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están limitadas a 4600 euros por elección. Estos montos pueden parecer bajos, sobre todo al hacer una comparación internacional (mis colegas del otro lado del Atlántico no pueden reprimir una sonrisa cuando aludo a esto, pues están acostumbradas a los millones de dólares de las campañas estadounidenses); sin embargo, como veremos, en realidad crean enormes desigualdades en cuanto a la participación de cada persona en nuestro sistema democrático. ¿Quién puede ofrecerse a dedicar varios miles de euros a la expresión de sus preferencias políticas? Puesto que el “precio de un voto” es de apenas unas decenas de euros (como veremos en el capítulo 8), una donación de 4600 euros a una campaña puede tener un efecto considerable en las elecciones. Finalmente, nótese que, en un año electoral como 2017, un ciudadano en Francia pudo dedicar hasta 21300 euros a la defensa de sus intereses políticos. Para esto bastaba que el ciudadano en cuestión donara 7500 euros a un partido, 4600 a un candidato en la elección presidencial, 4600 a la campaña de un candidato en la elección legislativa y 4600 a la senatorial.

       En Bélgica, ¿ola de reformas para detener las olas?

      En Bélgica, las donaciones de personas particulares no podrían alcanzar tales alturas. Si bien la regulación al financiamiento privado se introdujo en ese país más o menos al mismo tiempo que en Francia —con la ley del 4 de julio de 1989 sobre la limitación y el control de gastos electorales, financiamiento y contabilidad abierta de los partidos políticos—, sus límites son mucho más estrictos hoy en día.17

      Al igual que en Francia, en Bélgica las empresas no están autorizadas a hacer donaciones a los partidos políticos. Además, los individuos no pueden donar más de 500 euros anuales a un partido y el monto total de sus contribuciones no puede exceder los 2 mil euros. Se trata de uno de los sistemas más estrictos del mundo para controlar el financiamiento privado de la democracia, aunque no menos consistente con lo que vimos antes: las sumas que los partidos y los candidatos están autorizados a gastar en las elecciones belgas son extremadamente bajas; desde este punto de vista, los montos de las donaciones más fuertes serían relativamente inútiles. Más bien habría que cuestionar la consistencia del sistema inglés, que limita los gastos ¡pero no las donaciones! Con esto se ve hasta qué punto los sistemas de regulación pública aplicados en diferentes países jamás se han concebido de manera coherente y comparativa: es momento de que el ciudadano se adueñe de ellos.

      LAS DESIGUALDADES DE CARA AL

      FINANCIAMIENTO PRIVADO DE LA DEMOCRACIA

      2 mil euros en Bélgica, 7500 euros en Francia: ¿es mucho o poco? Muchos estarían tentados a afirmar que esas sumas son bajas, ya sea para aplaudir la buena salud de una democracia “a la francesa”, muy alejada de las desviaciones estadounidenses sobre las cuales no dejaré de hablar más adelante, o para denunciar, por el contrario, la falta de medios asignados a las formaciones políticas en el combate electoral. “Una elección cuesta cara”: ése es el leitmotiv que vuelve una y otra vez a la boca de los defensores de una liberalización del financiamiento de la democracia política en Francia. No se puede hacer campaña sin dinero; la labor de informar a los ciudadanos consistiría, en primer lugar, en gastar el dinero suficiente para convencer a su “tiempo cerebral disponible” de las bondades de los programas propuestos.

      Ahora bien, ¿cómo convencer, si no es con millones? A golpes de 7500, los euros tardan en acumularse. ¿De verdad 7500 euros son muy poco? Todo depende del punto de vista que adoptemos. Un ejemplo: en Francia, el monto mensual neto del salario mínimo por 35 horas de trabajo semanales es de 1142 euros, es decir, 13704 euros al año. En otras palabras, 7500 euros son más de la mitad del ingreso anual de un trabajador con salario mínimo; difícilmente podría esta persona aprovechar al máximo la oportunidad que se le da de contribuir al buen funcionamiento del juego democrático.

      7500 euros son, además, más de cuatro meses de salario neto promedio en Francia.18 ¡Difícil imaginar a un ciudadano —aunque sea el más comprometido— que gaste más de un tercio de sus ingresos anuales en el financiamiento del juego político!

