.

       El sentido del tiempo, que se convierte por tanto en un excipiente de la realidad divina, pero que, a la vez, revela al hombre un camino de descubrimiento de sus propias raíces. El paso del tiempo en el ser humano es para Eliot un recorrido agustiniano: “Me creaste, Señor, para ti y mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Las confesiones, San Agustín de Hipona), que en boca de Eliot se traduce, en sus versos de Los cuatro cuartetos: “En mi principio está mi fin”, que hemos tomado para titular este estudio. Este tema surge repetidamente al hablar del cambio y el movimiento.

       El conocimiento personal y los planos de realidad, porque conocer a alguien es contemplar un misterio, y eso solo es posible en el plano sobrenatural. Solo Dios nos conoce de verdad a cada uno. El conocimiento del otro es una participación del conocimiento de Dios, y por lo tanto, conocer al otro exige la comunión con Dios, conscientes de que no podemos llegar nunca a la plenitud de ese conocimiento. Pretender conocer al otro es imposible en el plano natural, porque solo Dios puede llegar al fondo de las personas, por eso la única comunicación posible entre personas se produce en el plano de lo sobrenatural, en el plano del verdadero conocimiento, como dice el protagonista de Reunión de familia: “No comprenden lo que es estar despierto, // vivir en varios planos a la vez…” Surge en los comentarios sobre la soledad, los espíritus, la aceptación, el humor, la compañía o la comunicación.

       La pasividad activa, entendida como el empeño en eliminar obstáculos y distracciones a la acción eficaz de Dios en nosotros, que es el único que de verdad actúa. No podemos ocupar el lugar de Dios, pero tampoco podemos omitir la colaboración con Él, que quiere actuar. La preocupación del cristiano debe ser “abrir las puertas”, como reclama el protagonista de Asesinato en la catedral, esa es la única actividad fecunda. Vuelve a este tema al hablar de la vocación, el designio de Dios, la vocación o la ancianidad.

      Por otro lado, también hay que señalar, como otro punto de conexión con un autor como Eliot, el atractivo que la poesía ejerció sobre José Rivera. Don José apunta en la introducción a sus propios poemas (Autobiografía poética) dos ideas que nos ayudan a entender sus comentarios sobre la obra del poeta Eliot. Primero, el efecto de la actividad poética como estimulante en la tarea intelectual de la búsqueda de la verdad, porque para José Rivera la poesía... “despierta más y más la pasión que estimo tan precisa a la hora de enfrontar las supremas realidades de la vida. Enfrentamiento inexcusable en los estudios teológicos.”

      Además, entiende la obra poética como una ayuda para descubrir el interior más humano del poeta, tal y como él espera de sus propios poemas:

      “Tratemos pues, no más de situar cada poema en su marco de tiempo y espíritu. Sólo así podrán revelar a otros ‒a los muy pocos otros que lo lean‒ la historia de una vida humana. Que es a la postre la historia del combate de Dios con un hombre. O al menos, la historia de un aspecto del inmenso, inacabable combate que Dios traba con un hombre.”

      Eliot es un autor complicado y poco conocido en España del que queremos dar algunos apuntes que ayuden a entender mejor los comentarios contenidos de este libro.

      Thomas Stearns Eliot nació en Saint Louis (Missouri) en 1888, en el seno de una familia acomodada y moderadamente puritana. Estudio en Harvard, La Sorbona y Oxford. En 1915 se instaló en Londres. En 1927 adquirió la nacionalidad británica y abrazó la fe anglicana. Obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1948. Murió en Londres en 1965.

      A partir de 1920 comienza su faceta de ensayista con importantes trabajos de crítica literaria. En su ensayo “Hamlet y sus problemas” (incluido en el libro El bosque sagrado, 1921) introduce su teoría del “correlato objetivo”, que define la acción artística como el acierto en la búsqueda de un símbolo objetivo que recoja la emoción del autor y, a su vez, la transfiera de alguna manera al observador. Esta concepción del arte (incluyendo por supuesto la poesía) ha influido poderosamente, y lo sigue haciendo, en el desarrollo del arte contemporáneo.

