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Un Rastro de Vicio . Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Un Rastro de Vicio
Год выпуска 0
isbn 9781640297746
Автор произведения Блейк Пирс
Серия Un Misterio Keri Locke
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
Keri apartó su teléfono en el escritorio y cerró sus ojos, tratando de mantenerse serena mientras le ponía cabeza a la situación. Cuando al principio descubrió la información de contacto de un hombre conocido solo como el Coleccionista, hizo cita para una reunión. Pero él nunca apareció.
Ella lo contactó para averiguar qué había sucedido. Él indicó que ella no había seguido las reglas pero dio a entender que podría ponerse en contacto más adelante. Había exigido toda su disciplina y paciencia no intentar contactarlo de nuevo. Desesperadamente quería hacerlo, pero le preocupaba que de mostrarse demasiado ansiosa, él podría inquietarse y desechar de forma permanente la dirección de correo electrónico, dejándola sin opciones de encontrarlo en algún momento, a él o a Evie.
Y ahora, al cabo de todas esas torturantes semanas de silencio, él finalmente se había puesto en contacto de nuevo. Por supuesto, él no sabía que se estaba comunicando con la madre de Evie, ni siquiera que ella era una mujer. Todo lo que sabía es que era un cliente potencial interesado en discutir un contrato de secuestro.
Esta vez ella desplegaría un plan mejor que el anterior. La última vez, dispuso de menos de una hora para llegar al sitio de reunión asignado. Intentó poner un señuelo que fuese en su lugar y evaluar la situación desde la distancia. Pero de alguna manera él supo que el señuelo no era legítimo y no vino. Ella no podía permitir que eso sucediera de nuevo.
Quédate tranquila. Has aguantado esto por bastante tiempo y ha dado resultado. No lo arruines haciendo algo impulsivo. De todas formas ahora mismo no hay nada que puedas hacer. El balón está en su campo. Solo dale una respuesta básica y aguarda a que conteste.
Keri digitó una palabra:
comprendido
Puso entonces su teléfono en el bolso y se levantó de su escritorio, demasiado nerviosa y excitada para quedarse sentada. Sabiendo que no había nada más que pudiera hacer, trató de sacar al Coleccionista de su cabeza.
Se encaminó hacia el salón de descanso para comer algo. Eran las 4 p.m. pasadas y su estómago lanzaba gruñidos, aunque no estaba segura si era porque se había saltado el almuerzo o era debido a la ansiedad general.
Al entrar, vio a su pareja, Ray Sands, rebuscando en el refrigerador. Era notoria su costumbre de meterle mano a cualquier comida que no estuviera debidamente identificada. Afortunadamente la ensalada de pollo de ella, con su nombre claramente colocado en el contenedor, estaba oculta en la esquina inferior, al fondo. Ray, un negro de uno noventa y tres y 104 kilos, con una cabeza calva y una constitución muscular robusta, tendría que estar muy desesperado para inclinarse y contorsionarse solo por una ensalada.
Keri permaneció en la entrada, disfrutando en silencio el contoneo de las nalgas de Ray mientras maniobraba. Además de ser su pareja, era también su mejor amigo y últimamente, quizás algo más. Ambos sentían una fuerte y mutua atracción, y así lo había admitido uno al otro hacía menos de dos meses, cuando Ray se recuperaba de un tiro recibido cuando dieron de baja a un secuestrador de niñas.
Desde entonces, sin embargo, solo habían dado pasos de bebé. Flirteaban más abiertamente cuando estaban solos, y habían habido varias citas a medias, donde uno iba al apartamento del otro a ver una película.
Pero ambos parecían temerosos de dar el siguiente paso. Keri sabía por qué se sentía así y sospechaba que Ray sentía lo mismo. A ella le preocupaba que si se decidían y no funcionaba, tanto su sociedad como su amistad podría ponerse en riesgo. Era una preocupación legítima.
Ninguno de los dos tenía un gran historial romántico. Ambos estaban divorciados. Ambos le habían sido infieles a sus cónyuges. Ray, un antiguo boxeador profesional, era un notorio mujeriego. Y Keri tenía que admitir que desde que se llevaron a Evie, ella había sido un saco de nervios, constantemente a punto de perder el control. Match.com no los pondría en sus carteles en un futuro cercano.
