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Un Rastro de Esperanza . Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Un Rastro de Esperanza
Год выпуска 0
isbn 9781640298484
Автор произведения Блейк Пирс
Серия Un Misterio Keri Locke
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
—¿Nunca habías escuchado acerca de Cave antes de eso? —preguntó Mags.
—Sí que había escuchado. Él es muy conocido para los policías de Personas Desaparecidas. Pero nunca me había reunido con alguno de sus clientes, ni tenía razón alguna para pensar en él como algo más que otro imbécil, hasta que Anderson llamó mi atención sobre su persona. Hasta que me conocí a Thomas Anderson, Jackson Cave nunca estuvo en mi radar.
—¿Y no crees que eso es una coincidencia? —preguntó Mags.
—Con Anderson, no estoy segura de que nada sea una coincidencia. ¿No es extraño que salga impune como ‘John Johnson’, pero luego sea arrestado por lo mismo de los secuestros usando su verdadera identidad, Thomas Anderson? ¿Por qué no usó de nuevo su identidad falsa? Quiero decir, el hombre fue bibliotecario durante más de treinta años. Básicamente arruinó su vida al usar su nombre real.
—Quizás pensó que Cave podía sacarle en una segunda ocasión —sugirió Ray.
—Pero ahí está el asunto —dijo Keri—. Aunque Cave fue técnicamente el abogado defensor en su último juicio, ese donde lo hallaron culpable, Anderson se defendió a sí mismo. Y al parecer, lo hizo de manera extraordinaria. Se dijo que fue tan convincente que si el caso no hubiese estado blindado, habría salido.
—Si este tipo es un genio —objetó Mags—, ¿cómo es que, en primer lugar, el caso en su contra era tan sólido?
—Le hice la misma pregunta —replicó Keri—. Y convino conmigo en que era extraño que alguien tan astuto y meticuloso como él fuese atrapado de esa manera. No me lo dijo de manera directa, pero básicamente insinuó que buscaba quedar convicto.
—Pero, ¡por qué en el nombre de Dios! —preguntó Mags.
—Esa es una excelente pregunta, Margaret —dijo Keri, cerrando la portátil—. Y es la que pretendo hacerle al Sr. Anderson ahora mismo.
*
Keri estacionó su auto en la enorme estructura que se hallaba cruzando la calle frente a Twin Towers y se dirigió al ascensor. A veces, si tenía que hacer una visita en el día, la enorme instalación anexa al centro de detención del condado estaba tan abarrotada que tenía que subir hasta el décimo piso —a cielo abierto— de la estructura para encontrar un espacio donde aparcar. Pero eran casi las 8 p.m. y halló un puesto en el segundo piso.
Mientras cruzaba la calle, repasó su plan. Técnicamente, debido a su suspensión y a la investigación de Asuntos Internos, no tenía autorización para reunirse con un prisionero en una sala de interrogatorios. Pero eso no era todavía de conocimiento general. Aspiraba a que su familiaridad con el personal de la prisión le permitiera abrirse paso bajo engaño.
Ray se había ofrecido a venir con ella para allanarle el camino. Pero a ella le preocupaba que ello atrajera preguntas que podrían meterlo en problemas. Incluso si ello no ocurriera, podría estar obligado a formar parte de la entrevista a Anderson. Keri sabía que el hombre no se abriría bajo esas circunstancias.
Como resultó, ello no tuvo que preocuparse.
—¿Cómo le va, Detective Locke? —le preguntó el Oficial de Seguridad Beamon mientras ella se acercaba al detector de metales de la recepción— Me sorprende verla tan recuperada luego de la refriega con ese sicópata a principios de esta semana.
—Oh, sí —convino Keri, decidiendo que sacaría provecho de esa pelea—, yo también, Freddie. Me veo como si hubiera estado en una pelea de campeonato, ¿no crees? De hecho estoy todavía de permiso hasta que esté en forma. Pero estaba enloqueciendo un poco en el apartamento, así que se me ocurrió venir a chequear un caso viejo. No es algo formal, así que ni siquiera traje la pistola y la placa. ¿Importará si entrevisto a alguien incluso fuera de horario?
