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los que momentáneamente estamos peleados con ella. Pero haz que llegue y nos llegue, y lléganos también que te queremos. En Pereira alguien me mostró “Mama negra”6 y nos pareció bella como una canoa. Te mandaré de mis cosas, algunas. Hoy presenté renuncia de la galería de arte. Espero trabajar en la Librería Nacional ya como subgerente o algo por el estilo, o en El Expreso que comenzará a salir en octubre. Pero también tengo invitaciones al exterior, a diferentes puntos cardinales, en noviembre, en enero, no sé qué hacer, porque necesito una estabilidad económica fuerte, sobre todo para mi familia, que está muy débil. Pero también un viaje al mundo es tentador. Mírame aquí sentado y no tengo siquiera un mapa para mirar la casa de Brigitte Bardot.

      Grandes dilemas asaltan mi cuarto en forma de sueños especiales a altas horas de fiebre. ¿Enfría Bogotá? ¿Me podrías publicar las “Palabras al viento radioactivo”7 con la ilustración que le dimos a Eduardo Mendoza Varela de Pedro Alcántara? El 30 de noviembre cumplo 25 años, imagínate, hará cuatro años que fui a tu oficina a confirmarte que tenía mayoría de edad y tú me ofreciste un helado de caramelo. Ahora escribo poco y no bien. Guardo muchos pedacitos de papel en las cajas con poemitas empezados. Y allí se quedan, dulces. Para los bichos papelófagos. En otro tiempo había, qué había, cientos de fieles que cantaban a las ventanas de mi nariz, que se halaban el pelo. Ahora el cielo es otra cosa. Ahora el cielo es caldo de ojo. Y turpiales cantan en otras partes, pero se escucha su cantar en los libros.

      Y como escrito estaba

      Caeremos en el foso de los perdones y nos consolaremos porque nadie habrá muerto

      porque todos somos higos de dios

      y enamorados desde lejos de los faraones

       Jotamario

       De Jotamario a Jaime en Bogotá

       Cali, día de la raza esquina con 1965

      Querido poeta:

      Tú asustas cada vez más, cada vez eres más monstruo, más maravilloso monstruo que nunca. Yo te saludo y te felicito con mi hilera de tetillas supernumerarias. Estoy contento de que existas, de que seas como eres, de que te enfades, de que rías, no sé si te escribí algo a propósito de tu Silva. Ese Silva que te inventaste y que no es más verdadero que el Silva de los otros biocríticos y grafos. Que no es más verdadero pero tampoco más falaz que el Silva que padeció la barba. No me gustó sinceramente la adhesión de Gonzalo, no que estuviera mal escrita, al contrario, es su estilo humour noir que tanto me gusta, sino que lo que quiere dar a entender como idea de fondo es que con tu ensayo nuestra generación rescataba a Silva para nuestra causa, lo rescataba del escombro de los estudiosos, le ponías un blue-jean o un vestido de baño Catalina y lo declarabas apto para ser venerado. No.

      Lo siento, no estoy con él.

      Ni contigo, si también era tu intención.

      Silva está muerto, y no hay más qué hacer con su causa.

      Lo de Silva me gustó por lo que decías entre líneas de ti, por la manera como te biografiabas el alma a través de un fantasma romántico. Uno se enamora de pronto de un personaje de las regiones de la muerte, porque a lo mejor caminó como uno, se sentó en un parque en el mismo sitio que uno millones de años después, inventó un árbol, dijo una frase memorable. Y uno se mete dentro de esa persona, a decir de su vida, e investiga en los códices, y es uno mismo quien se encuentra, en las escrituras cuneiformes, en las cuevas de Altamira, en la historia sagrada, en la Enciclopedia Británica, en los textos de estudio.

      En cuanto a su suicidio, digamos simplemente con los mil sabios del agro: “El que se sienta capaz de explicar las razones que motivaron al suicida que diga esta boca es mía”.

