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de las deudas externa e interna (Basadre, 2005, t. IX, p. 35).

      En suma, Basadre cuestiona la gestión del Estado peruano, de la que se desprendió la aguda crisis financiera de la década de 1870. Denuncia, además, la comisión de una serie de errores políticos y diplomáticos. De ello se colige la situación de desventaja del Perú en la Guerra del Pacífico y, de manera específica, su inferioridad militar frente a Chile.

      La crítica de Basadre a las diferentes políticas aplicadas por el Estado peruano en las décadas y años previos al estallido del conflicto configura una imagen negativa de la administración pública del país y cuestiona los resultados del proyecto liberal-nacionalista aplicado desde la Independencia y durante el transcurso del siglo XIX. Desde esa perspectiva, los imaginarios del desorden, el despilfarro y la corrupción configuran las primeras vistas del yo colectivo de la nación embrionaria.

       Fuerzas de flaquezas: emerge la nación de sus cenizas

      Jorge Basadre matiza sus primeras apreciaciones sobre el Perú, centradas en el desorden administrativo y la corrupción, cuando trata la participación de los peruanos en la Guerra del Pacífico. Para este caso, el autor exalta el patriotismo y vocación de sacrificio tanto de los oficiales, de las fuerzas regulares, como de los soldados y la población civil, constituida en milicias urbanas.

      Un ejemplo preclaro de la voluntad combativa de la oficialidad peruana lo constituye el coronel Francisco Bolognesi, quien encontró su muerte en la Batalla de Arica, el 7 de junio de 1880, junto con la mayoría de soldados que defendieron aquel puerto. Basadre comenta el genio organizativo del viejo militar y el empeño con el que dispuso su defensa (Basadre, 2005, t. IX, p. 75).

      Destaca también la actitud de Bolognesi ante la visita del comisionado chileno Juan de la Cruz Salvo, quien lo conminó a la rendición en el entendido de que la suerte de Arica estaba echada. El autor recuerda la respuesta del célebre coronel, la que constituye un elemento central en la retórica romántico-nacionalista peruana, que proyecta la imagen de la valentía de la oficialidad, siempre dispuesta a alcanzar el martirologio en aras de la causa nacional:

      Salvo dijo que tenía el encargo de pedir la rendición de la plaza “cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos”.

      “Tengo deberes sagrados, repuso Bolognesi, y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”. (Basadre, 2005, t. IX, p. 77)

      Seguidamente, Basadre exalta el patriotismo del resto de los oficiales peruanos en Arica, a los que Bolognesi reunió para refrendar en ellos su decisión de combatir hasta las últimas consecuencias. Resalta el autor el respaldo unánime que recibió el jefe de la plaza. Refiere como, uno a uno, fueron consultados sus oficiales y destaca que, a pesar de la superioridad de las fuerzas con las que debían batirse, todos aceptaron sin dilación un destino patriótico en ciernes (Basadre, 2005 t. IX, p. 79).

      El historiador realza el heroísmo de la oficialidad ariqueña subrayando además la presencia de civiles junto a los militares de profesión, y menciona a acaudalados jóvenes y hombres maduros que, no obstante sus vidas prósperas, no faltaron al llamado de la patria. Entre todos ellos, el autor glorifica particularmente la gesta heroica de Alfonso Ugarte:

      La emoción colectiva habría puesto, pues, un ropaje de poesía épica a una realidad esencial. Alfonso Ugarte, el millonario de Tarapacá, el joven apacible, se lanzó simbólicamente con su caballo a la inmensidad mucho antes del 7 de junio. (Basadre, 2005, t. IX, p. 90)

      Un aspecto que Basadre subraya con especial énfasis es la participación de la sociedad civil en diversos episodios de la Guerra del Pacífico. Para el caso de la batalla de Arica, sostiene que la mayoría de los defensores del puerto meridional era oriunda de este y que se trataba de civiles que se enrolaron en el Ejército espontáneamente, animados por una incuestionable voluntad combativa (Basadre, 2005, t. IX, p. 89).

