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Una Vez Acechado . Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Una Vez Acechado
Год выпуска 0
isbn 9781640298682
Автор произведения Блейк Пирс
Серия Un Misterio de Riley Paige
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
Mientras Riley intercambió apretones de manos emocionales con ellos, se preguntó cuánto más de esto podría aguantar sin huir de la sala en lágrimas.
Finalmente llegó Paula Steen, la madre anciana de una chica que había sido asesinada hace veinticinco años en el caso por el que Riley estaba siendo condecorada hoy.
Riley se sintió verdaderamente abrumada.
Ella y Paula habían estado en contacto desde hace muchos años, hablando por teléfono todos los aniversarios de la muerte de su hija.
La presencia de Paula aquí hoy tomó a Riley por sorpresa.
Tomó las manos de Paula, tratando de no romper en llanto.
“Paula, gracias por venir”, logró balbucear través de las lágrimas. “Espero sigamos en contacto”.
La sonrisa de Paula era radiante, y ella no estaba llorando en absoluto.
“Te seguiré llamando una vez al año, como siempre, lo prometo”, dijo Paula. “Bueno, mientras siga viva. Ahora que has atrapado al asesino de Tilda, me siento lista para pasar al otro mundo y estar con ella y mi esposo. Llevan mucho tiempo esperándome. Muchas gracias”.
Riley sintió un dolor repentino en su interior.
Paula le estaba dando las gracias por la paz que ahora sentía, le estaba dando las gracias por permitirle morir al fin.
Era demasiado para Riley.
Simplemente no podía hablar.
En cambio, le dio un beso en la mejilla a Paula y la anciana se alejó.
La gente se estaba yendo ahora y la sala estaba mucho menos concurrida.
Pero los que más le importaban aún seguían ahí. Blaine, Crystal, Jilly, April y Gabriela habían estado cerca, observándola todo este tiempo. Riley se sintió especialmente alegre por la mirada de orgullo que vio en el rostro de Gabriela.
También vio que las chicas estaban sonriendo, mientras que la expresión de Blaine era una de admiración impresionada. Riley esperaba que toda esta ceremonia no lo intimidara ni lo asustara.
Se contentó mucho al ver el rostro de tres personas que se estaban acercando a ella. Una de ellas era su compañero desde hace muchos años, Bill Jeffreys. De pie junto a él estaba Lucy Vargas, una agente joven entusiasta y prometedora quien consideraba a Riley una mentora. Junto a ella estaba Jake Crivaro.
Riley se sorprendió al ver a Jake. Fue su compañero hace muchos años y llevaba mucho tiempo jubilado. Había salido de su jubilación solo para ayudarla en el caso del Asesino de la Caja de Fósforos, que lo había atormentado durante años.
“¡Jake!”, dijo Riley. “¿Qué estás haciendo aquí?”.
El hombre bajito y con un pecho fuerte y grueso se echó a reír.
“Oye, ¿qué clase de bienvenida es esa?”.
Riley se echó a reír y lo abrazo.
“Sabes a lo que me refiero”, dijo.
Después de todo, Jake había vuelto a su apartamento en Florida justo cuando cerraron el caso. Estaba contenta de que estaba de vuelta, incluso si era mucho más pronto de lo que había esperado.
“No me habría perdido esto por nada del mundo”, dijo Jake.
Riley sintió una nueva oleada de culpa al abrazar a Bill.
“Bill, Jake... esto no es justo”.
“¿Que no es justo?”, preguntó Bill.
“Que me otorgaran este premio. Ustedes dos también trabajaron mucho en este caso”.
Lucy tomó su turno para abrazar a Riley.
“Claro que es justo”, dijo Lucy. “El director Milner los mencionó. Les dio crédito también”.
Bill asintió y dijo: “Y no habríamos hecho nada en absoluto si no hubieses sido tan firme y terca con respecto a reabrir el caso”.
Riley sonrió. Obviamente eso era cierto. Reabrió el caso cuando nadie más creyó que era posible de resolver.
De repente sintió una nueva ola de confusión acerca de lo que había sucedido.
Miró a su alrededor y les dijo a Bill, Jake y Lucy: “Todas estas personas, ¿cómo se enteraron de esto?”.
Lucy dijo: “Bueno, estuvo en las noticias, por supuesto”.
Eso era cierto, pero para Riley eso no explicaba las cosas. Su premio había sido anunciado en un titular diminuto que nadie habría notado a menos que lo estuvieran buscando.
Entonces Riley vio una sonrisa maliciosa en el rostro de Bill.
“¡Se comunicó con todos!”, cayó en cuenta Riley.
Quizás no se comunicó con todas las personas de su pasado, pero definitivamente puso el motor en marcha.
Estaba sorprendida por las emociones contradictorias que sentía.
Obviamente estaba agradecida con Bill por asegurarse de que este día fuera nada menos que extraordinario.
Pero, para su sorpresa, también estaba enojada.
Aunque lo había hecho sin darse cuenta, Bill había preparado una emboscada emocional para ella.
Lo peor de todo era que la había hecho llorar.
Pero se recordó a sí misma que lo había hecho por amistad y respeto.
Ella le dijo: “Tú y yo tendremos una pequeña charla sobre esto más adelante”.
Bill sonrió y asintió.
“Estoy seguro de que sí”, dijo.
Riley se volvió hacia su familia y amigos en espera, pero fue detenida en seco por su jefe, el jefe de equipo Brent Meredith. El hombre grande con rasgos angulosos negros no parecía estar de humor para celebraciones.
Dijo: “Paige, Jeffreys, Vargas... Necesito verlos en mi oficina de inmediato”.
Sin decir más, Meredith salió de la sala.
Riley se sintió terrible, pero tuvo que decirles a Blaine, Gabriela y las chicas que la esperaran un rato más.
Recordó la sensación de oscuridad que había sentido durante la cena de ayer.
“Ya llegó”, pensó.
Un nuevo mal estaba a punto de entrar en su vida.
CAPÍTULO TRES
Mientras Riley siguió a Bill y Lucy por el pasillo hacia la oficina del jefe Meredith, trató de averiguar por qué se sentía tan inestable. Aún no podía descifrar lo que la estaba molestando.
Se dio cuenta de que en parte era una sensación a la que se había acostumbrado hace mucho tiempo, esa aprehensión familiar que sentía cada vez que estaba a punto de recibir nuevas órdenes.
Pero algo más estaba mezclado con esa sensación. No se sentía como miedo o aprensión. Ya había participado en demasiados casos en su carrera como para sentirse excesivamente preocupada por lo que estaba por venir.
Era algo que apenas reconocía.
“¿Es alivio?”, se preguntó Riley.
Sí, tal vez era eso.
La ceremonia y la recepción se habían sentido tan extrañas e irreales, provocando pensamientos y oleadas