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y Adolfo Suárez, este último propiciado por el nuevo presidente de las Cortes y asiduo consejero del rey, Torcuato Fernández Miranda.

      Las reflexiones del conde de Motrico, uno de los ministros que formaban parte de este gabinete, criticando al nuevo gobierno por su falta de unidad, coherencia y propósito en sus objetivos, sumado al discurso pronunciado por el presidente Arias en las Cortes en enero de 1976, puso en evidencia definitivamente la incapacidad de éste de romper las pautas ideológicas con el franquismo. La propuesta de dos cámaras legislativas con atribuciones sin concretar, la reforma del asociacionismo y el derecho de manifestación pero, sobre todo, sus posteriores manifestaciones contrarias a las pequeñas concesiones que ofrecía, delataban su fijación por el pasado.

      La creación en ese mismo mes de una comisión mixta formada por representantes del gobierno y del Consejo Nacional para negociar la reforma constitucional basada esencialmente en el texto que presentó su ministro de la Gobernación titulado “La reforma constitucional, justificación y líneas generales”, resultó de nuevo un fracaso pues carecía de ideas, se queria reformar mucho sin cambiar nada y, sobre todo, se ignoraba la posición del rey. En definitiva, lo que se pretendía era detener cualquier tipo de reforma; incluso desde la primera reunión, el propio presidente se declaró mandatario de Franco y de su testamento.

      Otro aspecto en el que cabe profundizar fue la actitud y la estrategia a seguir por la oposición democrática durante el periodo final del franquismo y la reacción del gobierno frente a ésta. La aparición de la Junta Democrática (JDE) y posteriormente, la unión con otros entes unitarios de oposición provocó en el gobierno de Arias Navarro un sensible malestar al intuir éste el peligro unitario de la mayoría de la oposición aunque era evidente que la situación política no aconsejaba optar exclusivamente, como en otras ocasiones, por acciones represivas sino por una estrategia de reacción controlada. De ahí que se aceptase un pluralismo limitado desde el poder donde no se contemplaba ninguna opción ni para los comunistas ni para cualquiera que osara cuestionar el régimen. En definitiva, se trataba de implantar un sistema por el cual se iban concediendo algunas libertades relacionadas con los propios derechos humanos pero que podían ser revocadas en cualquier momento en defensa del interés nacional, o sea, utilizar la táctica de emplear ligeros cambios cosméticos y dejar lo esencial invariable. Sin embargo, el transcurso del tiempo nos ha demostrado que esta declaración de intenciones propuesta desde el poder se vió practicamente desbordada por la presión popular, la llamada “presión desde abajo”, por lo que cada logro de libertad conseguido no fue otorgado por la pura concesión gubernativa sino a través de enormes sacrificios pagados mayoritariamente por la clase trabajadora. Eso si, al menos hasta llegados los primeros comicios democráticos generales, ni con el gobierno Arias ni tampoco con el primer gobierno de Suárez se pudo traspasar la linea roja consistente en excluir a los organismos que pusieran en duda la unidad de España, el sistema capitalista, la monarquía y la forma de Estado establecido, teniendo algunos partidos como el de ERC que arrastrar por mucho más tiempo la ilegalidad de ese republicanismo inherente en sus siglas.

      Fueron precisamente los trágicos sucesos de Vitoria y posteriormente los de Montejurra los que marcaron el principio del fin del gobierno Arias que caería definitivamente a finales de junio de 1976, siendo sustituido, por elección del rey, sorprendentemente por Adolfo Suarez, uno de sus ministros.

      En resumen, podríamos concluir que las concesiones de libertad y de democracia en la etapa final del franquismo fueron conseguidas a través de una presión constante ejercida desde abajo contrarrestada por continuas represiones dirigidas desde el poder, generando así un arriesgado equilibrio que podría romperse en cualquier momento. Por tanto, cometeríamos un error en aceptar, pese a la insistencia de los protagonistas que inciden en ello, que estas concesiones democráticas fueron concebidas mediante un plan consciente dirigido desde el poder para así conducir la reforma del franquismo hacia una zona realmente democrática por la generosidad y gracia de aquellos que ostentaban el poder.

      Junta Democrática de España, París, Enero de 1976

      1. VEGA, Rubén, “Demócratas sobrevenidos y razón de Estado. La Transición desde el poder”, en Historia del presente, Madrid, Ed. Eneida, 2008. Volumen 12, II época, pp. 129-154.

      2. MARIN, José Mª, “Algunas claves interpretativas de la transición española”, en WAISMAN, Carlos; RAANAN, Rein y GURRUTXAGA, Ander, Transiciones de la dictadura a la democracia: los casos de España y América Latina, Bilbao, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, 2005, pp. 87-89.

      3. OSORIO, Alfonso, Trayectoria politica de un ministro de la corona, Barcelona, Planeta, 1980, p. 37. En VEGA, “Demócratas sobrevenidos (...)”, op. cit., p. 132.

      4. MARTÍN VILLA, Rodolfo, Al servicio del Estado, Barcelona, Planeta, 1984, p. 50. En VEGA, Rubén, “Demócratas sobrevenidos (...)”, op. cit., p. 131.

      5. En VEGA, Rubén, “Demócratas sobrevenidos (...)”, op. cit., p. 152.

      6. MARIN, José Mª, “Condicionantes económicos y sociales de la Transición”. En YSÀS, Pere; JULIÁ, Santos; MARÍN ARCE, José Mª; PÉREZ LEDESMA, Manuel; MAINER, José Carlos; MOLAS, Joaquim; UGARTE, Javier; CHIRLES, Rafael; al cuidado de Carmen MOLINERO, La Transición, treinta años después, Barcelona, Peninsula, 2006, p. 81.

      La Asamblea de Cataluña y la Junta Democrática de España

      Los intentos de aproximación entre la Asamblea y otras plataformas unitarias de oposición en el resto del Estado español, se pueden catalogar de esporádicos al principio de su formación e intensos después de la muerte del Generalísimo. Desde hacía tiempo la CCFPC y la CPAC habían intentado reunirse con otras organizaciones unitarias en España, buscando interlocutores para estos fines aunque el resultado fue insatisfactorio. En Madrid, después del fracasado intento en el verano de 1971 de formar una mesa democrática unitaria de los partidos de izquierda, se constituyó en 1974 otra mesa democrática regional sin llegar a convertirse en Asamblea del Centro, que era su deseo.

      Sin embargo, fue a primeros de abril de 1973 cuando se reunieron diez delegaciones representativas de diversos organismos de coordinación de lucha unitaria en la que estaban representados: Andalucía (Granada y Sevilla), Aragón, Asturias (como observador), Canarias, Cataluña, Galicia, Mallorca, La Rioja y Valencia. En los debates se trataron temas relacionados con la reivindicación nacional que afectaban a Canarias, Cataluña, Euzkadi y Galicia, recalcando una aceptación positiva mayoritaria. También se habló de la descentralización y de preparar una reunión de todas las plataformas unitarias de oposición, buscando un esfuerzo principal en concentrarse por la concreción de la alternativa democrática, rechazándose la falsa apertura y el incremento de la opresión por parte del régimen.

      Lo cierto fue que representantes de la Asamblea realizaron entre los años 1973-74, diversas reuniones de plataformas o mesas unitarias en diferentes lugares del país aunque siempre se echaba en falta la ausencia de Madrid que no permitía la estabilidad de esas relaciones. El sacerdote Josep Dalmau, miembro de la Asamblea, comentaba al respecto:

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