Скачать книгу

jadeando por aire y a lo lejos, logró vislumbrar la pared del Cañón antes de ser cubierta por la niebla. Sabía que por ahí estaba su salvavidas de regreso a la superficie, y él sabía que tenían que llegar ahí.

      Reece miró hacia atrás sobre su hombro y vio a miles de Faws corriendo cuesta arriba hacia ellos, zumbando, castañeando los dientes, haciendo un ruido espantoso, más fuerte que nunca, y él sabía que no los dejarían ir.

      "¿Y yo qué?", gritó una voz, a través del aire.

      Reece se volvió y vio allí a Centra. Todavía seguía siendo prisionero, además del líder, y un Faw todavía sostenía un cuchillo en su garganta.

      "¡No me dejen!", gritó. "¡Van a matarme!".

      Reece se quedó allí parado, ardiendo de frustración. Por supuesto, Centra tenía razón: lo matarían. Reece no podía dejarlo ahí; iría contra su código de honor. Después de todo, Centra los había ayudado cuando habían necesitado ayuda.

      Reece se quedó ahí parado, dudando. Se dio vuelta y vio, a lo lejos, el muro del Cañón, la salida, tentándolo.

      "¡No podemos regresar por él!", dijo Indra, frenética. "Nos matarán a todos".

      Ella pateó a un Faw que se le acercó y cayó hacia atrás, deslizándose sobre la espalda, cuesta abajo.

      "¡Ya como estamos, tendremos suerte de escapar vivos!", dijo Serna.

      "¡No es uno de los nuestros!", dijo Krog. "¡No podemos poner en peligro a nuestro grupo por él!".

      Reece se quedó allí parado, debatiendo. Los Faws se estaban acercando cada vez más, y él sabía que tenía que tomar una decisión.

      "Tienen razón", admitió Reece. "Él no es uno de los nuestros. Pero nos ayudó. Y es un buen hombre. No puedo dejarlo a merced de esas cosas. ¡Nadie se queda atrás!", dijo Reece con firmeza.

      Reece comenzó a bajar la cuesta, a regresar por Centra – pero antes de que pudiera hacerlo, Conven repentinamente se separó del grupo y fue a la carga, corriendo, saltando y deslizándose en la cuesta fangosa, con la espada desenvainada, yendo hacia abajo y blandiendo su espada al avanzar, matando Faws de izquierda a derecha. Estaba yendo hacia donde venían, por su propia cuenta, imprudentemente, arrojándose al grupo de Faws y, de alguna manera, cortando camino a través de ellos con gran determinación.

      Reece saltó en acción justo detrás de él.

      "¡El resto se queda aquí!", gritó Reece. "¡Esperen a que regresemos!".

      Reece siguió las pistas de Conven, acuchillando Faws de izquierda a derecha; alcanzó a Conven y le dio su respaldo, los dos combatían camino hacia la montaña para buscar a  Centra.

      Conven fue a la carga, abriéndose paso entre la multitud de Faws, mientras Reece luchaba todo el camino para llegar a Centra, quien miró hacia atrás, con los ojos bien abiertos de miedo. Un Faw levantó su puñal para cortar la garganta de Centra, pero Reece no le dio la oportunidad: dio un paso hacia adelante, levantó su espada, apuntó y la arrojó con todas sus fuerzas.

      La espada salió volando por el aire, dando tumbos, y se alojó en la garganta del Faw, un momento antes de que matara a Centra. Centra gritó mientras veía al Faw muerto, a sólo unos centímetros de él, sus caras casi se tocaban.

      Para sorpresa de Reece, Conven no fue hacia Centra; en cambio, siguió corriendo por la pequeña colina, y Reece miró hacia arriba, horrorizado, al ver lo que estaba haciendo. Conven parecía suicida. Se abrió camino a través del grupo de Faws que estaba alrededor de su líder, quien estaba sentado en lo alto de su plataforma, mirando la batalla. Conven los mató de izquierda a derecha. No se lo esperaban, y todo pasó demasiado rápido para que reaccionaran. Reece se dio cuenta que Conven apuntaba a su líder.

