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Juguetes

       Monasterio de Santa María del Puig

       Cautiverio soportable

       Otro retorno a la provincial

       Y…más fiestas entre muros (18-3-1943)

       Y…«otras misiones» (marzo 1943)

       La típica Pascua en Valencia (abril 1943)

       Rosita

       Julio 1943

       4 de julio, domingo

       Decreto de veinte años

       Día de comunicación

       Junta Militar de «revisión de penas»

       Junta de Libertad Vigilada (agosto 1943)

       Trifulca de orden interno que afecta a la dirección (agosto 1943)

       Impresión al abandonar, ¡al fin!, aquellos muros (agosto 1943)

       No todos fueron «malos»

       Libertad precaria

       Antecedentes penales

       Estado de ánimo

       Nueva etapa (agosto 1943)

       Portals nous

       Carta a mis amigas, las que allá en la prisión quedaron

       En las Islas Baleares (octubre 1943)

       ¡Más lucha aún! intento de recuperar mi farmacia por vía legal

       El señor gobernador

       «Brigadilla social»

       ÉPÍLOGO

       El triángulo roto

      PRESENTACIÓN

      No se trata de un «diario» ni de las «memorias» de una de tantas víctimas de la tragedia que hundió a España en la guerra civil de 1936 y que aparentemente concluyó el 1 de abril de 1939. Este libro es un conjunto de vivencias, de impresiones inmediatas, de pensamientos y reflexiones relativos a la que se denomina «postguerra», pero que fue realmente una prolongación, para muchos inesperada y para todos cruenta, de la persecución de los vencidos por los vencedores. El mero hecho de no haberse unido al «glorioso Movimiento» era considerado como «delito de adhesión a la rebelión».

      De este modo, resultaban delincuentes las tres cuartas partes del total de los españoles: se daba por obligatorio sumarse a la rebelión para no ser acusado de rebelde. Desde el punto de vista jurídico, no puede darse nada más monstruoso.

      En las guerras civiles intervienen factores diversos: rencores, revanchas, pugnas locales, envidias, intereses creados, apetencias inconfesables, que aprovechan las circunstancias bélicas para satisfacerse.

      Esos factores se manifestaron, al abrigo de la impunidad, al término de nuestra guerra civil. Justo es declarar que no todos los triunfadores abusaron de su victoria; hubo personas ecuánimes que, lejos de contribuir a la injusta persecución, se opusieron a ella y procuraron paliar los efectos de la misma, incluso, en ocasiones, arriesgando su propia seguridad.

      Ahora, cuando por la fuerza de las circunstancias se ha abierto un periodo de libertad –apertura a la que se vieron obligados los mismos adversarios de ésta– parece expedito el cauce de una convivencia normal, deseada por la mayoría.

      Cicatrizadas en lo posible las profundas heridas pausadas por la guerra civil y la postguerra, ni la autora de este libro ni su prólogo pretenden resucitar resentimientos ni afanes vindicativos. Todo lo contrario: refiriéndose a los amargos instantes pretéritos, se desea prevenir a los hombres de hoy contra los peligros que entraña cualquier intento de reproducir la tragedia que vivió España en aquella lucha fratricida, cuyas secuelas perduran.

      Los gravísimos problemas que se le plantean al pueblo español exigen el común esfuerzo para su solución. Que todos, pues, aun sin renunciar a sus ideales respectivos, contribuyan con respeto mutuo a la obra positiva de la restaurada democracia.

      LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO

      Septiembre de 1979

      PRÓLOGO

      Ángeles Malonda es autora del doloroso informe escrito durante los años de su larga prisión. Lo más triste para los que fueron vencidos en la guerra que nos tocó padecer a todos es que esa guerra no se acabó realmente. Añejas victorias españolas merecieron el pincel de Velázquez ante unos y otros contendientes. Ya, no. Terminan las guerras y a los que fueron vencidos se les va rematando por medios que llegan a ser inhumanos.

      Es innegable que antes de ser derrotados algunos cometieron desmanes y hasta a veces crímenes: el castigo se cobró sobradamente sus víctimas. Por ambas partes se hizo más de lo que se supo objetivamente. Lo del ojo por el ojo y el diente por el diente se llevó a cabo con frialdad y como revancha justificada. Sucia palabra la revancha en todo momento.

      Considero que, al publicar sus desdichadas vivencias persecutorias y carcelarias, lo que busca la autora es que otros aprendan cómo se comportó la paz: no cumpliendo tampoco lo que prometió para ser creída. Algo semejante ocurrió con la historia que se imbuía a nuestros escolares y estudiantes adultos. ¡Cuántas palabras fueron traicionadas en nombre de voluntarios errores!

      El libro titulado Aquello sucedió así (uno más a favor del tema guerra y paz españolas) es alivio del trauma feroz que padeciera su autora, volcando en él sus angustias. Ángeles Malonda tardó cuarenta años desde escribir hasta decidir publicar sus ásperas experiencias.

      Que el relato de todas ellas sea una llave más que pueda cerrar para siempre aquel desdichado tiempo que fuimos sobrepasando a toda costa. Sin olvidarnos de las exigencias de la libertad: respeto, solidaridad en lo justo, tolerancia, convivencia y ¡también! heroísmo para vencer la propensión a considerar justas e inapelables nuestras propias creencias y decisiones.

      Algo bueno pasó por la existencia de la autora a través de sus prisiones: el primer fiscal, Santa Clara y sus monjas.

      CARMEN CONDE

SENDA
Hemos vivido la tragedia, Hay que avanzar sin derrotero,
y es un abismo lo que media sin norte, fe ni paradero,
entre el ahora y el ayer. en la vorágine brutal…
Se ha desplomado nuestra obra Necesitamos otra senda,
en este mar donde zozobra lejos del caos de la contienda,
nuestro sentido del deber. donde renazca nuestra fe.
Como entregados a la suerte, Porque del mal que padecemos
hemos vivido entre la muerte, nada nos cura, y no sabemos
embrutecidos de dolor. el cómo, el cuándo ni el porqué.
¿Dónde estarán nuestras quimeras, ¡Desvanecer la noche oscura,
las ilusiones lisonjeras, poner un fin a la tortura,
las esperanzas

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