Ray sintió que era observado y se giró, con la mitad de un sándwich sin dueño en la mano. Viendo que no había nadie más en la habitación aparte de Keri, preguntó:
—¿Te gusta lo que ves? —y guiñó un ojo.
—No seas engreído, Increíble Hulk —le advirtió ella. Adoraban burlarse el uno del otro con apodos que destacaban la sustancial diferencia de tamaño.
—¿Quién está usando el doble sentido ahora, Miss Bianca? —preguntó él, sonriendo.
Keri vio que el rostro de él se oscurecía y se dio cuenta que no había hecho un buen trabajo ocultando su nerviosismo a causa del Coleccionista. Él la conocía demasiado bien.
—¿Qué pasa? —preguntó de inmediato.
—Nada —dijo ella, mientras pasaba rozándolo para inclinarse y tomar su ensalada. A diferencia de él, ella no tenía problemas al moverse en espacios estrechos. Aunque no fuese tan pequeña como el nombre de la ratoncita ficticia podía sugerir, comparado con Ray, su cuerpo de uno sesenta y siete y cincuenta y nueve kilos era liliputiense .
Podía sentir sus ojos sobre ella pero simuló que no lo notaba. No quería discutir lo que cargaba en su mente por un par de razones. Ante todo, si le decía del correo-e del Coleccionista, él querría analizarlo en detalle con ella. Y ello socavaría sus esfuerzos para mantenerse cuerda dejando de pensar en eso.
Pero había otra razón. Keri estaba bajo vigilancia por parte de un turbio abogado llamado Jackson Cave, notable por representar a pedófilos y secuestradores de niños. Para obtener la información que la llevó a encontrar al Coleccionista, ella había irrumpido en su oficina y copiado el archivo oculto.
La última vez que se habían visto, Cave había dado a entender que sabía lo que ella había hecho y dijo abiertamente que le tenía puesto el ojo. Estaba claro para ella lo que significaba. Desde entonces, había realizado de forma regular barridos de dispositivos de escucha, y tenido el cuidado de solo discutir con el Coleccionista en ambientes seguros.
Si Cave sabía que ella andaba detrás del Coleccionista, podía avisarle. Entonces este último desaparecería y ella nunca encontraría a Evie. Así que no había manera de que ella fuera a mencionar nada al respecto a Ray y allí .
Pero él no sabía nada de eso, así que la presionó.
—Puedo asegurar que hay algo —dijo.
Antes de que Keri pudiera, diplomáticamente, callarlo, el jefe de ambos entró de repente. El teniente Cole Hillman, su supervisor inmediato, tenía cincuenta, pero se veía mucho más viejo, con su rostro profundamente arrugado, su despeinado cabello entrecano, y una creciente panza que no podía ocultar con sus holgadas camisas de vestir. Como de costumbre, tenía puestas una chaqueta y una corbata, pero la primera no le quedaba y la segunda estaba ridículamente floja.
—Bien. Me alegra que ambos estén aquí —dijo, saltándose cualquier clase de saludo—. Vengan conmigo. Tienen un caso.
Lo siguieron de regreso a su oficina y ambos tomaron asiento en el gastado sofá de dos plazas junto a la pared. Sabiendo que probablemente no tendría chance de comer más tarde, Keri devoró su ensalada mientras Hillman los ponía en antecedentes. Notó que antes de que se sentaran, Ray ya había terminado el sándwich que se había robado. Hillman fue al grano.
—Su posible víctima es una chica de dieciséis años de Westchester, Sarah Caldwell. No ha sido vista desde el almuerzo. Los padres la han llamado muchas veces, y dicen que no han podido contactarla.
—¿Entraron en pánico porque su hija adolescente no les ha devuelto la llamada? —preguntó Ray escéptico— Suena como el caso de toda familia en América.
Keri no replicó nada a pesar de su inclinación natural a estar en desacuerdo. Ella y Ray habían discutido sobre este punto muchas veces. Pensó que él era demasiado lento para involucrarse en casos como estos.