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Chessapeake. Esta carta, producida para la Casa de Contratación, recoge el conocimiento español de algunas expediciones que se habían desarrollado para descifrar las incógnitas geográficas del nuevo continente, así lo refleja la explicación geográfica referente al estrecho de Magallanes como “Estrecho de Santanton que descubrió Hernando de Magallanes”9 (Imagen 5).

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      Es así como la primera interrogante se fue resolviendo, se aceptaba que las Indias de Colón en realidad eran un continente, una nueva parte del mundo hasta entonces desconocida para los europeos. Precisamente el mapa de Diego Gutiérrez (1562), formaba parte del Padrón Real, recogía la información oficial recibida por los expedicionarios en la Casa de Contratación e incorporaba ya la existencia de la cuarta parte del mundo, su título refleja tal realidad (Imagen 6).

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      Si bien ya se había aceptado que se trataba de una nueva masa continental, esta realidad generó nuevas interrogantes sobre su geografía, por ejemplo

      Los colonizadores ingleses de Virginia, a principios del siglo XVII, creían que podrían llegar al Mar del Sur (Pacífico) marchando por tierra, también los primeros navegantes del Mississippi esperaban que el gran río desembocara en un mar que bañaba China10.

      Es así como surge la segunda gran incógnita planteada por este Nuevo Mundo al Viejo Mundo, la posibilidad de la existencia de un pasaje que conectara el Atlántico con el Pacífico.

      Precisamente la posibilidad de un paso que permitiera a las naciones europeas llegar al Asia fue la razón que motivó a la mayoría de las expediciones europeas a explorar aquel nuevo continente. La inagotable búsqueda de un paso que comunicara los dos océanos fue el móvil que llevaría a descifrar los nuevos enigmas que la geografía americana planteaba a los europeos. La búsqueda de un paso por el Sur, la posibilidad de un gran río que permitiera atravesar el nuevo continente y un paso por el Norte fueron algunos de los enigmas geográficos que las expediciones de la era del descubrimiento se aventuraron a resolver.

      La era del descubrimiento incluía la búsqueda de algún paso que permitiera a los europeos atravesar este nuevo continente para así llegar a las islas fantásticas del Pacífico, que escondían especies y productos exóticos, riquezas y promesas que por tantos siglos los viajeros habían anhelado poseer; y por qué no, también la posibilidad de encontrar un quinta parte del mundo, un gran continente que ofreciera el equilibrio físico y las riquezas añoradas.

      Entonces poco a poco se iban presentando los enigmas que la geografía especulativa del nuevo continente develaba a los expedicionarios que se aventuraron a resolverlos. Cada una de estas expediciones aportaba más certezas e información, pero también imaginarios, mitos, sueños e ilusiones que con celeridad plasmaron los cartógrafos en los mapas a partir de la era del descubrimiento.

      La fascinación de los europeos con el Nuevo Mundo los llevó a explorarlo y por supuesto a registrar la información en los mapas de la época; por todo esto, a partir del siglo XVI la historia habla del inicio de la era del descubrimiento. Precisamente la producción cartográfica de diversas naciones europeas buscaba captar la información de las expediciones y fue así como se reprodujeron los mapas que plasmaron las realidades e ilusiones propios de una época de exploraciones e impresionantes descubrimientos.

      Es imposible negar el gran impacto que a partir del siglo XVI tuvo el extraordinario intercambio de bienes, cultura, gente, conocimiento, ciertamente con implicaciones ecológicas y demográficas nunca antes vistas. Estas exploraciones marítimas tuvieron importantísimas consecuencias para la navegación, la geografía, las ciencias en general y la comunicación, y causaron cambios significativos y duraderos en todas las culturas que se pusieron en contacto.

      Precisamente, en este libro se compilan una serie de artículos que abordan, desde distintas perspectivas, algunos de los enigmas que aquella geografía especulativa planteó a los expedicionarios, que buscaron resolverlos con sus sorprendentes viajes, en los que se conjugaban los intereses, ambiciones, ilusiones, imaginarios, mentiras y conocimientos que con tanto cuidado luego fueron registrados en los maravillosos mapas producidos a partir del siglo XVI.

      Cada artículo de este libro refleja lo que es la cartografía, la convergencia de disciplinas, miradas e interpretaciones de académicos, que desde sus trincheras y perspectivas (historia, antropología, geografía e historia del arte) reconstruyen aquella dinámica interacción entre enigmas geográficos, expediciones y mapas, que permitió, entre los siglos XVI y XIX, definir con más precisión lo que fue América: “el continente aun (sic) sin descubrir sobre cuya existencia corrían rumores entre los geógrafos desde los tiempos en que Pitágoras y Aristóteles postularan por primera vez su existencia ...”11.

      ¿LOS MAPAS MIENTEN?

      El mapa es un indicador sensible de los cambios en los pensamientos del hombre, y poco de su trabajo, parece ser un excelente espejo de cultura y civilización.12

      Mapa puede ser toda clase de representación de espacios a escala. La palabra deriva del latín mappa, que significa tela, pero también se utiliza la palabra carta, que en latín significa documento13. La palabra cartografía fue utilizada desde mediados del siglo XIX para referirse al estudio de los mapas antiguos, hoy cartografía también se aplica para el arte y ciencia de construir mapas contemporáneos14.

      Los mapas son fuentes históricas, que representan conocimientos, cuentan historias, además se convierten en historia; son evidencia de cultura, también de imaginarios y por supuesto de intereses político-económicos. No obstante, los mapas sirven a distintos propósitos, más allá del registro geográfico. En la cartografía convergen varias disciplinas: arte, geografía, matemática, astronomía, historia, antropología, ciencia y tecnología, que se unen para hacer mapas y estudiarlos como documentos geográficos, históricos científicos y artísticos.

      Desde la Antigüedad los cartógrafos incorporaron en sus mapas y globos elementos artísticos que representan escenas reales o imaginarias sobre la concepción cultural representada más allá del registro geográfico. Los mapas de la era de las exploraciones, es decir entre los siglos XVI y XIX, incluyeron muchos elementos artísticos para reflejar las maravillas reales o míticas de las nuevas tierras. Así, estos mapas, más que los de ninguna otra época, fueron artísticamente decorados con animales y seres fantásticos como papagayos, gigantes, sirenas, tritones; toda clase de seres exóticos y escenas sobre los naturales de las tierras y mares descubiertos. A partir de las ilustraciones artísticas y científicas (iconografía) presentes en los mapas es posible reconstruir el conocimiento y también los imaginarios propios de una época.

      La cartografía histórica da cuenta de los nuevos conocimientos adquiridos y también de los imaginarios sobre tierras lejanas, islas fantásticas, gigantes, hombres sin cabeza, animales fantásticos, monstruos marinos, peces voladores, hombres mitad bestia, y cuanto paraíso perdido se ansiaba encontrar. Sin duda, una de las constantes de la geografía mítica de América está en el anhelo de encontrar oro y plata, que se refleja en los topónimos alusivos al tema, como Cos-ta Rica, Puerto Rico, Castilla del Oro, Río de la Plata, Islas de Salomón y El Dorado, que son solo una muestra de la obsesión que dominó a los conquistadores españoles de la primera mitad del siglo XVI15.

      Un aspecto importante

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