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      Las grandes haciendas fueron muy importantes en el norte, desde la Colonia hasta el porfiriato; pero, al mismo tiempo, empezaron a surgir y a proliferar las pequeñas y medianas propiedades y, durante el siglo XIX, el pequeño ranchero independiente. Durante el porfiriato, el desarrollo de la minería, tanto de metales preciosos como industriales; la llegada de los ferrocarriles estadunidenses a la frontera, la mayor vinculación con el mercado del suroeste y sureste de los Estados Unidos; la creciente inversión extranjera, principalmente estadunidense; el aumento de la población y el crecimiento de las ciudades permitieron el surgimiento de nuevas condiciones económicas y políticas que se manifestaron en todo el norte de México. Por otra parte, la pacificación de la zona fronteriza, después de la derrota de los apaches, y el fin de la guerra del yaqui en la parte sur de Sonora, incorporaron enormes extensiones de tierras productivas a la agricultura y la ganadería comerciales.

      Vista en perspectiva, es importante señalar la larga duración de esta estructura agraria (véase cuadro 1.1 del anexo estadístico) gestada a partir de la Conquista española; lo que, por otra parte, no significa su inmutabilidad, aunque los mayores cambios no se produjeron sino hasta las reformas agrarias de los siglos XIX y XX. Hemos apuntado algunos elementos que explican su origen y permanencia; pasaremos ahora a revisar varios de los factores que impulsaron cambios en esta estructura en etapas de profundas transformaciones sociales, políticas y económicas.

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