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entre ambos países y que recientemente han alcanzado acuerdos sobre todas las cuestiones en disputa, el Estado Mayor polaco emplea todos sus esfuerzos en tensar y deteriorar, por medio de provocaciones criminales, las relaciones entre Rusia y Polonia.

      En la última semana, en la representación plenipotenciaria rusa han aparecido sistemáticamente personas sospechosas que mostraban certificados de la II Sección del Estado Mayor de Polonia con la firma del mayor Kierzkowski y se ofrecían a conseguirnos diversos documentos. Todas las veces estos ofrecimientos terminaban con nuestra exigencia de que se abandonara inmediatamente el edificio de la representación plenipotenciaria.

      En su día, cuando el Gobierno de Rusia hizo públicos unos documentos que probaban el trabajo criminal de la II Sección del Estado Mayor al mantener contactos con la Unión Popular de Defensa de la Patria y la Libertad, encabezada por Sávinkov, Odintsov y otros más, las personas desenmascaradas, para defenderse, intentaron encubrir su delito con un folletín publicado en todos los periódicos polacos y firmado por Masłowski. Para justificar y reforzar este método de defensa, la II Sección del Estado Mayor ideó un auténtico plan de provocaciones que, de salir bien, debía servir para justificar y salvar de la acusación legal e irrefutable que el Gobierno de Rusia había presentado al Estado Mayor polaco.

      El incidente con el coronel Lesnowrodzki evidencia un trabajo de provocación bien ideado, dirigido por el Estado Mayor polaco, contra la representación plenipotenciaria rusa.

      Presentando adjunto

      1) una copia del acta levantada el 10 de octubre en la representación plenipotenciaria rusa,

      2) la tarjeta de identificación del coronel Lesnowrodzki con el número 3835, emitida por la II Sección del Estado Mayor polaco y firmada por el mayor Kierzkowski,

      3) todos los documentos que el señor Lesnowrodzki llevó a la representación plenipotenciaria rusa para su venta por orden de la II Sección de este mismo Estado Mayor,

      tengo el honor de pedirle, señor ministro, que dé los pasos que considere necesarios para poner fin a las provocaciones de la II Sección del Estado Mayor polaco, que se han propuesto como objetivo dificultar las relaciones entre Rusia y Polonia.

      Acepte, señor ministro, la seguridad de mi completo respeto.

      A Stepansky le enseñaron esta nota por la noche, en cuanto Vsévolod le comunicó a Kédrov los datos relacionados con Lesnowrodzki. Stepansky confirmó la nota en su totalidad e incluso, de broma, le dio su visto bueno.

      —Para qué servicio de información en concreto trabaja, eso no lo sé, pero que existe es incuestionable. Por fragmentos de conversaciones puedo suponer que la emigración preparó a esa persona para que la reclutaran.

      Vsévolod solicitó datos de la emigración en Revel. Le trajeron la lista de los individuos más destacados: desde el monárquico de extrema derecha Vorontsov hasta el eserista Vajt, editor del periódico El Popular. Le nombró a Stepansky los apellidos de los líderes del comité de apoyo a emigrantes y refugiados: Vírubov, Lvov, Seeler, Obolenski, de los editores del periódico cadete Últimas Noticias, Ratke y Liajnitski, con la esperanza de que el polaco recordara alguno en concreto; pero Stepansky afirmó categórico que, aunque había oído esos nombres, no podía extender su conexión hasta un diplomático ruso.

      Dijo también que en Moscú existía un movimiento clandestino muy fuerte que tenía a su disposición enormes reservas de diamantes, oro y platino. Este movimiento se mantenía aparte de cualquier lucha política y perseguía solo objetivos de índole personal: el enriquecimiento propio. Algunas de estas personas mantenían contactos con representantes de los círculos diplomáticos locales, que no solo acaparaban alhajas y otros tesoros, sino que en una serie de ocasiones habían hecho también de eslabón de transmisión: las joyas parten a París y a Londres y después los corredores especulan en la bolsa. Además, juegan a la baja con las acciones de las firmas que están empezando operaciones comerciales con Rusia.

      —Me da que uno de mis amigos de aquí, cuyo nombre, como usted comprenderá, no voy a decir y no diré más adelante —dijo Stepansky—, tiene vínculos con ese mundo clandestino moscovita, pero por fines interesados, personales: compra joyas para él; por cierto, me han birlado un dinero que pertenecía a su familia, dos mil dólares, de esto hablaremos más adelante…

      —¿Y si nosotros encontramos a esa persona con nuestros propios medios?

      —Son libres de hacer lo que quieran, es su deber. Lo importante es que yo no tenga remordimientos de conciencia. Por cierto, que en ese mundo clandestino se oía el nombre de una vieja muy rica, Yelena Ávgustovna Stajóvich…

      —No estamos hablando de eseristas o cadetes que reclaman cual urogallos. Los especuladores de divisas «apolíticos» son bastante más cuidadosos e inteligentes. A cada hora puede engendrarse la salida de Rusia de las joyas. Hay que atraparlos enseguida. Los registros minuciosos, los interrogatorios elaborados con precisión… en este caso el riesgo de desfase no está justificado, no estamos ante un —sonrió— complot contrarrevolucionario que podemos examinar sin prisas…

      Boki no estaba de acuerdo con Unszlicht:

      —Atraparemos a diez, a doce personas, y dos se irán. O una. Si hay que apretar para sacar información… hagámoslo enseguida, ¡a todos!

      La redada de la Checa moscovita contra los «centros de oro» clandestinos la encabezó Messing. La operación transcurrió, algo excepcional, de forma pacífica: ni un disparo, ni un intento de huida. Sobre todo cayó gente mayor, respetable. Se comportaron con dignidad, aunque se pusieron muy pálidos y no pudieron estar mucho tiempo de pie, pidieron sillas, las piernas no los sostenían. Y tuvieron que estar mucho tiempo de pie, mientras los agentes de la Checa de Moscú hacían el inventario de los artículos encontrados.

      Se le confiscaron bastantes alhajas a la antigua dama de palacio Yelena Ávgustovna Stajóvich. Alemana, hablaba un ruso bastante flojo y por eso Boki le pidió a Vsévolod que la interrogara en su lengua materna. Vladímirov no sabía llevar un interrogatorio, porque su trabajo en el servicio de información política conllevaba una actividad realmente distinta: tan pronto servía siete meses en el grupo

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