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      Sin embargo, su fortaleza y voluntad le permitieron reincorporarse a sus actividades. El 10 de julio de 1915, casi un mes después del acontecimiento que lo dejó baldado, volvió nuevamente para tomar las riendas del ejército del Noroeste y terminar con la campaña contra Villa y su División del Norte, que quedaría concluida en los últimos días de diciembre de ese año. [40]

      En los albores de 1916 Obregón se sintió desmejorado física, mental y quizá, políticamente, y cada vez con más frecuencia reflexionó entre amigos y con su querida confesora, María Tapia, con quien por esos días contrajo matrimonio, sus deseos de retirarse de la política porque estaba convencido de haber cumplido con su cuota revolucionaria, pero sobre todo, porque habían comenzado a darse una serie de diferencias políticas con el primer jefe, Venustiano Carranza. [41]

      La imagen de guerrero, luchador incansable, militar invicto y más adjetivos que le generaron sus victorias durante el movimiento revolucionario la trasladó al escenario político, “en donde, andando el tiempo, llegaría a desafiar a Carranza por el liderazgo del movimiento constitucionalista. La derrota que le impuso a Villa lo habría de convertir en el héroe militar más destacado de la Revolución y reforzaría inconmensurablemente su autoridad en la lucha política por venir”. [42]

      Sintiéndose más aliviado y consciente de que debía fortalecer su posición político-militar frente a Carranza, con el fin de mantener su sobrevivencia, Obregón comenzó a llevar agua para su molino. El 13 de marzo de 1916 fue nombrado secretario de Guerra para hacerse cargo de la persecución y captura de Villa, que había invadido Columbus, Nuevo México. En principio aceptó el cargo, a cambio de llevar a cabo los primeros intentos de profesionalizar al ejército, [43] primero, pues era una urgencia para la institución, y después con el fin de restringir la capacidad castrense de acceder a puestos políticos de elección popular. [44] Además, comenzó a manifestarse, de manera franca y abierta, el apoyo de algunas uniones obreras y campesinas que desde 1914 habían mostrado su simpatía por el “manco de Celaya”, a partir de su iniciativa de crear la Confederación Revolucionaria. [45]

      El apoyo total de las organizaciones trabajadoras se volvió más real para Obregón cuando el Ejército Constitucionalista ocupó nuevamente la Ciudad de México, en el primer tercio de 1916. La Federación de Sindicatos del Distrito Federal organizó una huelga general, apoyada por electricistas, ferrocarrileros y algunos miembros de la Casa del Obrero Mundial. [46] Carranza adoptó una posición dura y pidió al general Pablo González que se encargara del asunto, exigiendo cárcel para los líderes y pena de muerte en algunos casos. [47] Por su parte, Obregón, inteligentemente, se mantuvo al margen del conflicto, conservando el apoyo irrestricto de las organizaciones obreras. Sin embargo, el primer jefe le ordenó aclarar y fijar su postura, pues, más allá del conflicto, Carranza observaba, cada vez con más recelo, cómo el sonorense aprovechaba la situación para fortalecerse políticamente, más aún, siendo él, en ese momento, como ya se dijo, el único interlocutor real entre el gobierno constitucionalista y los sectores obreros. Obregón ofreció su renuncia como Ministro de Guerra, pero Carranza la rechazó, proponiéndole a cambio la embajada de México en España, o mantenerse en el puesto hasta la conclusión de las elecciones presidenciales de 1917, cuando, entonces sí, debería renunciar al cargo. [48]

      A finales de febrero y principios de marzo de 1916 comenzaron a crecer los rumores de que Obregón “intentaría” levantarse en armas contra el gobierno, sobre todo porque eran ya, notoriamente públicas, las desavenencias y el poco entendimiento con el presidente Carranza. Sin embargo, y como una ironía de la historia, lo que parecía un asunto muerto y enterrado contribuyó a dar la percepción de que, una vez más, ambos caudillos se reunirían para zanjar la nueva crisis nacional que se asomaba. El 9 de marzo, Francisco Villa organizó un ataque a la población de Columbus, Nuevo México, “con lo que surgió la posibilidad de una intervención de los Estados Unidos a México”. [49] Carranza ordenó a Obregón trasladarse a la frontera para arreglar el asunto. La intención de Carranza tenía varias aristas. Si las negociaciones de Obregón llegaban a buen puerto, Carranza y su gobierno se fortalecerían y terminarían de legitimarse ante los ojos del país. De no ser así, el único culpable del fracaso y las posibles consecuencias de los hechos se le achacarían a Obregón.

