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receptoras y al mismo tiempo protege y fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la gestión de todos los recursos, de forma que puedan satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida. (OMT, 1995, citadao en Sánchez y Cebrián, 2015, p. 342).

      Sin embargo, otros autores han realizado propuestas paralelas y complementarias sobre diferentes concepciones del desarrollo, las cuales han sido encontradas como emergentes en las investigaciones que han llevado a cabo sobre el turismo de naturaleza (Florit y Dreher, 2009).

      Según Páez y Pérez (2018), el turismo de naturaleza es una actividad socioproductiva vinculada al proceso de gestión de desarrollo local. A partir de un caso de estudio en Cuba, los autores concluyen que, para poder alcanzar una gestión y un desarrollo local por medio del turismo de naturaleza, es necesaria una clara voluntad política desde el Gobierno central que permita descentralizar el poder, junto con la creación de instituciones de regulación del turismo que surgen a partir de las necesidades y los contextos locales.

      Para los autores, el desarrollo local es considerado como un

      proceso de construcción social y cambio estructural que desde un entorno innovador territorial desarrolla capacidades locales para gestionar políticas públicas, estrategias, programas y proyectos orientados a aprovechar recursos endógenos y exógenos y a articular armónicamente intereses nacionales, sectoriales y territoriales, fomentando transformaciones económicas, sociales, naturales […] en las localidades. (Torres, 2015, p. 23, citado en Páez y Pérez, 2018, p. 219).

      Con relación a la definición de desarrollo local, hay una gran similitud con los objetivos productivos de sostenibilidad que el turismo de naturaleza busca alcanzar. Desde este punto de vista, la autonomía y la gestión de los recursos por parte de las comunidades locales son posibles a partir del empoderamiento de la comunidad (Escribano et al., 2015).

      Sin embargo, y siguiendo a Páez y Pérez (2018), el contexto político cubano, con un gobierno fuerte, actor principal y regulador de cualquier sector productivo, ha sido uno de los principales obstáculos por superar y para permitir mayor participación y empoderamiento de las comunidades locales. No obstante, a pesar de dicho centralismo en el poder, una flexibilización por parte del Gobierno, principalmente en los últimos cinco años, ha hecho posible crear estructuras sociales comunitarias empoderadas en la participación del desarrollo local (Escribano et al., 2015).

      Desde el punto de vista de una política económica que permite abiertamente el libre mercado, las instituciones son la base para la creación de un desarrollo sostenible para el destino turístico de naturaleza. Para Muñoz y Torres (2010), según su estudio de caso de la Patagonia chilena, las instituciones que posibilitan la consolidación de pequeñas y medianas empresas alrededor de los destinos turísticos de naturaleza son la clave para el desarrollo endógeno. La libertad de crear empresas competitivas es la base de la sostenibilidad. Sin embargo, esta competitividad también está relacionada con la cooperación, la confianza y la reciprocidad producto del capital social.

      Por esta razón, Muñoz y Torres (2010) afirman que las relaciones sociales que se establecen en el desarrollo del turismo de naturaleza son la esencia que diferencia una iniciativa exitosa de otra que está condenada a no prosperar por la falta de articulación entre diferentes actores del territorio. Para los autores, las relaciones sociales –entendidas también como un capital social basado en la cooperación, la confianza y la reciprocidad– permiten que se funda un desarrollo sostenible, ya que se constituye una gobernanza capaz de articular diferentes visiones sobre la planificación y la gestión territorial.

      Según Sandoval (2006), una forma de entender el turismo de naturaleza es a partir de las características de los actores involucrados en la cadena de valor, entre los que se destacan el visitante, el recurso tour y la industria del servicio. Sin embargo, desde un punto de vista más complejo, según Ashton y Ashton (1993, citados en Sandoval, 2006, p. 34) existen otros actores del turismo de naturaleza que se diferencian por sus características, como los consumidores, los tour operadores de salida, los operadores terrestres de entrada y las empresas turísticas locales. Además, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las entidades relacionadas con la protección de la naturaleza y las comunidades locales son actores indispensables en la regulación de la cadena de valor.

