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debe suceder. Es algo creativo...

      ME PARECE QUE EL MEJOR MODO de empezar este libro es compartiendo estas palabras de Romano Guardini sobre la creatividad del amor. La creatividad es ese principio que da al amor la posibilidad de perdurar y ser fuente de felicidad. Le hace capaz de «crear y recrear el mundo», como decía el psicoanalista D. Winnicott. Pero el amor también es frágil, y son pocos los que conocen su secreto.

      Han pasado siete años de la publicación de mi libro La pareja imperfecta. Desde entonces, muchas más parejas con dificultades me han pedido que las acompañara, para ayudarles a comprender sus situaciones de crisis. Hemos seguido buscando caminos juntos, y alternando momentos de esperanza y de desasosiego, éxitos y fracasos. He aprendido mucho de ellos y con ellos. Poco a poco, he sacado a la luz los pensamientos que me propongo compartir ahora. Gracias a sus historias, he llegado a entender que las crisis importantes, las que ponen en duda la continuidad de la vida de pareja, casi siempre son consecuencia de una dificultad prolongada para comprender y hacer frente a los momentos críticos de naturaleza fisiológica, que forman parte de toda relación.

      El libro anterior estaba dirigido, sobre todo, a parejas que empezaban su camino. Este libro está destinado a quienes desean reflexionar sobre sus vivencias a partir de la senda iniciada. Es para quienes luchan con dificultades que no habían previsto, para quienes se preguntan si han elegido bien. Pero también está destinado a quienes quieren profundizar en su relación y se proponen vivir su matrimonio con mayor conciencia, con todas sus luces y sombras.

      Las parejas de hoy en día sufren una contradicción, cada vez más acusada, entre sus expectativas legítimas de felicidad, sus proyectos de vida, y las dificultades concretas que se encuentran al querer realizarlos. Todos empezamos a dudar de que sea realmente posible estar juntos toda la vida, sin que la convivencia se reduzca, en el mejor de los casos, a un soportarse, recíproco y resignado.

      La crisis tan profunda en la que se encuentra el matrimonio es una situación nueva y difícil. Pero, como todas las crisis, no es por sí misma, ni necesariamente, solo negativa. Nunca es buen principio lamentar el pasado, y menos un pasado que tenía muchas sombras, como en este caso. Al contrario, si observamos con atención, tenemos por delante una oportunidad espléndida. Es la de ser capaces de interpretar, de modo más consciente, el auténtico significado de esta relación tan especial. Con ello, podemos comprender por fin la promesa de felicidad de la que es portadora.

      No obstante, por su novedad, la situación exige nuevas competencias y una nueva sensibilidad, que no pueden darse por descontadas, y tampoco se pueden improvisar. Por un lado, se ha elevado el nivel de exigencia de una madurez afectiva suficiente para vivir bien el matrimonio. Por otro, es cada vez más difícil para las familias y para el contexto social acompañar a los hijos hacia esa madurez. En consecuencia, se multiplican las parejas enamoradas pero frágiles, poco preparadas para afrontar el desafío que tienen por delante. Por eso, me parece importante sacar a la luz los matices que hacen que el matrimonio sea una relación tan específica, que es a la vez rica y compleja.

      Para reflexionar sobre los diferentes aspectos del matrimonio, he querido que me acompañen los relatos de algunas parejas con las que he hecho un recorrido de ayuda. Sus historias hablan de crisis importantes: situaciones que han llegado a un extremo de dificultad que hacía necesario pedir un apoyo externo. Sus experiencias nos permiten descubrir algunas dinámicas que, en realidad, son comunes a todas las parejas, con sus momentos inevitables de incomprensión. Gracias a ellas, descubriremos la continuidad que existe entre crisis «fisiológicas» y crisis «patológicas». Casi siempre, el origen de las situaciones más graves está en no haber encontrado el modo de hacer frente a los pequeños momentos de crisis cotidiana. También está en que se ha minusvalorado la necesidad de cuidar conscientemente la relación, que hay que volver a amoldar de forma inteligente, varias veces a lo largo de la vida. De hecho, y precisamente por sus particularidades, en el matrimonio (en cualquier matrimonio) se presentan situaciones críticas. No son necesariamente patológicas, pero siempre requieren la capacidad para descubrir qué adaptaciones son necesarias hacer para que la relación siga siendo sólida y vital a lo largo del tiempo. Cada uno de nosotros evoluciona continuamente a lo largo de la vida. Pero esta dinámica se opone a la tendencia natural de la pareja, a mantener constantes los equilibrios iniciales. Es decir, se opone al cambio, con un estado inconsciente de inercia. Eso hace que sea muy importante que el marido y la mujer aprendan a reconocer a tiempo los signos de malestar en uno o en otra, y a tratarlos abiertamente, con total libertad, para buscar nuevos equilibrios.