      Y a propósito de la muerte, en la que sí nadas como en el mejor de los mares, acabo de leer en Eco # 65 tu poema de la afrenta. Es de tus cosas estelares. Tú se la llevas ganada a la muerte. Ella no tiene nada qué hacer con nosotros. Recuerdo un bello concepto de la muerte que tenía Gonzalo en uno de sus escritos perdidos. Eso de que estaría muerto cuando fallara a su cita en la esquina de la novia y el mundo ya no oyera el estallar de sus aplausos en el estadio. Nosotros no nos suicidaremos nunca, poeta, nosotros no seremos ganados para la causa de la desesperación. Uno no puede preocuparse porque sucedan cosas terribles en un mundo estúpido. Uno es la mano de obra del universo. Si algo falla en el mundo, lo mejor es buscar esa falla en sí mismo. A lo mejor no es más que un piojo entre tu cabeza.

      Volviendo a tu poema, me desazona su último verso. Perdona que me meta en asuntos que casi considero tan míos como tuyos. No puedes liquidar la calidad, el impacto, la penetración de todo el poema con una consideración y pregunta al público (que has sabido mantener a prudente distancia) que, a fuerza de obvia, es manida. He leído varias veces “Afrenta de la muerte” tratando de ver si estoy errado, pero siempre ese último verso me cae como un vaso de agua por la garganta que desvanece el sabor de tan embriagante veneno. No sé si sería mucha molestia pedirte que rescataras de El Tiempo mis “Palabras al viento radioactivo” con el dibujito de Alcántara. De todas maneras quiero enviarte algo especial para ti, algo sensacional a todas luces, inédito, fresco, recién parido, espero que te guste. Eliot me cablegrafió desde la otra vida diciéndome que eso era lo que él quería que alguien le hubiese escrito al morir, que él en mi caso no hubiera podido hacer menos, pero tampoco más, a su muerte. Se llama:

      EL SEÑOR T. S. ELIOT HA MUERTO LOS POETAS NADAÍSTAS INVITAN A UN TÉ-CANASTA POR SU ETERNO RETORNO

      Una dolorosa gripa de sordos espasmos me aqueja, como casi cada vez que te escribo, mis cartas llenas de bacilos. Bueno, poeta, me voy, mañana vienen a descubrir a América. Recibe el fuerte tosido de mi amistad,

       Jotamario

       De Jaime a Jotamario en Cali

       Bogotá, octubre 14 de 1965 (9:00 p. m.)

      Mi querido J:

      Acabo de recibir tu carta. Feliz tú que todavía escribes cartas. Y poemas. Escribir cartas como la tuya es agradable y para el que la recibe mucho más. De modo que mil gracias y mi reconocimiento por tu labor. Mejor la carta que el poema, pero el poema también es bueno. Tiene momentos bellísimos. Ágil e ingenioso, desde el árbol de la literatura me haces guiños. Desde abajo te saludo con mi sombrero, y que navegues en el viento.

      Me extraña que no te haya gustado el último verso de mi poema. Lamento que ya no me entiendas. Antes te reías con mis versos. Ahora te pones a explorar como cualquier académico. Yo sólo aspiro a que te rías como en la calle 14. Ese es todo el oficio de la literatura. No te pongas trascendente. Ese verso es el mejor del poema y estoy completamente satisfecho con él por lo inesperado que me resultó y lo que tiene de humor. La muerte, tú sabes, es para reírse de ella.

      Supe tarde que Elmo estuvo aquí y me gustó, quiero decir que me buscó, pero estoy oyendo una música y se me equivocaron los dedos. Me hubiera gustado hablar con él porque una de sus mejores cosas sale en el próximo número de la Gaceta de Tercer Mundo, que ya se está imprimiendo. Espero que la Gaceta se empiece a vender en Cali. Ustedes se encargarán de eso porque desde este número en adelante es nuestra. Me la han dado prácticamente y pienso hacer algo muy bueno. En este número, aparte de lo de Elmo, con una buena ilustración, aparecen también poemas de Amílcar Osorio y en el número de noviembre incluiré un cuento de Fanny Buitrago y otras cosas nadaístas. Claro que también tengo que incluir cosas serias para la gente aburrida, eso es imprescindible, como las páginas del seminario de Tercer Mundo en Girardot, pero en fin, tú sabes cómo son las cosas. De todos modos ya empezarás a ver en la Gaceta algo nuevo y de nuestro gusto. Espero incluir próximamente cosas tuyas. Mándame todo lo que puedas

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