      A partir de esta perspectiva, Sandoval (2006) hace una clara alusión al papel de las comunidades locales en la prestación de servicios turísticos, y los incluye como actores esenciales en la ejecución de los paquetes turísticos de naturaleza, en los que es importante tener en cuenta el conocimiento del territorio para la seguridad de los visitantes.

      Según Chen (2005), el turismo de naturaleza en Costa Rica es reconocido por su capacidad de generar empleo y encadenamientos con otras actividades productivas. Así mismo, se reconoce que esta modalidad de turismo ha contribuido a dinamizar los mercados de trabajo regionales y locales, especialmente en las áreas rurales. El desarrollo de diferentes modalidades de turismo (turismo ecológico, turismo rural, turismo comunitario, turismo de aventura, etc.) ha permitido aumentar directa e indirectamente el número de empleos en el país, lo que ha favorecido en gran parte a las zonas rurales, ya que muchas de las áreas de conservación protegidas y no protegidas se encuentran en ellas.

      En Costa Rica, el desarrollo del ecoturismo ha coadyuvado en la consolidación y ampliación de un sistema nacional de áreas protegidas públicas y privadas que ha tenido una gran importancia en la reducción de las amenazas de explotación de esas áreas mediante usos no sostenibles, y en la recuperación de terrenos alterados por la ganadería extensiva de décadas anteriores. Muchos de los pastizales se sustituyeron por medio de la regeneración natural, como en el Área de Conservación Guanacaste, lo que ha permitido recuperar la naturaleza con potencial ecoturístico. (Chen, 2005, p. 30).

      Gran parte de las alternativas que tiene el turismo de naturaleza para generar una sostenibilidad económica se establecen a partir de la planificación, del ordenamiento y de la gestión. Las diferentes fases que forman parte de la planificación del turismo de naturaleza están orientadas no solamente a reducir potenciales impactos negativos, también a gestar un óptimo desarrollo económico de la actividad (Fasio et al., 2012; Patiño y Lois, 2016).

      Así mismo, para autores como Dreher y Badel (2009), el turismo de naturaleza es estrategia de desarrollo regional y sustentabilidad territorial. La propuesta de un desarrollo regional parte desde una intersectorialidad del turismo de naturaleza, entendida como una gobernanza en la que diferentes actores relacionados con el tema llegan a acuerdos de gestión y regulación de la actividad y logran aumentar su sostenibilidad. “La intersectorialidad es entendida como la articulación de saberes y experiencias de planificación, realización y evaluación de acciones para alcanzar un efecto sinérgico en situaciones complejas, buscando el desarrollo social para superar la exclusión social” (Junqueira e Inojosa, 2007, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 678).

      Para llegar a esta intersectorialidad, es necesario comprender el turismo de naturaleza desde la teoría de sistemas, analizando la complementariedad y las interdependencias que se presentan entre los diferentes elementos que lo componen y, principalmente, entre los actores sociales que deciden sobre su gestión (Dreher y Badel, 2009).

      Esto promueve la creación de una red turística conformada por los diferentes prestadores de servicios y entes administrativos, de modo que forma una complicada interconexión de partes y componentes que contribuyen a la planificación y organización del turismo y hacen de este un poderoso instrumento de desarrollo de una región (Oliveira et al., 2006, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 679). Sobre la base de un caso de estudio en Brasil, los autores llegan a la conclusión de que articular diversas necesidades y visiones contradictorias de diferentes actores sociales es uno de los retos más difíciles de superar para alcanzar el desarrollo regional a partir del turismo de naturaleza.

      Otros estudios realizados llegan a la conclusión de que el desarrollo endógeno es parte de los beneficios alcanzados por las comunidades locales cuando forman parte de estrategias de turismo de naturaleza (Patiño y Lois, 2016; Sánchez y Cebrián, 2015). Así mismo, a partir

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