      En 1922 publica La tierra baldía, poema que marcó un hito en la tradición poética anglo-americana. Un poema vanguardista y erudito que recorre la frustración existencial del hombre moderno en el ambiente de la primera postguerra europea, utilizando imágenes sorprendentes, mezcla de diversas culturas, idiomas y épocas.

      Durante los años treinta escribe Los cuatro cuartetos, que concluye en 1942, considerándose la culminación de su poesía no dramática. Esta obra recoge su recorrido vital a través de su historia personal, de sus convicciones y de sus experiencias, que Eliot considera que, como explicará en alguno de sus ensayos, trascienden a su persona y se convierten en significativas para los lectores del poema. En una estructura de tipo musical, de ahí la denominación de Cuartetos, desarrolla cuatro movimientos independientes, pero con ciertos paralelismos entre ellos.

      En su obra como dramaturgo, Eliot sorprende por el uso del verso en sus composiciones teatrales, lo que le confiere una indudable originalidad. En 1935 publicó Asesinato en la Catedral, que recrea las últimas horas de Tomas Becket, mártir arzobispo de Canterbury, traicionado por su amigo el rey Enrique II que ordena su muerte. La acción se sitúa en 1170, a la vuelta del arzobispo tras siete años de exilio en Francia. La Iglesia (representada por los sacerdotes) y el rey (por los caballeros) mantienen una postura de feroz enfrentamiento. El arzobispo es tentado por cuatro pasiones que le atormentan desde su juventud: el placer mundano, el ansia de poder, el orgullo espiritual y el deseo de santidad. Finalmente, el día de Navidad, dirige al pueblo una valiente predicación que le vale la confabulación de los caballeros, que acaban con su vida. Los sacerdotes y el pueblo, impactados por lo sucedido, reconocen al santo que ha dado la vida y piden misericordia a Dios por su cobardía.

      El argumento de Reunión familiar (1939), se desarrolla en torno al cumpleaños de una señora anciana, lady Monchensey, que reúne a la familia dispersa para la celebración. El protagonista es su hijo Harry que, tras siete años de ausencia del hogar por un matrimonio desaprobado por su familia, regresa un año después de la trágica muerte de su esposa en un accidente en alta mar. Harry desprecia el ambiente rutinario de la casa familiar, dominada por su autoritaria madre, sus tías Ivy, Violet y Agatha, hermanas de su madre, los hermanos de su padre y Mary, una pariente pobre acogida en la casa. Harry introduce un factor de distorsión que hace tambalear la férrea apariencia que envuelve a la tranquila familia, revelando su participación en la muerte de su esposa y desvelando el secreto que envuelve a su difunto padre, amante de su tía Agatha y tentativo asesino de su propia esposa, historia en la que él se ve claramente reflejado. Finalmente, Harry vuelve a abandonar la casa, reconciliado con su historia y con rumbo incierto, como parte de su camino de expiación.

      El cóctel (1950), nos relata el conflicto de un matrimonio carente de amor. Lavinia y Edward invitan a unos amigos a un cóctel en su casa, pero pocas horas antes Edward descubre que Lavinia, su mujer, le ha abandonado. Los amigos llegan a la fiesta y Edward inventa una excusa para explicar la ausencia de Lavinia. Un invitado misterioso (Riley) pone a Edward frente a su auténtico problema y le va conduciendo a través de una especie de terapia a la que se van sumando la propia Lavinia, Celia, amante de Edward, y Peter, amante de Lavinia. Riley, ayudado por Julia y Alex, va acompañando a los protagonistas a descubrir su misión en la vida, empezando por aceptarse a sí mismos y aprendiendo a amar a los demás.

      En El secretario particular (1953), Sir Claude regenta una oficina de negocios en la City londinense y contrata a Colby como su secretario particular, sustituyendo al viejo Eggerson. Colby es realmente hijo de Sir Claude, pero no quiere hacerlo público hasta sondear la reacción de su extravagante esposa, Lady Elizabeth, que desconoce este hecho. Colby es un músico frustrado que ha sido criado por una tía suya (Mrs. Guzzard) pagada por Sir Claude. Las vocaciones frustradas de Sir

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