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Álvaro Obregón. Jorge F. Hernández
Читать онлайн.Название Álvaro Obregón
Год выпуска 0
isbn 9786078564576
Автор произведения Jorge F. Hernández
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Después de las confrontadas sesiones entre carrancistas, obregonistas y algunas otras facciones políticas durante el Constituyente de Querétaro en los primeros días de 1917, se llevaron a cabo las elecciones para presidente constitucional en las que por supuesto resultó triunfador Venustiano Carranza [57], y como estaba acordado, Obregón renunció a su cargo como secretario de Guerra el 1 de mayo, anunciando su “separación” de la vida pública. [58] Mientras Obregón reconfiguraba sus redes políticas, y se desarrollaba el Constituyente de Querétaro, amén de llevarse a cabo las elecciones presidenciales de 1917, existe una fecha que llama poderosamente la atención y que sugiere rasgos, cualidades y modos de la personalidad que el sonorense proyectaba en ese tiempo y para años futuros.
Como se hizo hincapié, el 27 de septiembre de 1916, Obregón declaró y firmó su testamento con un ánimo precautorio. Indudablemente, para el sonorense, en esos momentos no todo giraba en torno a la esfera política nacional; los síntomas de su delicado estado de salud comenzaron a reflejarse en su vida diaria, por lo que al firmar su testamento no sólo cumplía con un canon social y cultural, lo cual sigue siendo una costumbre desde tiempos ancestrales, sobre todo entre los personajes de determinada clase social y/o desempeño público. Ello significaba que realmente se sentía enfermo y por supuesto que aquello influiría en su desempeño político, como más adelante él mismo se lo confesaría a su propia esposa: “estoy cansado de ser, pero no de servir. Hoy me voy, pero si me dicen que vuelva, aquí estaré”. Ella misma confesaría al cónsul estadounidense en Nogales que su esposo no se encontraba bien, “que él no quería mezclar más su vida con la política” y que sus males se “agravaban por su condición sifilítica”. [59]
Obregón acudió ante un notario, autoridad civil competente para el caso, para asegurar y confiar sus bienes a su familia, las personas más queridas, las más cercanas, las de toda su vida. [60]
La interpretación de un documento notarial no debería generar más expectativas que las que representa por sí sola. Sobre todo, si se considera que, a lo largo del tiempo, desde los tlacuilos, pasando por los escribanos hasta llegar a los fedatarios contemporáneos, éstos han dejado testimonio jurídico de hechos básicamente cotidianos (testamentos, cesiones de bienes y derecho, ejercicios y cumplimiento de poderes, etcétera) de personajes públicos, privados y gente común y corriente, sin más pretensión que cumplir con un trámite civil que les permita, a ellos y a quienes los rodean, hacerse la vida más sencilla. Sin embargo, y en este caso en particular, se trata de un documento en que figura uno de los hombres más significativos de la historia política contemporánea del país. Por lo que un documento firmado por Álvaro Obregón, como por otros personajes de la historia, sí puede generar mayores expectativas.