—Por supuesto que no, Detective. Solo espero que se tome las cosas con calma. Pero sé que no lo hará. Firme. Tome su carnet de visitante y vaya al nivel de interrogatorios. Ya conoce el procedimiento.
Keri conocía el procedimiento y quince minutos después estaba sentada en una sala de interrogatorio, esperando la llegada del recluso #2427609, o Thomas "El Fantasma” Anderson. El guardia le había advertido que se estaban preparando para apagar las luces y tomaría un tiempo adicional buscarlo. Ella intentó permanecer serena mientras esperaba, pero estaba perdiendo la batalla.
Anderson siempre parecía meterse bajo su piel, como si secretamente le estuviese quitando el cuero cabelludo para descubrir su cerebro y leer sus pensamientos. En ocasiones, se sentía como si fuese una gatita mientras él sostenía uno de esos finos rayos láser, haciéndola corretear a su capricho en cualquier dirección.
Y sin embargo, fue su información la que la puso en el camino que la había acercado como nunca lo había hecho ninguna otra cosa hasta encontrar a Evie. ¿Eso fue planeado o fue por azar? Él nunca le había dado indicación alguna de que sus reuniones fueran otra cosa que casualidad. Pero si tenía el control del juego, ¿por qué lo hacía?
La puerta se abrió y él pasó adentro, luciendo en buena medida como ella lo recordaba. Anderson, a mitad de la cincuentena, era más bien bajo, alrededor de uno setenta y dos, con una constitución sólida y robusta, que sugería una asistencia regular al gimnasio de la prisión. Las esposas colocadas en sus musculosos antebrazos se veían ajustadas. Con todo, parecía más delgado de lo que ella recordaba, como si se hubiera saltado algunas comidas.
Su espeso cabello estaba partido de manera impecable, pero para sorpresa de ella, ya no era el negro azabache que recordaba. Ahora estaba bastante entrecano. En los bordes de su uniforme de prisión, se podían ver fragmentos de los múltiples tatuajes que cubrían el lado derecho de su cuerpo hasta el cuello. Su lado izquierdo estaba todavía impecable.
Mientras era conducido a la silla de metal al otro lado de la mesa frente a ella, sus ojos grises no se despegaron de ella. Sabía que la estaba estudiando, examinando, midiendo, tratando de aprender lo más que pudiera sobre su situación antes decir una palabra.
Luego que se hubo sentado, el guardia se paró al lado de la puerta.
—Estamos bien, Oficial… Kiley —dijo Keri, echándole un rápido vistazo a su portanombre.
—Es el procedimiento, señora —dijo el guardia con brusquedad.
Ella le echó un vistazo. Era nuevo… y joven. Dudaba que se dejara sobornar, pero aun así no podía permitirse que nadie, limpio o corrupto, escuchara esta conversación. Anderson le sonrió ligeramente, sabiendo lo que venía. Probablemente esto sería entretenido para él.
Ella se levantó y miró al guardia hasta que este sintió los ojos de ella sobre él y la miró a su vez.
—Primero que nada, no es señora. Es Detective Locke. Segundo, me importa un carajo su procedimiento, nuevo. Quiero hablar con este recluso en privado. Si no puede plegarse a eso, entonces necesito hablar con usted en privado y no va a ser una charla agradable.
—Pero —Kiley comenzó balbucear mientras se recargaba en uno u otro pie.
—Pero nada, Oficial. Tiene dos opciones. Puede dejarme hablar con este recluso en privado. ¡O podemos tener esa charla! Usted decide.
—Quizás debo consultar con mi supervi...
—Eso no está en la lista de opciones, Oficial. ¿Sabe qué? Yo decido por usted. Salgamos afuera para que yo pueda darle una pequeña charla. Cualquiera pensaría que arrestar a un pedófilo y fanático religioso me daría un permiso para el resto de la semana, pero supongo que tengo también que instruir a un oficial de correcciones.
Puso su mano sobre el picaporte de la puerta y se disponía a accionarlo cuando el Oficial Kiley perdió lo que le quedaba de aplomo. Ella estaba