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Nuevo León y Nuevo México. En estas regiones desérticas y deshabitadas, el aprovisionamiento de las minas requería de un elevado desarrollo de la agricultura y la ganadería.

      Estas haciendas, generalmente de enorme extensión, producían rendimientos estables, aunque no tan espectaculares como los de una mina, y permitían establecer mayorazgos y asegurar la riqueza futura de la familia de estos ricos individuos. En las tierras de estas haciendas, a veces se constituían centros de población. Debido a la falta de comunidades indígenas amplias y de repartimientos, para los trabajos en minas y haciendas se empleaban a esclavos, mulatos o indios libres que eran traídos desde las regiones del sur por los hacendados, que intentaban detenerlos por diversos medios, como las deudas. Además, muchos mineros y criadores de ganado eran, al mismo tiempo, capitanes que comandaban huestes de "hombres a caballo, mitad vaqueros, mitad abigeos y bandidos", para combatir a los chichimecas.

      En la parte más oriental del noreste, en el actual estado de Tamaulipas, se fundó a mediados del siglo XVIII la provincia del Nuevo Santander, para hacer frente a la amenaza anglofrancesa sobre ese territorio. El fundador fue José de Escandón, quien la gobernó por más de quince años; se negó a otorgar terrenos a título individual y obligó a los colonos a usufructuar las tierras en forma comunal, "a pesar de una cédula real de 1763 que insistía en el reparto particular". Después de la caída de Escandón, bajo la influencia de las reformas borbónicas, se dieron las tierras en forma privada a los colonos. Aunque se buscaba la creación del pequeño agricultor propietario, no dejaron de otorgarse "mercedes de tierras gigantescas".

      La estructura y administración del latifundio consolidado de los Sánchez Navarro seguía las líneas del sistema de haciendas; para facilitar su administración estaba dividido en numerosas haciendas, cada una con su propio mayordomo, muchas de las cuales incluían sus ranchos subordinados. También rentaban considerables porciones de tierra; algunas secciones del latifundio habían sido abandonadas, principalmente como resultado de las frecuentes y devastadoras incursiones de los indios que cruzaban el río Grande. El nervio central de este imperio era la Hacienda de San Francisco de los Patos, donde se cultivaba maíz y plantas de algodón; y tenía grandes áreas de pastos. Después de la guerra de intervención estadunidense, los Sánchez Navarro reorganizaron sus haciendas y aumentaron sus rebaños y ventas de ganado y lana. Para Harris, los Sánchez Navarro administraban sus haciendas como negocios; su principal actividad comercial era la cría de ganado, carneros y ovejas, y la producción de lana.

      Durante el porfiriato, el desarrollo de los ferrocarriles, la canalización del agua del río Nazas y el aumento del área cultivada con algodón, junto con la expansión demográfica y urbana dieron auge a la región de La Laguna, situada en los estados de Durango y Coahuila, donde se incorporaron innovaciones técnicas y productivas, al igual que la irrigación para el cultivo de la fibra. Para entonces, los grandes latifundios agrícolas y ganaderos como los de los Sánchez Navarro, se habían desintegrado. La hacienda algodonera tenía un sistema de peonaje menos rígido, una agricultura especializada, estrecha relación con la industria textil y el mercado internacional, lo cual daba la imagen de una hacienda más moderna; pero en ella seguían subsistiendo las áreas de colonización interna, las productivas y las de reserva; o sea que persistieron las formas tradicionales de dominio.

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