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no estaba, Deméter dejaba que la tierra se enfriara y muriera. Cada vez que regresaba, revivía la tierra y la primavera llegaba de nuevo.

      Y ese fue el origen de las estaciones.

      Riley apretó la mano de April y susurró: “Aquí viene la parte triste”.

      Riley se sorprendió al oír a April reírse.

      “No es tan triste”, susurró April. “Jilly me dijo que cambiaron la historia un poco. Solo mira”.

      Riley prestó mucha atención.

      Plenamente en el personaje de Perséfone, Jilly golpeó a Hades en la cabeza con una urna griega, en realidad una almohada disfrazada. Entonces salió del Inframundo y regresó de nuevo a su madre.

      El muchacho que interpretaba a Hades hizo un berrinche y trajo el invierno al mundo. Él y Deméter luego jugaron a tirar la cuerda, cambiando las estaciones de invierno a primavera y de primavera a inverno, una y otra vez durante el resto del tiempo.

      Riley estaba encantada.

      Cuando la obra terminó, Riley se dirigió detrás del escenario para felicitar a Jilly. En el camino se encontró con la maestra que había dirigido la obra.

      “¡Me encanta lo que hiciste con la historia!”, le dijo Riley a la maestra. “Fue genial ver a Perséfone cambiar de una víctima indefensa a una heroína independiente”.

      La maestra sonrió.

      “No me des las gracias”, dijo. “Fue idea de Jilly”.

      Riley corrió hacia Jilly y le dio un gran abrazo.

      “¡Estoy demasiado orgullosa de ti!”, dijo Riley.

      “Gracias, mamá”, dijo Jilly, sonriendo.

      Mamá.

      La palabra resonó en la mente de Riley. Significaba demasiado para ella.

      *

      Más tarde esa noche, cuando todos estaban en casa, Riley finalmente tuvo que decirles a las chicas que se iba. Asomó la cabeza por la puerta de Jilly.

      Jilly estaba profundamente dormida, agotada por su gran éxito. Riley amaba la mirada de satisfacción en su rostro.

      Entonces Riley fue al dormitorio de April. April estaba sentada en la cama leyendo un libro.

      April levantó la mirada y miró a su madre.

      “Hola, mamá”, dijo ella. “¿Qué pasa?”.

      Riley entró a la habitación.

      Ella dijo: “Esto va a parecer extraño, pero... tengo que irme ahora mismo. Me han asignado a un caso en California”.

      April sonrió.

      Ella dijo: “Jilly y yo supusimos que de eso trató tu reunión en Quántico. Y entonces vimos la maleta en tu cama. De hecho pensamos que ibas a irte antes de la obra. Por lo general no empacas a menos que tengas que irte de una vez”.

      Miró a Riley, su sonrisa ensanchándose.

      “Pero te quedaste”, agregó. “Sé que atrasaste tu viaje, al menos por la obra. ¿Sabes cuánto significó eso para nosotras?”.

      Los ojos de Riley se llenaron de lágrimas. Se inclinó hacia delante y las dos se abrazaron.

      “¿Así que no tienen problema con que me vaya?”, preguntó Riley.

      “Claro que no, está bien. Jilly me dijo que esperaba que atraparas a unos malos. Está muy orgullosa de lo que haces, mamá. Yo también estoy orgullosa”.

      Riley se sintió demasiado conmovida como para expresarlo con palabras. Sus dos hijas estaban creciendo tan rápido. Y se estaban convirtiendo en mujeres jóvenes impresionantes.

      Besó a April en la frente.

      “Te amo, cariño”, dijo.

      “Yo también te amo”, dijo April.

      “¿Y tú qué estás haciendo?”, le dijo Riley. “Apaga esa lámpara y acuéstate a dormir. Mañana tienes que ir a la escuela”.

      April se echó a reír y apagó la luz. Riley se fue a su habitación para tomar su maleta.

      Era más de medianoche y tenía que conducir a DC a tiempo para tomar un vuelo comercial.

      Esta noche sería larga.

      CAPÍTULO SEIS

      El lobo yacía boca abajo en el suelo áspero de desierto.

      El hombre se consideraba a sí mismo una bestia acechando a su próxima presa.

      Tenía una excelente vista del fuerte Nash Mowat de este lugar alto, y el aire de la noche era agradable y fresco. Observó la presa de esta noche a través de la mira de visión nocturna en su rifle.

      Volvió a pensar en sus víctimas odiadas.

      Hace tres semanas asesinó a Rolsky.

      Luego a Fraser.

      Luego a Worthing.

      Acabó con ellos con gran finura, con tiros en la cabeza tan limpios que seguramente ni siquiera supieron que habían sido baleados.

      Esta noche, sería Barton.

      El lobo observó a Barton caminando a lo largo de un camino no iluminado. Aunque la imagen a través de la mira nocturna era granulada y monótona, el objetivo estaba lo suficientemente visible para cumplir con sus propósitos.

      Pero aún no le dispararía a la presa de la noche.

      No estaba lo suficientemente lejos. Alguien cercano podría ser capaz de averiguar su paradero, a pesar de que había adjuntado una bocacha a su rifle de francotirador M110. No cometería el error de subestimar a los soldados de esta base.

      Siguiendo a Barton con la mira, el lobo disfrutó de la sensación de la M110 en sus manos. En estos días el ejército se encontraba en transición hacia el uso de la Heckler & Koch G28 como un rifle de francotirador estándar. Aunque el lobo sabía que el G28 era más ligero y más compacto, aún prefería el M110. Era más preciso, incluso si era más largo y más difícil de ocultar.

      Tenía veinte rondas en el barrilete, pero solo la intención de utilizar una de ellas cuando llegara el momento de disparar.

      Acabaría con Barton con un disparo.

      Podía sentir la energía de la manada, como si lo estuvieran viendo, dándole su apoyo.

      Observó como Barton finalmente llegó a su destino, una de las canchas de tenis al aire libre de la base militar. Los otros jugadores lo saludaron cuando entró en la cancha y desempacó su equipo de tenis.

      Ahora que Barton estaba en el área iluminada, el lobo ya no tenía que usar la mira nocturna. Apuntó directamente a la cabeza de Barton. La imagen ya no estaba granulada, sino muy clara y vívida.

      Barton estaba a unos noventa metros de distancia ahora.

      A esa distancia, el lobo podría depender de la precisión del rifle hasta tres centímetros.

      Tenía que asegurarse de permanecer dentro de ese rango.

      Y sabía que lo haría.

      “Solo un ligero apretón del gatillo”, pensó.

      Eso era lo único que tenía que hacer ahora.

      El lobo disfrutó de ese momento misterioso y congelado en el tiempo.

      Esos segundos antes de apretar el gatillo eran casi religiosos, cuando esperaba armarse de valor y voluntad para disparar, cuando esperaba decidir apretar el gatillo con el dedo. Durante ese momento, la vida y la muerte parecían estar extrañamente fuera de sus manos. El movimiento irrevocable ocurriría en la plenitud de un instante.

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