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para desencadenar dinámicas de realimentación positiva, esto es, de crecimiento del fenómeno.

      Detrás del síndrome de Diógenes, de esa apariencia demacrada y descuidada de los habitantes de la calle, se esconde su envejecimiento temprano. La dureza del asfalto y de la intemperie alteran el ciclo vital. La pérdida de las facultades físicas y mentales, que normalmente sobrevienen hacia los 80 años de edad, entre los habitantes de la calle aparecen a los pocos meses de practicar la habitanza, dependiendo del sexo de la persona y de la etapa del ciclo de vida por la que atravesaban cuando llegaron a la calle. La demanda de cuidados se anticipa años, quizás décadas, y ello exige que la política pública preste especial atención al tratamiento.

      El asesinato de los habitantes de la calle en razón del odio que les profesan los aporocidas ocupa un lugar neurálgico de esta exposición. Al considerar a los habitantes de la calle como un grupo social específico, sus tasas de homicidio equivalentes por 100.000 habitantes son brutalmente más elevadas que las de Bogotá, y que las de Colombia. Esa brutalidad no es, ni mucho menos, una expresión grandilocuente; por el contrario, señala la existencia del genocidio como práctica regular. La escala adquirida por el aporocidio de los habitantes de la calle, así como el uso indiscriminado del peyorativo término de la “limpieza social”, son las evidencias más conspicuas de un fenómeno societal; esto es que, a pesar de sus magnitudes y trascendencia social, no ha adquirido la connotación política necesaria para ser enfrentado colectivamente.

      Pregúntese ahora por la habitanza de la calle para las mujeres, por la manera como enfrentan la llegada de menarca y, de allí en adelante, cómo gestionan su menstruación. La higiene no está a su alcance. ¿Y la llegada de la menopausia en la calle? No es arbitrario que estas situaciones, inmanentes al sexo femenino, se hayan estudiado desde una perspectiva tan pertinente y provocadora como la de la infranqueabilidad histórica de la sociedad patriarcal pues, de otra forma, no se podría dar cuenta del feminicidio, desenlace fatal de las omisiones en una sociedad permisiva y tolerante con el abuso y el desprecio a las mujeres.

      Como ya se advirtió, sobre la toxicomanía de los habitantes de la calle se han elaborado los preconceptos y generalizaciones más perniciosas y, por tanto, menos esclarecedoras del fenómeno. Muchos de los habitantes de la calle conocieron los efectos de su consumo en su habitanza de la calle, sin experiencia previa, y son cientos de ellos los que por más años de habitanza en la calle no las consumen. De nuevo, el tratamiento diferenciado es ineludible para cualquier política pública sobre habitanza de la calle. Pero existen particularidades, y no son pocas ni de menor calado social. Los alucinógenos que consumen para engatusar el hipotálamo ante las señales de frío, hambre, dolor, angustia y temor sobrevinientes a la vida a la intemperie, son de mala calidad. Es un mercado de tóxicos para pobres y, por tanto, más peligroso para la salud de quien los consume. Al no poder comprar las 20 o más papeletas de basuco, está el chámber, por ejemplo, y con esa sustitución el riesgo de la ceguera. Hay una decena de sustitutos semejantes, lo que torna impensable por más alteridad que queramos, un síndrome de abstinencia tan doloroso y desesperante.

      La tercera parte es propositiva y reúne tres aproximaciones complementarias. La primera es la de las experiencias internacionales, parcialmente introducidas en el primer capítulo, pero desarrolladas con mayor profundidad con la idea de propiciar un aprendizaje sobre las innovaciones, obstáculos y alcances de las intervenciones en ciudades centrales y del subcontinente latinoamericano.

      En el tratamiento jurídico a la habitanza de la calle, su aproximación histórica, más allá de perseguir la identificación de alguna línea jurisprudencial, pone en cuestión varios preceptos que, en su momento, asumieron los jueces constitucionales como regla de decisión. La “sociedad protectora”, por ejemplo, persistió por mucho tiempo, quizá demasiado, entronizada en la visión peligrosista del habitante de la calle, hasta que la consagración del Estado Social de Derecho en la Constitución Política de 1991 instauró un nuevo lenguaje sobre la dignidad, el libre desarrollo de la personalidad y la garantía del Estado a los derechos fundamentales de los colombianos, desarrollándose el criterio del conocimiento informado como fundamente de sentencias de trascendencia socio-jurídica y política.

      El libro concluye con la reiteración de la crítica a un modelo trunco, a pesar de los avances que en materia de juridicidad se han alcanzado. La seguridad humana en sentido amplio se discute retomando la cuestión de las libertades nominales y las reales, como telón de fondo a la necesidad de superar los obstáculos que impone el entorno social y político al diseño de políticas públicas que, como en el caso de la garantía del Estado a los derechos fundamentales de la población desplazada, permitan que la habitanza de la calle adquiera connotación política pues, solo de esa manera, les pondremos la cara a los grandes problemas de Colombia.

      El interés por participar activamente en las discusiones académicas y en los debates de las políticas sobre habitanza de la calle, nos motivaron a participar con la denuncia del aporocidio en el Primer Congreso Iberoamericano sobre Habitabilidad en Calle, realizado en Bogotá en 2018, ponencia que recogió los aspectos centrales que se presentan en el cuarto capítulo, los que previamente fueron publicados en el documento de trabajo Aporocidio, la deconstrucción de la mal llamada “limpieza social” y una aproximación a los modos, medios, tiempos y lugares en Bogotá, en 2019, año en el que también se publicó El ciclo mortal de los habitantes de calle en Bogotá. Teorías, olvidos, políticas y desenlaces fatales, artículo de investigación en el que llamamos la atención sobre los determinantes del entorno social de la habitanza en la calle. En medio de la revuelta de mayo de 2021 fue publicado el artículo Los habitantes de la calle, entre el abuso policial y el genocidio, cuyo título ilustra con claridad la denuncia que contiene y que es retomada en este libro de manera literal. Las críticas y sugerencias que hemos recibido nos permitieron detectar nuestros errores y vacíos, de manera que sus contenidos se han mejorado y ahora hacen parte de este libro.

      Un encuentro fortuito en la calle, como debía ser, lo tuve con Fátima Martínez Gutiérrez y no ha podido ser más afortunado para el buen desarrollo de este proyecto. El lector podrá constatar en el prólogo y en las imágenes que generosamente nos ha aportado, la calidad de un compromiso sin límites en la búsqueda de una sociedad menos indolente con la habitanza de la calle.

      A Pedro Ignacio, Laura, Diana, Rafael, Alejandro, Pablo, Stephany, Manuela y Fátima mi gratitud por los esfuerzos realizados, por los riesgos asumidos y por la claridad de sus aportes. Sin ustedes no habría sido posible esta obra, y con personas como ustedes es que esta sociedad puede aspirar a ser menos injusta y más optimista.

       REFERENCIAS

       PRIMERA PARTE

       ESTADO DEL ARTE

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       CAPÍTULO I.

       LA DESESPERANZA DE HABITAR EN LA CALLE: APROXIMACIONES CONCEPTUALES, EXPERIENCIAS INTERNACIONALES Y TESTIMONIOS LOCALES

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