      En cambio, lo más frecuente es que, con intención de proteger la relación y mantener su equilibrio, prefiramos retrasar, esperar, minimizar. Al igual que cualquier otra realidad viva, también la relación de pareja es incapaz de aguantar sin consecuencias el sometimiento a la rigidez y a la compresión en esquemas predeterminados. A falta de una adaptación progresiva y recíproca, pierde la capacidad de dar respuesta satisfactoria a la necesidad vital de desarrollo que tienen los dos.

      Cada pareja tiene una identidad propia. Es como un cuerpo vivo, que tiene que crecer y transformarse, y que, para hacerlo, necesita mucha flexibilidad e imaginación. Para vivir bien juntos hemos de aprender a interpretar las dinámicas que están en juego, sin conformarnos con lo que ya creemos saber. Cuando no estamos abiertos al cambio, la relación conyugal tiende a perder la vitalidad y la creatividad del principio. Se vuelve asfixiante e insatisfactoria, y puede desembocar en problemas más graves, que hacen que la situación explote. Es lo que les ha pasado a las parejas que presento. Pero esas historias también nos ayudan a comprender que no hay nada realmente perdido cuando se quiere seguir adelante. Se puede recomenzar. Siempre se puede, también cuando nos encontramos ante crisis que pueden parecer, a primera vista, definitivas.

      Una crisis importante, aunque no acabe en separación, siempre marca de alguna forma un final en la relación o, más precisamente, el final de un cierto modo que tenía esa pareja de relacionarse. Para que la relación pueda revivir en plenitud es necesario, entonces, hacer una labor concreta de decodificación y de reconstrucción. Y esta solo puede empezar a partir de la decisión consciente de volver a fundar la propia relación, sobre nuevas bases.

      Por eso es necesario plantearse la relación en los términos de un segundo matrimonio: un pacto renovado con la misma persona, a quien se le vuelve a regalar el amor y la confianza. Pero ahora se hace en el marco de una comprensión más profunda de lo que une de una forma tan exclusiva precisamente a esas dos personas que se han elegido al principio.

      Si se observa detenidamente, todas las parejas tendrían que hacer un recorrido como ese, sin necesidad de pasar por la experiencia de una crisis grave. La persona elegida por vez primera tendría que ser elegida de nuevo, siempre, cada vez de forma más consciente. Y, por lo menos, una segunda vez.

      El resultado de un segundo matrimonio con la misma persona es que la relación se hace más sólida, y también que se renueva. Es una relación que se pone al servicio de una alianza verdadera y definitiva, que sea también capaz de dar una nueva plenitud a la vida juntos.

      [1] ROMANO GUARDINI, Volontà e verità, Morcelliana, Brescia 1978, p. 144.

      I.

       EL MATRIMONIO COMO VÍNCULO ESPECÍFICO

      UNA DE LAS SECUENCIAS MÁS IMPORTANTES de la película Shall we dance, con Richard Gere y Susan Sarandon, tiene un interesante intercambio de ideas entre la protagonista y el detective privado, al que ella misma ha contratado para averiguar si su marido la está traicionando.

      La mujer pregunta al detective: «En su opinión, ¿cuál es el motivo para casarse?».

      El hombre responde: «¡La pasión!». «No», replica ella. Él añade: «Es interesante. Habría dicho que usted era romántica. ¿Cuál es, entonces?». Y la mujer le responde: «Porque necesitamos un testigo de nuestra vida… hay miles de millones de personas en el planeta. En total, ¿qué valor puede tener una sola vida? Pero un matrimonio tiene una promesa de ocuparse de todo… tanto de las cosas buenas, como de las terribles o frívolas.

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