Al hacer su declaración y dar su firma notarial, Obregón se hizo acompañar como testigos de Aarón Sáenz, Emilio Portes Gil y Arturo H. Orcí. Se trataba de personajes leales, atributo principal en cualquier escenario político. Pero el hecho no es gratuito. Estos hombres lo habían acompañado desde el inicio de sus actividades militares. Para 1917, durante la elección para diputados de la XXVII Legislatura y la conformación de bloques parlamentarios, éstos aparecen, en primer término, el licenciado Portes Gil como presidente y líder del Partido Liberal Constitucionalista, conformando un bloque mayoritario obregonista abocado a facilitar las líneas políticas dictadas por el sonorense; en segundo lugar, el licenciado Aarón Sáenz como presidente de la Cámara Alta, quien con esta calidad allana el camino al obregonismo de lleno y a entorpecer al carrancismo. Y por último, Arturo H. Orcí, abogado del “manco”, asesor jurídico y amigo hasta el final de su vida. [61] Obregón señala en el documento que, en caso de ausencia, los señores Ramón Ross y Adolfo de la Huerta serían los encargados de llevar a cabo sus designios jurídicos. [62]
Obregón se asumía enfermo y este tipo de actividades lo demostraban. Sin embargo, quizá también estaba previendo su futuro. Dependiendo de su estado de salud, sus pretensiones cambiarían radicalmente. Por supuesto, entre ellas estaba la de volver a la vida pública, necesariamente con una imagen y poderosa. [63] Igualmente era indispensable sacudirse los rumores acerca de su rompimiento con Carranza, ya que esto le había venido restando simpatías con sus seguidores. Su plena convicción e identificación con el movimiento constitucionalista podría tergiversarse a los ojos del pueblo, que asumiría ese posible rompimiento ideológico “como una traición, o por lo menos como una falta de ética. Además, tal ruptura política podría muy bien haber acarreado otra guerra, ya sea antes o después del Congreso Constituyente”. [64] Ante ello:
Obregón optó por representar el papel de “Cincinato”, es decir, un ciudadano convertido en dirigente por las circunstancias, que una vez cumplido su deber regresa a sus actividades privadas, pues no podía aspirar a ser el sucesor oficial de Carranza sin aceptar su tutelaje, ni tampoco podía presentarse como un opositor rebelde sin perder legitimidad. Para Obregón, la oposición legal era la mejor vía para suceder a Carranza. [65]
Para que Obregón estuviera a la altura de sus ambiciones era necesario que tuviera pleno control de sus bases de poder político y militar, tanto en la capital como al interior de la república, sobre todo en los estados norteños, especialmente en Sonora, Sinaloa y Chihuahua, y así lo asumió. Por lo pronto, abrió dos frentes en sus operaciones; por un lado, la cuestión política y por otro la económica. Políticamente, Obregón, como el mismo Carranza, después de 1916 comenzó una labor para reorganizar sus bases de poder. Para ese tiempo, muchos hombres, militares y políticos, que habían participado en las diversas etapas del movimiento armado iniciado en 1910, el maderismo, el huertismo, el zapatismo, el villismo y el constitucionalismo, “continuaban en espera de su ganancia”. Una buena parte de ellos prontamente se identificaba con cualquier grupo, sobre todo con los que encabezaban en ese momento algún tipo de liderazgo, pero otros más al ver que ni sus expectativas ni sus ambiciones personales se cumplían abanderaban otra causa a la menor provocación. Poco a poco y al paso del tiempo Obregón, y tras bambalinas fue colocando a sus alfiles en puestos clave, militares y políticos. Destacan los casos de Jesús M. Garza, en Baja California; Francisco Serrano, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, en Sonora; [66] Francisco Murguía, en Chihuahua, además, como ya se había mencionado, de todos aquellos que conformaban liderazgos sin una bandera ideológica bien definida y/o quienes directa o indirectamente se vieron beneficiados o apoyados en algún momento o de algún modo por el sonorense, entre ellos elementos partidistas, líderes sindicales, militares, políticos, empresarios, familiares, etcétera. Linda B. Hall recoge el comentario de un observador de ese momento: “Obregón esperará a que el pueblo materialmente lo llame para salvar al país de la ruina final causada por el gobierno de Carranza. Una de las ideas que tiene Obregón en mente es la de lanzar su candidatura para suceder a Carranza cuando concluya su término de éste, si es que logra permanecer todo ese tiempo a la cabeza del gobierno de México”. [67]
En cuanto al segundo frente considerado por Obregón, el económico, tan importante como el político, el caudillo debía consolidarse como una persona solvente, condición indispensable para mantener y reflejar una posición políticamente robusta. Por ello se debe considerar que, durante su retiro, el caudillo dedicó mucho de su tiempo a sus negocios, nacionales y extranjeros, y al mismo tiempo, combinando ambos frentes, a “hacerse aceptable ante los Estados Unidos como un posible presidente”. [68] Esto último parece confirmar lo señalado: en pleno retiro y con el estado de salud a medias, Obregón estaba concentrado en afianzar sus negocios y su presencia política. De entrada, aprovechó la coyuntura política que se presentaba cuando el gobierno estadounidense no reconoció de jure el gobierno de Carranza. Durante