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rel="nofollow" href="#litres_trial_promo">CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDOS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTIUNO

      PRÓLOGO

      Aunque Sarah Caldwell solo tenía dieciséis, tenía la cabeza en su sitio y captaba con claridad cuándo las cosas no andaban bien. Y esto no andaba bien.

      Casi estuvo a punto de no ir. Pero cuando Lanie Joseph, su mejor amiga desde la escuela elemental, la llamó esa misma tarde para pasar el rato en el centro comercial, no vino a su mente alguna razón convincente para no ir.

      Desde que se encontraron, sin embargo, Lanie lució en todo momento nerviosa. Sarah no entendía qué cosa de un paseo por Fox Hills Mall podía producir tanta ansiedad. Notó que cuando se estaban probando unos collares baratos en Claire’s, las manos de Lanie temblaban al intentar abrir el broche.

      La verdad es que Sarah ya no sabía en realidad qué era lo que ponía nerviosa a Lanie. Habían sido increíblemente cercanas a lo largo de la escuela elemental. Sin embargo, una vez que la familia de Sarah se mudó del sur de Culver City a la urbanización, igualmente de clase trabajadora, pero menos peligrosa de Westchester, poco a poco se fueron alejando. Unos pocos kilómetros separaban a las comunidades, pero sin automóviles, que ninguna de las dos poseía, o el compromiso serio de seguir conectadas, perdieron el contacto.

      Mientras se probaban un maquillaje en Nordstrom, varias veces Sarah miró a Lanie de manera disimulada en el espejo. En el cabello rubio pálido de su amiga había mechas de color azul y rosado. Tenía ya tanta sombra y delineador en sus ojos que realmente no había razón para probar nada del mostrador. Su piel clara parecía más pálida en el contraste con sus múltiples tatuajes, la camiseta sin mangas color negro y los cortísimos shorts que llevaba. Mezclados con la muestra deliberada de arte corporal, Sarah no pudo dejar de notar algunos moretones.

      Miró su propio reflejo y la sorprendió el contraste. Sabía que también era bonita, pero de una forma más sutil y sensible. Su cabello castaño, que llegaba hasta los hombros, estaba recogido en una cola de caballo. Su propio maquillaje era ligero, y destacaba sus ojos color avellana y sus largas pestañas. Su piel olivácea estaba libre de tatuajes, y llevaba unos jeans desteñidos, además de una hermosa y discreta blusa verde azulada.

      Se preguntó si ella se vería ahora como Lanie, de haber permanecido en la antigua urbanización. Casi era seguro que no. Sus padres nunca le hubieran permitido poner sus pies en ese sendero.

      Si Lanie se hubiera mudado a Westchester, ¿se vería de todas formas como una prostituta adolescente que trabaja en una parada de camiones?

      Sarah sintió que se sonrojaba al sacar ese pensamiento de su cabeza. ¿Qué clase de persona era ella, para pensar cosas tan desagradables acerca de alguien con quien había jugado con la Barbie cuando era una niña? Se dio la vuelta con la esperanza de que Lanie no viese la culpa que, estaba segura de ello, se había pintado en su rostro.

      —Comamos algo en la plaza de comidas —dijo Sarah, tratando de cambiar la dinámica. Lanie asintió y ambas salieron, dejando detrás a una decepcionada vendedora.

      Una vez se sentaron a mordisquear una ración de pretzels, Sarah se decidió por fin a averiguar qué estaba pasando.

      —Bueno, ya sabes que siempre adoro verte, Lanie. Pero sonaste tan seria cuando llamaste y luces tan incómoda… ¿hay algo que no está bien?

      —No. Todo está genial. Yo solo… mi novio viene a saludar y creo que me siento nerviosa al pensar que vas a conocerlo. Es un poco mayor y solo hemos estado juntos unas pocas semanas. Siento quizás que podría estarlo perdiendo y pensé que tú podrías elogiarme un poco, y que si él me viera con mi más vieja amiga, ¿me vería él de una manera distinta?

      —¿Cómo te ve él ahora? —preguntó Sarah, algo preocupada.

      Antes de que Lanie pudiera responder, un chico se aproximó a la mesa. Sin que mediaran las presentaciones, Sarah supo que este debía ser el novio.

      Era alto y extremadamente delgado, con jeans ajustados y una camiseta negra que destacaba su pálida piel y sus múltiples tatuajes. Sarah notó que él y Lanie tenían la misma imagen de una pequeña calavera y dos tibias cruzadas en el envés de sus muñecas izquierdas.

      Con su cabello negro, largo, puntiagudo, y sus penetrantes ojos oscuros, no es que fuera apuesto, es que era bello. Le recordaba a Sarah a unos de los vocalistas principales de esas bandas metaleras de melenudos de los 1980s, con los que su mamá se embelesaba, con nombres como Skid Row o Motley Row o algo Row. Tenía por lo menos veintiuno.

      —Oye, nena —dijo de manera casual y se inclinó para darle a Lanie un beso apasionado, sorprendente al menos para una pequeña plaza de comidas—. ¿Le dijiste?

      —No he tenido oportunidad —dijo Lanie mansamente, antes de voltearse hacia Sarah—. Sarah Caldwell, este es mi novio, Dean Chisolm. Dean, esta es mi más vieja amiga en el mundo, Sarah.

      —Encantada de conocerte —dijo Sarah, inclinando la cabeza de manera cortés.

      —El placer es todo mío —dijo Dean, tomando la mano de ella y haciendo una reverencia teatral y exagerada—. Lanie habla de ti todo el tiempo, y de cómo desea que ambas pudieran pasar más rato juntas. Así que me alegra en verdad que pudieran verse hoy.

      —A mí también —dijo Sarah, impresionada por el inesperado encanto del chico, sin que por ello dejara de recelar—. ¿Qué es lo que ella no tuvo oportunidad de decirme?

      Todo el rostro de Dean se resolvió en una franca sonrisa que pareció desvanecer sus sospechas.

      —Oh, eso —dijo—. Unos amigos vienen esta tarde a mi casa y pensamos que sería divertido que te unieras. Algunos de ellos están en bandas. Una de ellas necesita un nuevo vocalista principal. Lanie pensó que podría gustarte conocerles. Dice que eres una cantante realmente buena.

      Sarah miró a Lanie, que le sonrió de vuelta sin decir nada.

      —¿Es eso lo que quieres hacer? —le preguntó Sarah.

      —Podría ser divertido intentar algo nuevo —dijo Lanie. Su tono era casual, pero Sarah reconoció la mirada en sus ojos, que suplicaba a su amiga no decir nada que la avergonzara delante de su nuevo novio de turno.

      —¿Dónde es eso? —preguntó Sarah.

      —En las adyacencias de Hollywood —dijo él, con un destello de satisfacción en sus ojos—. Salgamos. Será divertido.

      *

      Sarah se sentó en el asiento trasero del viejo Trans Am de Dean. La reliquia estaba bien mantenida en el exterior, pero el interior estaba regado con colillas de cigarrillo y envoltorios enrollados de McDonald’s.

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