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nodal para analizar el nexo entre el origen partidario, la estabilidad (vía reglas formales o informales y la tendencia organizacional que denota la (ausencia/presencia de) democracia interna en los siete casos seleccionados.

      Ahora bien, rastreando en los estudios ya mencionados, es pertinente observar el lugar que ocupa la democracia interna en los procesos partidistas, ya sea como variable independiente o dependiente. Para algunos autores, la democracia interna es un asunto que permite explicar y solucionar, en parte, por qué los partidos políticos son percibidos de forma negativa por la ciudadanía. Para otros autores interesados en la dinámica endógena, la democracia interna es un problema a resolver. Ante esto, la respuesta que ha permeado la academia se centra en la eficiencia, como atributo identificado por Michels en la primera mitad del siglo XX; sin embargo, resaltan un par de autores que permiten plantear la vuelta al origen de los partidos como la respuesta al tipo de democracia interna.

      Una problemática explicada por la democracia interna es la crisis de los partidos políticos. Por consiguiente, algunos autores plantean que “el diagnóstico y la respuesta a la crisis de los partidos como instrumentos de participación política ha de referirse necesariamente a los dos componentes estructurales del problema: los modelos de participación y de partido” (Llera, 2000: 37). A similar diagnóstico llegan los trabajos de Criado (2005), Cárdenas (1992) y García (2008), apelando a la reforma partidaria para solucionar el problema, creando confianza en el ciudadano “si modifican, entre otras cosas, sus estructuras, procedimientos y obrar, para tener un comportamiento democrático interior” (Cárdenas, 1992: 243). Con ello se podría aumentar su credibilidad ciudadana. No olvidemos que, como se planteó en la introducción, nuestros partidos políticos no gozan del respaldo ciudadano. Por lo tanto, es posible indicar que la democracia interna, además, puede explicar el descrédito de los partidos políticos ante la ciudadanía justificando, con ello, la necesidad de reforma.

      Ahora bien, el conjunto de trabajos al cual nos adscribimos considera que la democracia interna es una pregunta abierta que exige una respuesta. Al respecto, entre sus posibles condiciones de existencia destacan la eficiencia, el contexto, la ideología, el diseño institucional, así como el modelo de partido.

      Sin duda, la respuesta más extendida es la que plantea la eficiencia como explicación a la presencia, ausencia e intensidad de la democracia interna. Así, debido a la necesidad de ser eficientes al competir en las elecciones, es fundamental mantener la cohesión y la disciplina, evitando el pluralismo interno y la participación de las bases (Michels, 1983; Duverger, 1984; Hernández, 2002). Siguiendo esta hipótesis, deberíamos encontrar que todos los partidos tienden a ser poco democráticos; sin embargo, esto no sucede en la realidad. La evidencia empírica mostrada (Freidenberg y Sánchez, 2002; Alarcón, 2009; Reveles, 2008; Sirvent, 2002) deja ver variaciones que no pueden ser respondidas apelando solamente a la eficiencia.

      Una segunda respuesta pone énfasis en el contexto. Dado a que los partidos políticos han nacido en procesos autocráticos, y no en gobiernos democráticos, tanto su organización como sus reglas corresponden a organizaciones autocráticas (Breth y Quibell, 2003). Sin embargo, nuevamente la variación presentada no explica por qué algunos partidos políticos tienen ciertos métodos de toma de decisiones y no otros. No obstante, indirectamente se plantea el origen del partido como un elemento a considerar con detenimiento.

      Una tercera respuesta nos lleva a plantear el tema de la ideología como una variable independiente a considerar. Reveles (2008) sostiene que dependiendo de los valores, y la consecuente relación del individuo con la autoridad, algunos partidos son proclives a ser democráticos y otros no. Ante esto habría que decir que, como Michels (1983) había planteado, incluso el partido con una ideología socialista (PSD) puede ser antidemocrático. Asimismo, Panebianco ha mostrado cómo, independientemente de la ideología, partidos ideológicamente proclives a la democracia interna son centralizados, siendo el detentador de poder un sindicato o un grupo cerrado (élite). Es decir, la ideología no es definitoria de la democracia interna.

      Una cuarta respuesta pone el acento en el diseño institucional. Un partido tiene determinado tipo de democracia interna porque así lo han querido (y legitimado) ellos mismos, siendo resultado de un diseño institucional donde lo preeminente es el locus de autoridad (Reynoso, 2005). Sin embargo, se debe plantear que el diseño es un momento intermedio entre la coyuntura originaria y la adopción de un modelo de partido. Asimismo, debemos tener en cuenta que los partidos políticos pueden evolucionar de forma intencionada o como respuesta a los retos (Panebianco, 1990) impuestos por la democracia interna.

      Una quinta respuesta plantea el modelo de partido como un elemento fundamental (Prud’homme, 2007; 2010). En este sentido, cobran relevancia tres tipos de modelos de partido: de cuadros, carismático de masas y de masas corporativo. Sin embargo, no se debe obviar la existencia del momento originario como condicionante o, al menos, como factor crucial a la hora de asumir un modelo de partido. Tampoco se debe olvidar la existencia de otros modelos de partido y, sobre todo, la posibilidad de transitar de uno a otro, dependiendo de la dinámica interna y del ambiente. Es decir, aun cuando un partido opte por un modelo, obedeciendo a su momento originario, esto puede variar en el camino.

      Precisamente en el siguiente apartado se elabora un acercamiento al tema de la democracia interna, comenzando por definir lo que el presente estudio entiende por ella, para después presentar una apuesta propia en torno al porqué de la misma.

      Una vez discutidos los diversos estudios en torno a la democracia interna, y recordando el interés de la presente investigación sobre indagar el porqué de su presencia y posibles manifestaciones, en esta sección es necesario incluir un apartado para explorar el término que se va a utilizar. Se presentan algunos comentarios en torno a la democracia interna (debate en torno a los pros y contras). Después se muestran algunas definiciones comúnmente utilizadas; posteriormente se opta por aquella que pone el énfasis en la distribución de poder como su rasgo definitorio. Finalmente, se muestran algunos aspectos en torno a los indicadores relevantes para el estudio de la democracia interna.

      Es pertinente apreciar algunas definiciones sobre democracia interna que se han (re)utilizado en investigaciones académicas. Después, se opta por una construcción conceptual propia cuyas dimensiones se nutren de los aspectos resaltados en las definiciones analizadas.

      Como es de suyo evidente, si existiera una sola teoría de la democracia, y si el lenguaje fuera utilizado de manera uniforme, sería sencillo definir el término democracia interna; sin embargo, dado que no es así, la complicación subsiste en torno a qué es y cómo se observa (Flores, 1999: 25).

      En ese sentido, Freidenberg (2006) presenta varios textos referidos a la democracia interna. La autora la define de manera cercana al pluralismo de Dahl, ya que supone la adopción de los principios de este sistema político al interior del partido. Esto es: “la inclusión del criterio de competencia, adopción de valores democráticos tales como la libertad de expresión y la libertad de elección para sus miembros y […] mecanismos competitivos en el proceso de toma de decisiones, la participación del afiliado […] y la existencia de canales que permitan el ejercicio efectivo del control político” (2006: 3). Por consiguiente, habrá democracia interna cuando exista una buena cantidad de los aspectos previamente mencionados. De ahí que dicha definición toma en consideración indicadores (y dimensiones) relevantes como: selección de candidatos y dirigentes (competitividad) por parte de la militancia (participación), y rendición de cuentas de los candidatos, gobernantes y dirigentes a la base (control político).

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