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dije en otra parte, la cosa consistía en: «Otorgar al elemento lumpen una conciencia de clase y hacer uso de sus impulsos violentos para la lucha política. De hecho, este era el mismo fin con que Lenin concebía a las masas obreras: las tropas con las que había de tomar el gobierno por asalto»[7]. En el caso de las varias revoluciones francesas de los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, los agentes revolucionarios o primeras vanguardias de ataque frente al poder eran jóvenes de muy baja extracción social, muchos de los cuales eran sacrificados a la causa nacional o del pueblo. Por otro lado, en un pequeño ensayo de Sol Yurick, autor de la novela Los Warriors, agregado a modo de epílogo a la edición de la novela de 2003, habla de los pandilleros con los que trató en los años sesenta como aquellos cuyas únicas opciones vitales consistían en «luchar políticamente o convertirse en un maleante».

      Hay que decir que estos pandilleros en España, en muchos casos, eran de derechas, encajando en la definición marxiana del lumpenproletariado como un estrato social bajo sin conciencia de clase que favorece los intereses de la clase dirigente. Dos casos microhistóricos que nos valdrían para analizar la inclinación política de unos y otros pandilleros serían los de Santi el Loco, de Entrevías (Vallecas), líder de los Bichos que pasó por el activismo de izquierdas, y el boxeador Dum Dum Pacheco, integrante de la célebre pandilla de los Ojos Negros y admirador de Franco. Por un lado, Santi era hijo de inmigrantes llegados a Vallecas desde el sur rural, donde habían sido tratados hostilmente por las autoridades franquistas y desposeídos de sus medios de vida. A causa de ello tuvieron que abandonar sus respectivos hogares para poblar el sur de la capital e iniciar una nueva vida (desdeñados también en su nuevo hogar por los representantes del régimen, que conocían sus orígenes). En cambio, en el caso de Dum Dum, su madre era de Collado Mediano y su padre de Parla, dos pueblos madrileños. La familia vivía en una infravivienda en el barrio de Imperial (distrito de Arganzuela) que fue derruida con la construcción del Estadio Vicente Calderón a mediados de los sesenta. No obstante, y a pesar de ello, el régimen franquista proveyó a los Pacheco de una vivienda mejor en el cercano barrio de Carabanchel. Como es natural, la percepción de ambas familias –la de Santi y la de Dum Dum– con respecto a la figura del cau­dillo son diametralmente opuestas. En ambos casos sus experiencias de primera mano contribuyeron a moldear su visión política de la realidad española de la época. Visto el caso de los Pacheco, no es extraño que Dum Dum contase con el dictador Francisco Franco entre sus ídolos; tampoco es de extrañar que Santi el Loco se vinculase a los Hijos del Agobio, movimiento antifranquista vallecano. Dum Dum Pacheco carecía de una conciencia de clase y apoyaba a aquellos que –visto desde la izquierda– habrían de ser sus opresores. Pero, a juicio del boxeador, los estamentos franquistas resultaron ser benefactores al proporcionar a su familia una vivienda con agua corriente, electricidad y otras comodidades de las que antes carecía. La conciencia de clase se construye, en muchos casos, a través de experiencias personales, no de lecturas, ideologías o discursos. De hecho, la conciencia de clase de las elites económicas, tan robusta como es, se sustenta, ante todo, en los reducidos números de aquellos que conforman sus filas. La solidaridad es mucho más fácilmente sostenible entre aquellos pocos que gozan de unos grandes privilegios materiales, que entre una masa ingente de personas sin ninguna relación entre sí que representan la base de la pirámide económica. Las elites económicas se conocen, establecen relaciones comerciales y vínculos familiares y filiales, al tiempo que se hacen favores unos a otros. Todo ello para no perder su posición privilegiada en el organigrama social.

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