      Asimismo, Basadre destaca la conformación de las líneas defensivas que tuvieron la misión de proteger Lima de la inminente ocupación chilena. Sostiene el autor que, para la ocasión, llegaron a la capital contingentes de todas partes del país; en algunos casos batallones e incluso pobladores andinos que fueron trasladados a la costa bajo la dirección de los terratenientes serranos. También participaron los miembros de diferentes colegios profesionales y de las oficinas de la administración pública, así como los empleados del Poder Judicial o los miembros de los gremios artesanales como plateros, herreros y fundidores (Basadre, 2005, t. IX, pp. 122-123).

      Además, Basadre pone de relieve la actuación de la población indígena en la campaña de la resistencia que el general Andrés Avelino Cáceres levantó en la Sierra Central. Sostiene que se trató de héroes anónimos que pelearon valientemente a pesar de carecer de los recursos bélicos indispensables, los que, por el contrario, el enemigo poseía en abundancia. De esta manera, se destaca el heroísmo mostrado por todos los componentes de la sociedad peruana en la Guerra del Pacífico. Para el autor, la valentía de los peruanos es una singularidad que los caracteriza como colectivo, pues, desde su perspectiva, no abundan los pueblos con tal vocación de sacrificio (Basadre, 2005, t. IX, p. 293).

      Basadre extiende la referida virtud a los diversos sectores sociales que componen la nación peruana. Es así como la oficialidad del Ejército, las clases acomodadas, las clases medias urbanas —artesanos, profesionales y funcionarios públicos— y la población indígena rural comparten el atributo común del heroísmo y la abnegación patriótica.

      De esta manera, el autor contrapone las imágenes iniciales del caos institucional peruano y de la corrupción administrativa con otras en las que el elemento humano de la sociedad se destaca por sus virtudes. Así, el peruano colectivo parece mostrar una particular fortaleza para enfrentar desafíos. Ciertamente, Basadre enfatiza con reiteración la dispareja correlación de fuerzas militares en los enfrentamientos, la que siempre favoreció al invasor y destaca el valor de los peruanos que en toda circunstancia se sobrepusieron a la adversidad.

      Finalmente, la exaltación del heroísmo de los diferentes componentes de la sociedad coadyuva a la proyección de un imaginario nacional inicial, en el que las virtudes antes enunciadas configuran las características del ser nacional. Así pues, en las bambalinas del discurso de Basadre subyace, bajo la crítica a la gestión pública, la afirmación de una nación embrionaria, engendrada sobre sólidas bases morales:

      Aquellos hechos y aquellos mártires no envejecerán nunca, cualesquiera que sean los cambios y las alternativas del porvenir. Nosotros, todos nosotros, nos volveremos viejos, moriremos y entraremos en el anonimato, y a ellos, en cambio, los años no los condenarán. Y así como ocurrió, felizmente con otros hechos y con otros personajes históricos, es la de ellos, una primavera sin ocaso en este país donde ha habido y hay tantas noches tenebrosas. (Basadre, 2005, t. IX, p. 89)

       CHILE

      Seguidamente examinamos el tratamiento que el autor realiza del desempeño de Chile en el conflicto bélico. La narración de la actuación de la nación chilena en la guerra contribuye con la difusión de un imaginario homogéneo acerca del enemigo o contrincante. Este es descrito como una sociedad ordenada, pero con notables tendencias al expansionismo y la agresividad.

       El orden imperialista: primeras vistas de Chile

      Jorge Basadre configura el imaginario de Chile resaltando su orden institucional, la claridad de sus objetivos geopolíticos, así como su vocación imperialista. De esta manera, representa al otro resaltando su tendencia a la expansión territorial, la que se desarrollará paulatinamente a lo largo del siglo XIX.

      Principia Basadre exponiendo las tesis del ministro chileno Diego Portales, a quien presenta como el artífice de la política internacional de su país, la que, desde sus planteamientos iniciales, se habría trazado como meta imperiosa impedir el fortalecimiento del Perú, pues podría amenazar la existencia de Chile. Desde estas premisas, Portales planteó la destrucción de la Confederación Perú-Boliviana:

      El omnipotente ministro

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