      Sin embargo, con mucha frecuencia nuestros políticos dan importancia al elector promedio, cuya utilidad buscan aprovechar al máximo con sus decisiones. Así, quienes denuncian que el tope para las donaciones es demasiado bajo suelen ser los primeros en exigir múltiples pequeños donadores. Y es que el juego político parece más bello cuando predomina la ilusión de una multitud igualitaria en la que cada integrante contribuye según sus medios. En un cartel, el ama de casa común supera con creces a la rica heredera y se prefiere al hombre de la calle que al dictador extranjero.

      En un cartel, sí, pero… ¿en los hechos? Si, por ejemplo, nos detenemos un momento a examinar la campaña presidencial de Emmanuel Macron, ¿qué descubrimos? Que, si bien los pequeños donadores están en el cartel (30 mil particulares hicieron algún aporte), en realidad un puñado de ricos y generosos mecenas determina las reglas del juego. Por un lado, miles de pequeños donadores: un tercio de las contribuciones a En Marche! serían inferiores a 30 euros y dos tercios inferiores a 60 euros; la donación promedio sería de 50.19 Por otro lado, sólo 2% de las donaciones rebasaba los 5000 euros. Pero 2% de 30 mil donadores son 600 ricos mecenas, que aportaron entre 3 y 4.5 millones de euros.20 En otras palabras, 2% de los donadores aportaron entre 40 y 60% de los 7.5 millones de euros de donaciones al movimiento. Quisiera ser más precisa, pero no es posible, pues los partidos del nuevo mundo no se distinguen por ser más transparentes que los del viejo. También me siento tentada a afirmar —rechinando los dientes— que ese 2% de generosos donadores invirtió bien su dinero, pues, por un módico costo de 2550 euros —tomando en cuenta las ventajas fiscales—, cada uno de los 100 franceses más ricos obtuvo, con la presidencia de Macron, una reducción de impuestos de 1.5 millones de euros, y eso apenas en los primeros meses del quinquenio.21 ¡Es decir, un retorno sobre la inversión de casi 60 mil por ciento, para aquellos que contribuyeron a la campaña!

      Desde este punto de vista, los franceses ricos no tienen razón alguna para envidiar a sus homólogos estadounidenses, que también acaban de recibir una de las mayores reducciones de impuestos de la historia, reducción que sólo beneficiará a las grandes empresas y al 1% más adinerado.22

      UN SISTEMA PENSADO PARA

      LOS MÁS PRIVILEGIADOS

       El injusto sistema fiscal francés, desdelas donaciones hasta las cuotas de los militantes

      En Francia, las donaciones a campañas y a partidos dan lugar a “recibos de donación” que otorgan a los donadores el derecho a una reducción de impuestos. Estas donaciones se consideran, fiscalmente, como donaciones a organismos de interés general; en este caso, el organismo en cuestión es el “representante financiero” o la “asociación de financiamiento electoral para beneficio de un partido o agrupación política de uno o más candidatos”.23 La reducción de impuestos es igual a 66% de las sumas gastadas, a condición de que dichas sumas no rebasen 20% del ingreso gravable. Cuando el monto de las donaciones rebasa este límite, el excedente se reporta para los cinco años siguientes y da derecho a una reducción de impuestos en las mismas condiciones.

      Ahora bien, para beneficiarse de una reducción de impuestos, todavía hace falta tener que pagar impuesto sobre la renta…24 Seamos precisos; la reducción de impuestos se calcula de la manera siguiente: imaginemos una persona con ingresos gravables de 100 mil euros, que ha hecho donaciones a partidos políticos por 6 mil euros (el tope es de 7500). Estas donaciones se sitúan cómodamente dentro del límite de 20% del impuesto gravable (es decir, en este caso, 20 mil euros). Puesto que el monto de las donaciones es inferior a ese doble tope, la reducción de impuestos se aplica por completo y es igual a 6000×66%=3960 euros. En otras palabras, para este individuo con ingreso gravable de 100 mil euros, el costo real de las donaciones a partidos políticos es apenas de 6000–3960=2040 euros. El resto corre a cuenta del Estado, es decir, de los contribuyentes en su conjunto.

      ¿Cuál sería el costo para un individuo con ingreso gravable de menos de 9700 euros (el umbral de entrada al primer nivel de la escala para una parte de cociente familiar) que decidiera hacer una donación semejante? 6 mil euros… porque, al estar exento de impuesto

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