      Conven se acercó más, saltó en el aire, levantó su espada y mientras el líder se daba cuenta y trataba de huir, Conven le atravesó el corazón. El líder gritó – y de repente, hubo un coro de 10 mil gritos de todos los Faws, como si ellos mismos hubieran sido apuñalados. Era como si todos compartieran el mismo sistema nervioso – y Conven lo había apuñalado.

      "No debiste haber hecho eso", le dijo Reece a Conven, mientras corría a su lado. "Ahora has empezado una guerra".

      Mientras Reece miraba con horror, una pequeña colina explotó y de ahí salieron miles y miles de Faws, como un montículo de hormigas. Reece se dio cuenta que Conven había matado a su abeja reina, que había incitado la ira de una nación de estas cosas. La tierra tembló con sus pasos, mientras todos rechinaban sus dientes e iban a la carga hacia Reece y Conven y Centra.

      "¡CORRAN!", gritó Reece.

      Reece empujó a Centra, quien estaba en estado de shock, y todo se volvieron y corrieron hacia los demás, abriéndose paso hacia la pista fangosa.

      Reece sintió que un Faw saltaba sobre su espalda y lo derribaba. Lo arrastró por los tobillos, cuesta abajo y acercó sus colmillos hacia su cuello.

      Una flecha navegó por la cabeza de Reece y llegó el ruido de una flecha, impactando la carne y Reece volteó a ver a O’Connor, en la cima de la colina, sosteniendo un arco.

      Reece se puso de pie, Centra lo ayudaba, mientras Conven protegía su retaguardia, contraatacando a los Faws. Finalmente, todos corrieron el resto de la colina y llegaron hasta donde estaban los demás.

      "¡Qué gusto tenerlos de vuelta!", dijo Elden, mientras se abalanzaba y mataba a varios Faws con su hacha.

      Reece hizo una pausa en la parte superior, asomándose por la niebla y preguntándose qué camino tomar. La senda tenía una bifurcación y estaba a punto de ir a la derecha.

      Pero de repente, Centra corrió delante de él, yendo hacia la izquierda.

      ¡Síganme!”, gritó Centra mientras corría. “¡Es la única manera!”.

      Miles de Faws comenzaron a subir la cuesta; Reece y los demás se volvieron y corrieron, siguiendo a Centra, deslizándose y resbalando por el otro lado de la colina, mientras la tierra seguía moviéndose. Siguieron la pista de Centra y Reece estaba agradecido de que le había salvado la vida.

      "¡Tenemos que llegar al Cañón!". Reece gritó, sin estar seguro de qué camino seguiría Centra.

      Corrieron, zigzagueando a través de los gruesos y retorcidos árboles, esforzándose por seguir a Centra, mientras él avanzaba hábilmente a través de la niebla, en un camino de tierra áspera, cubierta de raíces.

      "¡Sólo hay una manera de perder esas cosas!", dijo Centra. "¡Sigan mi camino!".

      Siguieron de cerca a Centra mientras corrían, tropezando con las raíces, arañados por las ramas; Reece luchaba por ver a través de la espesa niebla. Más de una vez tropezó con los cimientos disparejos.

      Corrieron hasta que los pulmones les dolían, el horrible chillido de esas cosas detrás de ellos, miles de ellos, se aproximaban. Elden y O'Connor, que ayudaban a Krog, los retrasaban. Él esperaba y rezaba para que Centra supiera hacia dónde iba; no podía ver el muro del Cañón desde aquí.

      De repente, Centra se detuvo en seco y estiró su mano y golpeó el pecho de Reece, deteniéndolo.

      Reece miró hacia abajo y vio a sus pies una pendiente empinada, hacia un río.

      Reece volteó a ver a Centra, extrañado.

      "Agua", explicó Centra, faltándole el aire. "Tienen miedo de cruzar el agua".

      Todos los demás se detuvieron al lado de ellos, mirando a los rugientes rápidos, mientras trataban de recuperar el aliento.

      "Es su única oportunidad", agregó Centra. "Crucen el río y les perderán la pista por ahora y ganarán tiempo".

      "Pero, ¿cómo?", preguntó Reece, mirando las espumosas aguas verdes.

      "¡Esa corriente nos mataría!", dijo Elden.

      Centra hizo una mueca.

      "Ésa es la menor de sus preocupaciones", respondió. "El agua está llena de Fourens – el animal más mortífero del planeta.

Скачать книгу