      Mientras esto sucedía, el gobierno estadounidense envío un contingente militar de cinco mil hombres al mando del general John J. Pershing a perseguir a Villa. Obregón viajó a la frontera para iniciar las negociaciones, que comenzaron a retrasarse principalmente por las objeciones del propio Carranza, que exigía el inmediato y completo retiro de tropas de suelo nacional. Los estadounidenses se rehusaban a irse hasta concretar la captura de Villa. Y a pesar de que aún continuaba en el ambiente la posibilidad de un conflicto militar entre ambas naciones, las intenciones de los dos gobiernos por solucionar la crisis nunca sobrepasaron los límites del diálogo, sobre todo por parte del presidente Woodrow Wilson, quien nunca dejó de ponderar como un hecho de la mayor importancia el que Estados Unidos se encontraba a punto de incursionar en el conflicto bélico mundial. Tal y como sucedió.

      Finalmente, y después de dos meses, el 9 de mayo de 1916 se concretó un arreglo que convino tanto a Estados Unidos como a México. Ambos países acordaron, de palabra, la suspensión de hostilidades. Estados Unidos se comprometió a retirar sus tropas, lo que no ocurrió sino hasta enero del año siguiente; mientras que México se comprometió a emplazar diez mil soldados para custodiar la frontera, amén de continuar con la persecución y aniquilamiento de Villa y su ejército. [50]

      Venustiano Carranza con algunos miembros de su gabinete, entre ellos el secretario de Guerra, Álvaro Obregón, y el embajador Isidro Fabela, ©37830,1917. Secretaría de Cultura-INAH, SINAFO.

      Solucionada la encomienda, Obregón regresó a la capital para continuar en sus menesteres como Ministro de Guerra, decidido a no intervenir más en cuestiones de su ejercicio público, con la finalidad de reducir los conflictos con Carranza. Abocado a la burocracia y administración castrense, delegó a los generales Jacinto B. Treviño y Francisco Murguía la responsabilidad de la lucha efectiva para terminar con la persecución de “los elementos disidentes que aún quedaban”, principalmente de los villistas. “Obregón se sentía ciertamente hastiado de sus deberes como secretario de Guerra, y sus numerosas diferencias, tanto personales como ideológicas, con el Primer Jefe, que estaban siendo más obvias cada día. Sin embargo, decidió permanecer en el cargo mientras se celebraba el Congreso Constituyente, de diciembre de 1916 a enero de 1917, que se promulgara la Constitución y se instalase el nuevo gobierno”. [51]

      A pesar de las diferencias con Carranza, Obregón aún se consideraba como el candidato natural para sustituir al primer jefe en la Presidencia de la República:

      no muy lejos, casi al alcance de la mano, lo esperaba la silla presidencial. Ningún caudillo le hacía sombra, ni siquiera el primer jefe, a quien por lo pronto guardaría lealtad, pero a sabiendas de que podría separársele en cualquier momento sin afectar un ápice su prestigio. Era el hombre fuerte de México, el triunfador de la Revolución. En 1917 tenía sólo 37 años. Los mismos que Porfirio Díaz en 1867, al triunfo de la República. Y como Porfirio frente a Juárez, sintió que el triunfo era más suyo que de Carranza. [52]

      Pero era imposible permanecer en el cargo y, al mismo tiempo, ajeno a las actividades políticas. Para finales de octubre de 1916, Obregón participó denodadamente en la creación y fundación del PLC, que postularía a Carranza como presidente constitucional. Alrededor del partido se reunieron los “más conspicuos elementos de la Revolución”. Ahí se encontraban Pablo González, Cándido Aguilar y el propio Obregón, así como sus más cercanos colaboradores. El éxito de esta reunión tuvo de inmediato dos interpretaciones. Por un lado, se había asegurado la “representatividad geopolítica” más importante e influyente del país alrededor de la figura de Carranza; y por otro quedaba automáticamente cancelada cualquier aspiración a contender o competir contra él por la Presidencia, por lo menos en las elecciones de 1917. “Sobre todo, los competidores posibles decidieron posponer sus aspiraciones para cuando sus personalidades maduraran suficientemente”. [53]

      Con

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